Demian Thompson tenía todo: poder, riqueza y una esposa a la que amaba con devoción. Pero su mundo se derrumbó cuando Claudia, la mujer que una vez fue su todo, lo abandonó sin remordimientos, dejándolo solo con su dolor y su rostro marcado por un accidente. Durante cinco años, se encerró en su mansión, consumido por la oscuridad, sin otra compañía que el alcohol y las cartas que enviaba a su exesposa, sin recibir jamás una respuesta. Desesperada por salvar a su hijo de la autodestrucción, su madre le impone un matrimonio por contrato con Mariam Smith, una joven obligada a casarse en contra de su voluntad. Hermosa, fuerte e indomable, Mariam no está dispuesta a soportar el desprecio de un hombre que se ha rendido ante la vida. Desde el primer encuentro, el choque entre ellos es inevitable. Demian la rechaza, aferrado a la sombra de un amor que ya no existe. Mariam, por su parte, se niega a doblegarse ante su frialdad. Pero a medida que el tiempo avanza, él comienza a ver algo en ella que lo aterra: la posibilidad de sanar, de volver a sentir… de amar de nuevo. ¿Podrá Mariam derribar los muros de un hombre roto? ¿O el pasado de Demian lo condenará a perder, una vez más, a la única mujer capaz de salvarlo?
Leer másEl aire se volvió irrespirable cuando la imagen apareció en todos los portales digitales y noticieros matutinos. Una foto, una sola, bastó para incendiar las redes sociales y desatar el caos mediático.Demian Thompson, arrodillado frente a su exesposa.Su postura denotaba vulnerabilidad; la cabeza gacha, una mano extendida, el rostro apenas visible bajo la sombra de una farola. Frente a él, Claudia lo observaba con una sonrisa gélida, casi triunfante.El titular más viral lo decía todo:“El monstruo se arrastra por amor.”Mariam no necesitó leer el artículo. Ni uno solo. La imagen hablaba por sí sola, golpeándola con más fuerza que cualquier insulto o rechazo previo.Él había ido a verla. Se había arrodillado. Por ella.El estómago se le revolvió. Sabor metálico en la boca. Dolor punzante en el pecho. Fue como si alguien hubiese abierto una herida que ella ni siquiera sabía que seguía sangrando.Y, aun así…Él no se disculpó.Cuando regresó esa noche, Demian llevaba la misma coraza de
El aire frío de la noche se colaba por la puerta trasera del lujoso hotel, contrastando con el calor sofocante del salón principal. Claudia caminaba con paso rápido, casi desesperado, como si huyera de un fuego invisible que le quemaba los talones. Su rostro, normalmente altivo y arrogante, ahora mostraba una expresión de ansiedad que muy pocos habían tenido el privilegio de ver.Pero justo cuando se disponía a abrir la puerta, una voz la detuvo.—Claudia.Fue como si un trueno retumbara en su pecho. Reconoció de inmediato esa voz. Grave. Dolida. Familiar. Cada letra de su nombre pronunciada con una mezcla de rabia, deseo y desesperación. Su cuerpo se tensó. No quería verlo. No podía.—Claudia, por favor...Ella cerró los ojos. Tragó saliva. Se giró lentamente, asegurándose de mantener la mirada baja. No soportaba ver su rostro. No desde aquel accidente. No desde que su belleza perfecta se había convertido en una máscara marcada por las cicatrices. El Demian que había amado había muer
—¿¡Qué demonios hiciste, mamá!? —bramó Demian al teléfono apenas entró a su despacho. Sus pasos resonaban con fuerza sobre el mármol mientras su ceño fruncido parecía permanente.—¿De qué estás hablando ahora? —respondió la voz elegante y pausada de su madre al otro lado de la línea.—¡Esa no era la chica que habías elegido para mí! ¡La impostora tomó el lugar de Kitty! ¡Me casé con una estúpida usurpadora!Hubo un silencio. Luego, un suspiro exasperado.—¿Y qué importa eso ahora? —replicó ella con desdén—. Nadie fuera de nosotros lo sabe. Lo importante es que firmaste el acta y todo salió como debía. Lo demás es lo de menos.Demian cerró los ojos con frustración.—Me siento engañado. Humillado.—Hijo, concéntrate en lo esencial. Si esa chica tomó el lugar de la inútil de Kitty y tuvo el valor de enfrentarte, entonces quizás tenga algo de carácter. No me importa cómo se llama. Lo único que me importa es que no estás solo.—¿Qué estás diciendo? —gruñó él.—Lo que oíste. Dale una oportu
