Rebecca Callaway se había casado enamorada de un hombre que no la amaba, ella lo sabía, pero a veces el corazón es demasiado caprichoso. Henry Sheppard había tenido que aceptar aquella boda para salvar su empresa: sus negocios con el padre de Rebecca lo habían puesto al borde de la bancarrota cuando Curtis Callaway había sido arrestado por fraude. El trato había sido simple: Curtis lo deslindaba de toda responsabilidad, pero él tenía que casarse con su única hija y protegerla. Y Henry lo había hecho, culpándola, odiándola, haciéndola responsable de arruinar su unión con la mujer que de verdad amaba. Su único consuelo era que aquel matrimonio tenía fecha de caducidad: terminaría después de cien besos. Eso era lo único que Rebeca le había pedido para dejarlo libre: cien besos. Él la odió durante los primeros noventa y nueve… ¿Qué pasará cuando, en vez de pedirle el beso número cien, ella le entregue el divorcio firmado? Él despreció los primeros noventa y nueve… y ella hará que él se arrastre por el último.
Leer másCAPÍTULO 1: Un corazón que se rompe en silencio
—Henry, hay algo que tienes que saber —empezó Julie Ann con esa sonrisa nerviosa, mordiendo su labio inferior mientras se acercaba a él.
Henry la miró, entre curioso y preocupado mientras tomaba sus manos con un gesto de profundo cariño.
—¿Qué pasa? —preguntó con calma, aunque algo en su voz mostraba tensión.
—Es que… ¡Estoy embarazada!
La frase estalló como un globo y Henry se quedó quieto, sorprendido. Sus ojos se abrieron como platos y luego, sin poder evitarlo, una sonrisa enorme apareció en su rostro.
—¿En serio? —preguntó con voz temblorosa, casi como si tuviera miedo de creérselo.
—¡Sí, amor! —replicó Julie, con una mezcla de orgullo y nerviosismo—. Mañana voy al médico, pero las pruebas de embarazo que me hice en casa dicen que sí. ¡Estoy esperando a nuestro bebé!
Henry la levantó por la cintura y le dio una vuelta en el aire que los hizo reír a los dos.
“¡Estoy esperando a nuestro bebé!” Esa era la frase más hermosa que una mujer podía decirle a su esposo… excepto que Julie Ann Short no era la esposa… ¡era la amante!
La verdadera esposa de Henry Sheppard, Rebecca Callaway, se apretaba el pecho con una mano en aquel momento, camuflada tras la puerta del gran salón, intentando que aquel dolor de saberse traicionada no la matara allí mismo.
Rebecca siempre había sabido que Henry no se había casado con ella por amor, siempre había sabido que conquistarlo no sería fácil, y mucho menos vencer la frialdad que siempre le mostraba. Pero ser frío y distante era una cosa… y tener un hijo con otra era algo muy diferente.
—Dios, Julie, ¿te imaginas? —decía él emocionado—. ¡Un bebé nuestro! ¡No puedo esperar para decírselo a…!
Y ese era el momento en que la burbuja se rompía, porque un bastardo no era algo que se gritara a los cuatro vientos con orgullo. Julie Ann lo miró a los ojos y sabía que no podía bajar la guardia, que Henry tenía una vida en la que necesitaba ser la protagonista de una vez por todas.
—No podemos decirlo por culpa de ella —murmuró por fin con una expresión de tristeza que hizo que Henry la abrazara—. ¡Por culpa de Rebecca no podemos estar juntos ni celebrar a nuestro hijo! ¿Hasta cuándo va a ser esto, Henry?
Él hizo un gesto de impotencia y negó con fuerza.
—Va a terminar pronto, te lo aseguro —sentenció, mirándola intensamente—. Nunca sentí nada por Rebecca, su padre me obligó a casarme con ella para proteger mi empresa, lo sabes bien; ¡pero ni siquiera me he molestado en fingir que la quiero!
Julie Ann apretó los puños sin que él lo viera, porque esa historia ya se había extendido por dos años y la empresa ya estaba más que salvada.
—¿Entonces por qué no te divorcias?
—Porque no es tan simple, el divorcio tiene que pedirlo ella, y está encaprichada conmigo desde siempre pero… ¡pero te juro que lo voy a resolver pronto! Todos saben que yo te amo a ti, Julie. Yo lo sé, tú lo sabes, toda mi maldit@ familia lo sabe…
—¡Exacto! ¡Y todos están de nuestro lado, Henry! ¡Tu familia sabe que Rebecca solo es una intrusa, interesada, que complicó las cosas entre nosotros!
