Los chismes vuelan

Mariam había salido a despejar su mente, se encontraba en un restaurante de lujo junto a su amiga, quien se veía radiante.

—¿Qué tal tu matrimonio?

Mariam soltó un suspiro pesado.

—Me odia, sigue amando a su ex y me lo restregó en la cara, me ve como una maldita interesada que está en esa mansión por su dinero.

Azucena negó con la cabeza una y otra vez.

—Es un imbécil, tal y como lo dicen los medios. Lo siento mucho, amiga.

—Es peor de lo que piensas —se quejó.

—Tu tía es una mala persona por condenarte a un matrimonio sin amor.

Mariam no podía sacarse las palabras de su tía de la cabeza, la habían vendido como un objeto para salvar a su hija de casarse con el señor Thompson, “no tienes opción, el abuelo está muy enfermo, si renuncias, no pagare su tratamiento”

Kitty había escapado dejándole el problema encima.

Mientras platicaban un grupo de chicas se sentaron en la mesa de al lado, Mariam reconoció de inmediato a Claudia, la mujer era una figura pública. Las jóvenes ordenaron platillos costosos, se veían muy animadas. Era demasiado hermosa en persona, eso la hizo sentir insegura, esa mujer se veía perfecta, su piel, su cabello, sus uñas, entendió porque Demian seguía enamorado de ella.

—Escucharon la novedad —habló una hermosa actriz agitando su celular —Demian Thompson —el monstro de la ciudad se casó hace dos días.

Claudia fingió no escuchar nada, estaba harta de recibir cartas a diario, su exesposo no entendía que ya no lo amaba, continúo comiendo en silencio.

Mariam estaba sentada justo al lado de las mujeres. Acompañada de su mejor amiga, quien miró con disimulo a las mujeres.

—Es una lástima —habló otra —al principio era guapo –ahora da miedo verlo, es realmente aterrador, pobre chica —se burló la joven descaradamente.

Mariam apretó los puños con fuerza, estaba en ese lugar por invitación de su amiga.

—Lo siento Claudia, olvidé que fue tu esposo —habló la rubia fingiendo inocencia.

Claudia sonrió con pena y negó con la cabeza, odiaba que le recordaran su pasado, pero no podía demostrarlo en público.

—Eso fue hace mucho tiempo, nuestro matrimonio nunca fue real, nunca lo amé, después del accidente, me divorcié. Simplemente, no pude soportarlo, vivir con un hombre feo es horrible, chicas. Tienes que fingir todo el tiempo. Es realmente agotador.

Las jóvenes se rieron con diversión, como si se tratara de un chiste.

Mariam apretó los puños con fuerza y abandonó el restaurante, cómo podía hablar de esa manera de la persona que la amaba.

Azucena la siguió rápidamente algo preocupada.

—No les prestes atención.

—Cómo puede hablar de esa manera.

Su amiga la miró con compasión.

—Lamento que nuestro almuerzo se haya estropeado.

Mariam le sonrió con tristeza, los comentarios eran realmente horribles, esas personas no tenían corazón.

—No es tu culpa tonta, solo fue mala suerte.

Cuando regresó a la mansión, un mal presentimiento le recorría el cuerpo. Apenas cruzó la puerta del salón principal, lo vio.

Demian.

Estaba allí, de pie, mirándola como si pudiera atravesarla con los ojos. Un escalofrío le recorrió la espalda. Tenía unos documentos en la mano. Sus pasos lentos y firmes la hicieron retroceder un par de centímetros, aunque se obligó a mantenerse firme.

—No eres la mujer por la que pagó mi madre —escupió con rabia—. Ya decía yo que no podía tener tan mal gusto. Toma tus cosas y lárgate ahora mismo.

Le lanzó los documentos al rostro. Mariam apenas alcanzó a atraparlos. El corazón le latía con fuerza, las manos le temblaban.

—Kitty escapó en cuanto supo lo del matrimonio —dijo con voz baja pero firme—. Yo tomé su lugar… era cuestión de honor.

Mentía. Pero no podía contarle la verdad. No todavía.

—No puedes echarme. Firmamos el acta de matrimonio.

Demian dio un paso hacia ella, furioso.

—Eres una mentirosa. ¡Me engañaste sabiendo que no eras ella!

Sacó una fotografía de Kitty y se la lanzó al rostro.

—¡Lárgate de una vez! No quiero verte nunca más.

Mariam respiró hondo y trató de no derrumbarse. Había pasado por cosas peores. Pero no podía evitar sentir que se quebraba por dentro.

—Puedo marcharme… pero ¿qué dirán los medios cuando aparezcas sin esposa en el evento de gala de este viernes?

Demian se quedó en silencio. Sus ojos eran fríos como el hielo.

—Eso es lo de menos. No tolero verte.

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