Demian Thompson tenía todo: poder, riqueza y una esposa a la que amaba con devoción. Pero su mundo se derrumbó cuando Claudia, la mujer que una vez fue su todo, lo abandonó sin remordimientos, dejándolo solo con su dolor y su rostro marcado por un accidente. Durante cinco años, se encerró en su mansión, consumido por la oscuridad, sin otra compañía que el alcohol y las cartas que enviaba a su exesposa, sin recibir jamás una respuesta. Desesperada por salvar a su hijo de la autodestrucción, su madre le impone un matrimonio por contrato con Mariam Smith, una joven obligada a casarse en contra de su voluntad. Hermosa, fuerte e indomable, Mariam no está dispuesta a soportar el desprecio de un hombre que se ha rendido ante la vida. Desde el primer encuentro, el choque entre ellos es inevitable. Demian la rechaza, aferrado a la sombra de un amor que ya no existe. Mariam, por su parte, se niega a doblegarse ante su frialdad. Pero a medida que el tiempo avanza, él comienza a ver algo en ella que lo aterra: la posibilidad de sanar, de volver a sentir… de amar de nuevo. ¿Podrá Mariam derribar los muros de un hombre roto? ¿O el pasado de Demian lo condenará a perder, una vez más, a la única mujer capaz de salvarlo?
Leer másLa oficina de Demian estaba sumida en el silencio, interrumpido solo por el sonido de sus dedos tecleando sobre la laptop. La luz tenue de la lámpara sobre su escritorio proyectaba sombras en su rostro cansado. Llevaba horas sumergido en documentos, intentando distraerse de la pesadilla en la que se había convertido su vida. Desde ese maldito accidente, todo había cambiado. Su apariencia, su confianza, su matrimonio… Estaba al borde del colapso y lo sabía.
El estruendo de la puerta al abrirse de golpe lo sacó de sus pensamientos. Levantó la vista, sorprendido. Claudia estaba de pie frente a él, con una expresión pétrea y la mirada cargada de determinación. Su pecho subía y bajaba con rapidez, como si contuviera un torbellino dentro.
—Quiero el divorcio —soltó sin rodeos, sin titubeos.
Demian parpadeó, sintiendo cómo el aire se volvía pesado en su pecho. Su corazón se detuvo por un segundo, antes de latir con furia.
—¿Qué? —Su voz salió más baja de lo que esperaba, como si su cuerpo se negara a pronunciar esa palabra.
—No puedo seguir viviendo así. No soporto esta vida, no soporto verte, no soporto ver en lo que nos hemos convertido —sus palabras eran frías, calculadas, pero sus ojos brillaban con un destello de hartazgo y desprecio.
Él se puso de pie de golpe, derribando algunos papeles sobre el escritorio.
—Claudia, por favor… ¿qué estás diciendo? Pasamos por tanto juntos… Yo te amo.
Ella bufó con una risa amarga, cruzándose de brazos.
—¿Amor? ¿De verdad crees que esto es amor, Demian? Todo el mundo se burla de mí a mis espaldas. Susurran, me miran con lástima. “Pobre Claudia, casada con un monstruo”. ¿Sabes lo que es vivir con eso todos los días? ¡Estoy harta!
Cada palabra de ella era una daga clavándose más profundo en su pecho. Demian sintió que el suelo bajo sus pies se resquebrajaba, era más doloroso de lo que había imaginado.
—Claudia, no puedes decir eso… yo te amo.
—¡Sí puedo! —gritó ella, golpeando la mesa con ambas manos—. Mírate, Demian. ¡Mírate bien! No eres el hombre del que me enamoré. Antes, eras poderoso, atractivo, alguien a quien todos admiraban y respetaban. Ahora… eres un chiste, la sombra de lo que fuiste.
Demian retrocedió un paso, como si acabara de recibir un golpe en el estómago.
—¿Esto es por mi apariencia? —su voz tembló, llena de incredulidad.
—¡Por supuesto que sí! —exclamó sin una pizca de compasión—. No quiero seguir casada con alguien como tú. No quiero cargar con la vergüenza de ser la esposa de un hombre al que todos desprecian.
El silencio que siguió fue ensordecedor. Demian sintió cómo algo dentro de él se rompía. Algo que jamás podría reparar.
Los segundos se hicieron eternos antes de que él se dejara caer de rodillas frente a ella. Sus manos temblorosas se aferraron a su vestido con desesperación.