Mariam había salido a despejar su mente, se encontraba en un restaurante de lujo junto a su amiga, quien se veía radiante.—¿Qué tal tu matrimonio?Mariam soltó un suspiro pesado.—Me odia, sigue amando a su ex y me lo restregó en la cara, me ve como una maldita interesada que está en esa mansión por su dinero.Azucena negó con la cabeza una y otra vez.—Es un imbécil, tal y como lo dicen los medios. Lo siento mucho, amiga.—Es peor de lo que piensas —se quejó.—Tu tía es una mala persona por condenarte a un matrimonio sin amor.Mariam no podía sacarse las palabras de su tía de la cabeza, la habían vendido como un objeto para salvar a su hija de casarse con el señor Thompson, “no tienes opción, el abuelo está muy enfermo, si renuncias, no pagare su tratamiento”Kitty había escapado dejándole el problema encima.Mientras platicaban un grupo de chicas se sentaron en la mesa de al lado, Mariam reconoció de inmediato a Claudia, la mujer era una figura pública. Las jóvenes ordenaron platil
Demian se encontraba sentado en su despacho con las manos extendidas sobre el mueble color caoba.No estaba interesado en conocer a su supuesta esposa, ¿quién en su sano juicio se casa con un hombre roto? Pensó para sí mismo, estaba molesto y no pensaba ocultarlo.La puerta del despacho se abrió, levantó la mirada y allí estaba esa mujer, su mayor pesadilla, no estaba interesado en conocerla, menos en saber su nombre, era realmente insignificante.Su cabello oscuro caía desordenado sobre su frente, arqueo una ceja con desinterés y volvió su atención a su computadora.—Así que tú eres la mujer que mi madre ha decidido imponerme como esposa —dijo con voz ronca y áspera —no me interesa saber tu nombre, ni siquiera saber quién eres.Mariam cruzó los brazos, al parecer las personas tenían razón en cuanto a ese hombre, era grosero y un completo imbécil.—No te cruces en mi camino, estoy enamorado de alguien más, me imagino que mi madre se lo dijo. –una risa seca abandonó sus labios —si n
La mansión Thompson, antaño un hogar lleno de vida y esplendor ahora no era más que una tumba de lujo. Las cortinas permanecían cerradas, el polvo se acumulaba en los muebles y un silencio fúngico se apoderaba de cada rincón. La luz del sol rara vez se filtraba en su interior, y el aire olía a whisky, tabaco y humedad.Demian estaba hundido en su despacho, con la cabeza apoyada en su mano y un vaso de licor en la otra. Las botellas vacías se apilaban sobre la mesa como testigos de su miseria. Sus ojos hundidos y su barba descuidada eran la prueba viviente del tiempo que había pasado ahogando su pena. Desde el día en que Claudia se marchó, cada amanecer era una condena. No había pasado un solo día sin pensar en ella, sin recordarla, sin escribirle. Pero Claudia nunca respondió.Pasaba pendiente de como su carrera en la actuación había despegado, cada cumpleaños le enviaba un regalo de miles de dólares, pero ella seguía ignorándolo.Su chofer, era el encargado de entregar sus cartas y r
La oficina de Demian estaba sumida en el silencio, interrumpido solo por el sonido de sus dedos tecleando sobre la laptop. La luz tenue de la lámpara sobre su escritorio proyectaba sombras en su rostro cansado. Llevaba horas sumergido en documentos, intentando distraerse de la pesadilla en la que se había convertido su vida. Desde ese maldito accidente, todo había cambiado. Su apariencia, su confianza, su matrimonio… Estaba al borde del colapso y lo sabía.El estruendo de la puerta al abrirse de golpe lo sacó de sus pensamientos. Levantó la vista, sorprendido. Claudia estaba de pie frente a él, con una expresión pétrea y la mirada cargada de determinación. Su pecho subía y bajaba con rapidez, como si contuviera un torbellino dentro.—Quiero el divorcio —soltó sin rodeos, sin titubeos.Demian parpadeó, sintiendo cómo el aire se volvía pesado en su pecho. Su corazón se detuvo por un segundo, antes de latir con furia.—¿Qué? —Su voz salió más baja de lo que esperaba, como si su cuerpo s