Henry se pasó una mano por el cabello con un gesto de impotencia. Rebecca jamás le había parecido una mala persona mientras su padre y él eran socios, pero cuando aquella acusación por fraude había llegado y Curtis Callaway había asumido la culpa a cambio de aquel matrimonio… Henry se había dado cuenta de que Rebecca era capaz de cualquier cosa con tal de casarse con él.
—Todo va a terminar pronto, te lo prometo. Ella y yo tenemos un acuerdo —aseguró acariciando la mejilla de Julie Ann.
—Eso espero, Henry, porque no puedo tener a nuestro hijo como un bastardo, yo no me merezco eso y nuestro bebé no se lo merece, ¡no después de todo lo que esa mujer nos ha robado! —le suplicó Julie Ann con la voz rota por las lágrimas y Henry volvió a abrazarla—. Por favor, dime que no irás con ella hoy —suplicó y lo vio pasar saliva.
—Es nuestro segundo aniversario de bodas. Tengo que ir…
—¡Sabes que tratará de tenderte una trampa! —insistió Julie Ann—. ¡Por favor, no vayas!
—No pasaré más de diez minutos en esa casa y volveré contigo, te lo prometo —le dijo Henry, sellando aquella promesa con un beso que hizo que Rebecca retrocediera como si le hubieran disparado.
Las lágrimas caían silenciosas de sus ojos, y no podía respirar. Todo le dolía, como si alguien la estuviera asfixiando y su corazón amenazara con dejar de latir de un momento a otro.
Recordó por qué había ido allí, a casa de su suegra. No había visto a Henry en días y ella se había esmerado preparando una cena especial por su segundo aniversario de bodas.
¡Dos años! ¡Dos años de arrastrar su amor detrás de él, rogándole que la quisiera! Dos años dando lo mejor de sí misma para hacerlo feliz, para conquistarlo.
Y el problema era ella, lo sabía. Ella que siempre había sabido que Henry no la amaba, y aun así había aceptado aquel matrimonio creyendo que su amor era tan fuerte que podía vencerlo todo.
Bueno… él acababa de demostrarle que eso no era cierto.
Rebecca escuchaba todo como un eco lejano, pero cada palabra era como una cuchillada en el alma. Sentía que el mundo se le derrumbaba, pero aquellas últimas palabras fueron su mayor sentencia.
—Rebeca desaparecerá pronto de mi vida. Solo un par de semanas más y te juro que nadie podrá separarnos, Julie. ¡Nadie!
Y ese fue el momento justo en que Rebecca supo que ya no podía quedarse allí. Sin hacer ruido se dio la vuelta y salió de la casa. Su corazón latía con tanta fuerza que le dolía, pero no miró atrás.
El camino a su casa, esa donde debía haber sido feliz con Henry, fue un tormento. Él iba a tener un hijo con otra, con su amante… y ella solo era un obstáculo del que se libraría pronto. Y Rebecca sabía por qué:
Con independencia del trato que Henry había hecho con su padre, ella había tenido suficiente dignidad para darle una salida.
—Cien besos —le había dicho el día de su boda—. Si después de cien besos aún no logro que te enamores de mí, yo misma te pediré el divorcio.
Desde entonces le había exigido un beso cada semana. Henry la había besado noventa y ocho veces, todas con rabia, todas con desprecio, mientras Rebecca intentaba construir una vida a su alrededor, amarlo, ayudarlo, hacerse notar al menos…
Lo había apostado todo por ese amor: cien besos para ganarse a su esposo, cien besos para ganarse el amor de Henry.
Pero ahora sabía que había perdido. El dolor la ahogaba, la paralizaba. Y quizás habría terminado haciendo cualquier tontería si en ese momento no hubiera sonado su teléfono, con un pitido frío y cortante que hizo temblar a Rebecca.
—Señora Callaway, tiene una llamada por cobrar de la Prisión Maplewood de Seguridad Mínima. ¿La acepta?