—Por favor… —susurró, su voz quebrada—. No me dejes, Claudia. Te lo suplico… No sé qué haré sin ti. Eres lo único que me mantiene vivo, acaso no lo entiendes, te necesito para respirar…
Las lágrimas que se había negado a derramar durante tanto tiempo ardieron en sus ojos, nublando su visión. Su orgullo estaba hecho pedazos, su dignidad destruida, pero nada de eso importaba. Lo único que quería era que ella se quedara y le demostrara que lo amaba.
Claudia lo miró desde arriba con una mezcla de lástima y desprecio. Se apartó bruscamente, haciendo que las manos de Demian cayeran al suelo.
—No me hagas esto… —rogó él con la voz ahogada, incapaz de levantarse, incapaz de aceptar la realidad que lo golpeaba con brutalidad.
—Ya está hecho. No quiero seguir un segundo más a tu lado —dijo con frialdad antes de girarse.
Demian observó cómo se alejaba, su silueta desdibujándose mientras su mundo entero se derrumbaba.
Un sonido lejano resonó en sus oídos: el motor del auto encendiéndose.
Luego, la puerta de la mansión abriéndose.
Las ruedas contra el pavimento, alejándose.
Y después, el silencio absoluto.
Demian permaneció en el suelo, con los puños apretados contra la alfombra. Su pecho subía y bajaba descontroladamente, sintiendo que el aire no llegaba a sus pulmones. Su esposa, la mujer por la que daría la vida, lo había dejado sin mirar atrás.
Se quedó en la misma posición por minutos, tal vez horas, hasta que su cuerpo finalmente cedió y se desplomó por completo. Su corazón latía con un dolor insoportable, como si alguien lo estuviera estrujando dentro de su pecho.
No sabía cuánto tiempo pasó antes de que su cuerpo finalmente se moviera. Con pasos torpes y pesados, se levantó y salió de la oficina. Recorrió la mansión en la que había sido feliz, en la que una vez creyó que tenía un futuro con Claudia.
Pero todo eso se había ido. Había desaparecido como el humo en el viento.
Subió las escaleras con dificultad, como si su propio peso lo estuviera aplastando. Al llegar a su habitación, cerró la puerta con llave y se dejó caer en la oscuridad.
El mundo exterior dejó de existir.
Ya no volvería a salir de allí.
"A veces el verdadero amor no llega cuando lo buscas, sino cuando el corazón, roto y herido, aún se atreve a amar otra vez."
Emma Brown
El sol entraba débilmente por las ventanas del hospital, colándose entre las cortinas beige, bañando la habitación con una luz tenue y fría. El sonido constante de los monitores cardíacos era lo único que rompía el silencio, un recordatorio de que la vida del anciano Smith se aferraba a un hilo cada vez más delgado.Kitty empujó la puerta con suavidad. En sus manos llevaba un ramo de flores que dejó en la mesita, no por cariño, sino por mantener la apariencia. En su rostro, una sonrisa fingida.—Abuelo —dijo con dulzura forzada, acercándose a la cama—. Es bueno verte.El anciano giró la cabeza con lentitud. Su piel lucía más pálida que la semana anterior, y bajo sus ojos se marcaban profundas ojeras. Aun así, al ver a su nieta, sus ojos brillaron con la chispa débil de la esperanza.—Kitty… Al fin vienes a visitarme —murmuró, con voz rasposa, seca por la medicación—. Pensé que te habías olvidado de mí.—He tenido que trabajar… discúlpame —respondió ella, sentándose a su lado—. Además,
Las redes sociales eran una tormenta desatada.En cada rincón del internet, la noticia estallaba como dinamita: "Demian Thompson pasa la noche con su exesposa", "¿Infidelidad o reconciliación?", "¿Qué dirá Mariam, su actual esposa?". Los titulares eran venenosos. Las imágenes no dejaban espacio para la duda, y los comentarios eran aún peores."Siempre fue evidente que no la amaba.""Pobre chica, lo engañaron como a una tonta.""Claudia siempre fue la oficial, la otra fue solo una sombra."Las notificaciones se acumulaban en el celular de Mariam, cada una con más crueldad que la anterior. Comentarios despiadados, burlas, insultos velados, supuestas verdades lanzadas por desconocidos. Y todo eso, mientras caminaba por los pasillos del edificio fingiendo que no pasaba nada.Pero por dentro, era una tormenta de dolor.Sus pasos la llevaron hasta la sala de descanso. Empujó la puerta sin pensar y, una vez adentro, dejó que su cuerpo se desplomara con la espalda contra la pared. La respirac
