La novia equivocada

—¿¡Qué demonios hiciste, mamá!? —bramó Demian al teléfono apenas entró a su despacho. Sus pasos resonaban con fuerza sobre el mármol mientras su ceño fruncido parecía permanente.

—¿De qué estás hablando ahora? —respondió la voz elegante y pausada de su madre al otro lado de la línea.

—¡Esa no era la chica que habías elegido para mí! ¡La impostora tomó el lugar de Kitty! ¡Me casé con una estúpida usurpadora!

Hubo un silencio. Luego, un suspiro exasperado.

—¿Y qué importa eso ahora? —replicó ella con desdén—. Nadie fuera de nosotros lo sabe. Lo importante es que firmaste el acta y todo salió como debía. Lo demás es lo de menos.

Demian cerró los ojos con frustración.

—Me siento engañado. Humillado.

—Hijo, concéntrate en lo esencial. Si esa chica tomó el lugar de la inútil de Kitty y tuvo el valor de enfrentarte, entonces quizás tenga algo de carácter. No me importa cómo se llama. Lo único que me importa es que no estás solo.

—¿Qué estás diciendo? —gruñó él.

—Lo que oíste. Dale una oportunidad, puedes terminar enamorándote de nuevo.

Y sin darle oportunidad a responder, colgó.

🌷🌷🌷🌷

Mariam no entendía nada. Tres mujeres entraron a su habitación como una tormenta silenciosa. Una de ellas traía un estuche con brochas y productos costosos; otra, un vestido largo de terciopelo verde esmeralda que parecía sacado de un cuento de hadas; la tercera, zapatos, joyas y un perfume que olía a realeza.

— ¿Qué están haciendo? —preguntó ella, retrocediendo con desconfianza.

—Órdenes de la señora Thompson —dijo la más alta, con una sonrisa amable—. Tenemos que dejarte como una reina.

—Yo no necesito esto —dijo Mariam, apartándose.

Pero entonces la imagen de Claudia, radiante, perfecta, cruel, volvió a su mente. Esa mujer había despreciado a Demian solo por su aspecto. Ella, en cambio, sí tenía motivos para odiarlo... y aun así estaba ahí.

Respiró hondo. Si iba a mantenerse en pie en ese mundo, no podía lucir débil.

—Está bien —dijo al fin, con voz firme—. Háganlo.

🌷🌷🌷🌷

Horas después, Mariam descendía por las escaleras envuelta en seda y elegancia. El vestido abrazaba su silueta de manera impecable. Su rostro, maquillado con delicadeza, revelaba unos ojos profundos que brillaban con misterio. Su cabello, peinado en ondas suaves, caía como una cascada sobre sus hombros.

—Señora, el señor ya partió al evento —le informó una de las empleadas.

—¿Se fue solo? —preguntó con el corazón golpeándose en su pecho.

—Sí, no dejó instrucciones.

La molestia se le trepó por la garganta. ¿Tan poco valía para él? ¿Ni siquiera había esperado por ella?

Un zumbido la sacó de sus pensamientos. Una limusina esperaba por ella en la entrada. La madre de Demian había enviado a alguien personalmente a buscarla.

Muy bien, pensó, apretando los labios. Si mi esposo no quiere que esté allí, entonces justo allí es donde debo estar.

🌷🌷🌷🌷

La fiesta estaba en su punto máximo cuando Demian hizo su entrada. Todos los flashes se dirigieron hacia él y la mujer que lo acompañaba. Alta, rubia, despampanante.

Su mejor amiga de la infancia.

Respiró profundamente, odiaba la atención, podía escuchar los murmullos a sus espaldas, pero lo ignoró, las personas eran demasiado crueles.

—No tienes buena cara, Dem —dijo ella, entre risas—. ¿Qué demonios pasa? ¿Problemas de matrimonio en la luna de miel?

—No empieces, Eva —gruñó él.

Eva lo miró con atención. Sabía leerlo mejor que nadie.

—¿Qué hiciste?

Demian no respondió. Pero su silencio fue suficiente para que ella entendiera.

—Tú y tu arrogancia... —musitó ella—. Vamos, te acompañaré, pero si esa pobre chica aparece, no esperes que me quede mirando cómo la destruyen.

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Cuando la limusina se detuvo frente a la entrada principal, todos los presentes giraron sus rostros. Las conversaciones cesaron. Incluso la música parecía bajar el volumen.

Mariam descendió del vehículo como una emperatriz. Cada paso suyo resonaba con elegancia. Su mirada estaba fija, alta. Los ojos de los presentes la devoraban, maravillados.

Y entonces lo vio.

Demian, de pie junto a Eva, con una copa en mano y la mandíbula tensa. Sus ojos la escanearon de pies a cabeza. Por un segundo, el mundo pareció detenerse.

No esperaba verla así.

Tan imponente. Tan hermosa. Tan dueña de sí misma. Un calor extraño le recorrió el pecho, y sus dedos se crisparon alrededor de la copa. El líquido osciló peligrosamente, y su garganta se cerró sin aviso.

No esperaba sentir nada.

Y sin embargo… ahí estaba. Ese algo incómodo y punzante en el centro del pecho. ¿Orgullo? ¿Deseo? ¿Culpa?

Desvió la mirada, como si con ello pudiera negarse a sí mismo lo evidente.

Mariam no dijo una palabra. Caminó junto a él con la cabeza en alto, sin siquiera rozarlo. Su aroma quedó flotando en el aire, provocando un ligero estremecimiento en Demian.

—¡¿Quién es esa?! —murmuró un hombre.

—La esposa de Demian —dijo otro, fascinado.

Eva lo notó todo. Sonrió por dentro. Pobre idiota... ni sabes la joya que tienes.

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Claudia, desde el otro extremo del salón, casi escupió su bebida al ver a la hermosa mujer que llamaba la atención de todos los presentes.

—¿Quién es ella? —Le preguntó a su amiga.

—Es la esposa de Demian, no puedo negar que es hermosa.

— ¿Qué hace ella aquí? —bufó—. ¿Quién la vistió así?

No podía soportar la idea de que la nueva esposa de su ex se viera mejor que ella misma. No hoy. No en su círculo.

Pero entonces alguien llamó su atención. Demian, ¿qué hacia allí? Su corazón empezó a latir con fuerza, no soportaba estar en el mismo lugar que su exesposo.

Dio media vuelta y caminó hacia la salida trasera, quería escapar, no toleraba verlo.

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