Los días continuaron su curso como un río sereno después de la tormenta. Agatha se recuperaba con cada amanecer; sus pasos eran más firmes y su sonrisa más constante. La casa volvía a llenarse de voces alegres y de ese calor de hogar que hacía tiempo no sentían. Mariam, por las mañanas, salía a trabajar y dejaba a Liam en la escuela, mientras Melisa corría feliz detrás de su tía, disfrutando de cada instante con ella. La pequeña había encontrado en Agatha una confidente, alguien que, jugaba con ella mientras su madre no estaba, además de leerle cuentos antes de dormir.
Azucena y Sofía, por su parte, vivían sumergidas en un torbellino de preparativos. Los días parecían cortos para organizar todos los detalles de sus bodas. Esa tarde especial, ambas estaban en la boutique probándose vestidos de novia, y la emoción brillaba en sus ojos como estrellas. Mariam las acompañaba, dando su opinión con ese buen gusto que la caracterizaba, mientras Agatha, con paciencia y cariño, buscaba entre lo