Claudia se acomodó el cabello con una sonrisa triunfal mientras se miraba en el espejo del lujoso baño del hotel. La jugada había sido maestra. Había contratado discretamente a varios fotógrafos que esperaban a las afueras, y algunos incluso dentro del hotel. No iba a desperdiciar una oportunidad tan perfecta sin asegurarse de que todo el mundo supiera lo que había pasado… o lo que parecía que había pasado.—Ahora sí, Mariam… vas a entender quién manda en esta historia —murmuró para sí misma con tono venenoso, mientras aplicaba un poco de brillo en sus labios.Minutos después de que Demian se marchara, Claudia salió de la habitación con paso elegante, como si todo estuviera cuidadosamente planeado. Al dar sus primeros pasos fuera del hotel, los flashes la cegaron por un instante. Los periodistas y paparazzis la rodearon como una jauría hambrienta de titulares.—¡Señorita Claudia! ¿Pasó la noche con el señor Thompson?—¿Están retomando su relación?—¿Es cierto que él dejó a su esposa p
Demian se subió a su coche sin decir una palabra más, dejando atrás el silencio pesado de la mansión. El motor rugió y, con una mirada fija hacia adelante, arrancó con determinación. Mientras el coche se alejaba, Mariam se asomó a su balcón, observando cómo el vehículo de su esposo se desvanecía en la distancia. El dolor en su pecho no desaparecía; solo se intensificaba con cada segundo que pasaba sin él a su lado. Claudia había logrado lo que siempre había querido: sembrar la duda y problemas.Mariam apretó los puños con fuerza, deseando que todo se resolviera de alguna forma, que su corazón dejara de doler. Sabía que Demian no veía lo que realmente ocurría. Claudia se había infiltrado nuevamente en sus vidas y él, cegado por su ego y su historia con ella, no lograba ver la tormenta que se desataba en su matrimonio.Mientras tanto, Demian conducía, su mente llena de pensamientos oscuros y contradicciones. Condujo hasta un bar, estacionó el coche en la acera y, al salir, se dirigió ha
El camino de regreso a la mansión Thompson fue un trayecto tenso y cargado de un silencio insoportable.Mariam iba sentada junto a la ventanilla, con la mirada perdida en la oscuridad de la noche que desfilaba al otro lado del cristal. Su expresión era seria, impasible, como si quisiera borrar todo lo ocurrido en las últimas horas.A su lado, Demian mantenía la mandíbula apretada, una vena marcada en la sien, las manos cerradas en puños sobre las piernas. No había pronunciado una sola palabra desde que salieron de la comisaría. Su orgullo herido y la rabia contenida le impedían pensar con claridad. La escena en el café, las fotos filtradas, la pelea, la mirada fría de su esposa... todo le revolvía el estómago.En el asiento delantero, el joven Figueroa, su asistente y hombre de confianza, no podía evitar mirar por el retrovisor a la pareja en silencio. La tensión era tan espesa que casi podía cortarse con un cuchillo. Tragó saliva con nerviosismo antes de atreverse a hablar:—¿Están b
El ambiente en la cafetería estaba impregnado de un aroma dulce a café recién molido y chocolate caliente. Las luces suaves y la música instrumental no lograban disfrazar la tensión que se respiraba en el lugar.Demian irrumpió en el local con paso firme, sus ojos se movieron con rapidez por cada rincón, buscando con ansiedad el rostro de su esposa... pero no la encontró por ningún lado. Su mandíbula se tensó, su ceño se frunció con molestia.Lo que sí encontró fue a Israel, sentado con una tranquilidad irritante, bebiendo chocolate caliente como si no tuviera ninguna preocupación en el mundo. El simple hecho de verlo disfrutar el momento encendió la furia de Demian.Sin mediar palabra, se acercó con decisión. Sus pasos resonaron en el suelo de madera atrayendo la atención de algunos clientes. Colocó ambas manos con fuerza sobre la mesa, haciendo que la taza de Israel vibrara levemente.—¿Acaso no te advertí que te alejaras de mi esposa? —dijo con voz grave, cargada de veneno.Israel
Último capítulo