EL PRIMER BESO… DESPUÉS DEL DIVORCIO. CAPÍTULO 29. De la esperanza al espectáculoRebecca lo observó con el corazón apretado, sabiendo perfectamente a qué se refería, pero Henry salió sin esperar respuesta, dejando tras de sí un silencio pesado.Curtis lo siguió con la mirada hasta que la puerta se cerró. Luego suspiró y, en voz baja, comentó con sorna:—Pues yo puedo empezar a encargarme de esto ya. Seija se está ocupando de nuestra empresa y… bueno, creo que no nos vendría mal tener un informante en el hospital… ya sabes, por si Carlota no la cuenta.Rebecca lo fulminó con los ojos, sorprendida.—¡Papá! —exclamó, casi escandalizada—. ¡No nos alegramos de las desgracias ajenas! —lo regañó.—No me alegro, solo soy realista —replicó él, encogiéndose de hombros como si nada.Rebecca negó con la cabeza y dudó, dudó… antes de cruzarse de brazo y poner los ojos en blanco.—OK, voy yo —rezongó y luego salió detrás de Henry.Curtis salió de allí hacia la oficina de Henry y se acomodó en su a
EL PRIMER BESO… DESPUÉS DEL DIVORCIO. CAPÍTULO 28. Una mujer muy locaEl aire se cargó de tensión. Chase la miraba con incredulidad, con los labios entreabiertos, incapaz de responder de inmediato.—¡¿Estás loca?! —vociferó finalmente, sin poder contenerse.Pero Rebecca sonrió con frialdad, inclinándose apenas hacia adelante como quien confiesa un pecado con orgullo.—Poseo una fortuna de once cifras y una sed de venganza incalculable. Créeme, puedo ser todo lo loca que yo quiera.El silencio volvió a instalarse en la sala, aun más espeso que antes. Algunos accionistas se removieron en sus asientos, incómodos, incapaces de decidir si admiraban su audacia o temían sus palabras. Otros, en cambio, parecían casi divertidos ante la fuerza de carácter de la mujer, como si hubieran encontrado en ella a alguien capaz de incendiarlo todo solo para demostrar un punto.Henry se metió las manos en los bolsillos del pantalón y miró a todos, con gesto cansado pero firme. Su voz salió clara, sin tit
EL PRIMER BESO… DESPUÉS DEL DIVORCIO. CAPÍTULO 27. Una humillación necesariaChase entrecerró los ojos, incómodo, pero se recompuso rápido, mostrando esa sonrisa falsa que usaba en los negocios.—Yo no te reconozco como accionista, Rebecca —dijo con desprecio, modulando cada palabra—. Y mi hijo, en este momento, no está en condiciones de sacar adelante la compañía. Ya lo demostró al cederte la mitad de sus acciones. ¡Eso solo prueba que ya no es confiable!Rebecca sintió un cosquilleo en el estómago, mezcla de furia y ganas de acomodarle a patadas los pocos huevos que tenía. Estaba a punto de replicar, pero en ese momento, desde la puerta, se escuchó una voz grave, cargada de sarcasmo y de verdades.—¿Y qué tan confiable es el hombre que embarazó a la amante de su propio hijo, y ahora está reuniendo a una junta para destituirlo, mientras su esposa pelea por su vida después de un infarto que él mismo le provocó?El silencio en la sala de juntas se volvió tan denso que casi podía cortar
EL PRIMER BESO… DESPUÉS DEL DIVORCIO. CAPÍTULO 26. Mala coordinaciónRebecca apretó los labios, dejó escapar una maldición en voz baja y giró hacia su padre con el ceño fruncido.—Ven conmigo, papá, y rápido —dijo enojada, mientras señalaba con la mano hacia la puerta—. El chisme te lo cuento por el camino.Curtis, sorprendido por la urgencia en su voz, apenas alcanzó a ponerse en pie mientras Rebecca llamaba a la muchacha del servicio y le indicaba con tono apremiante:—Pon los cafés en contenedores para llevar. Nos tenemos que ir ya.La chica salió corriendo hacia la cocina, mientras Rebecca se dirigía hacia la entrada con paso firme. Curtis la seguía sin entender, algo encorvado, como si quisiera alcanzarla para pedir explicaciones, pero sabiendo que en ese estado de furia nada la haría detenerse.El chofer ya los esperaba con el motor encendido. Apenas subieron al Rolls Royce, la chica les alcanzó los cafés y Rebecca le dio la instrucción con firmeza, con ese tono que no admitía r
EL PRIMER BESO… ANTES DEL DIVORCIO. CAPÍTULO 25. RespuestasHenry salió del baño todavía con el cabello mojado, la piel húmeda y una toalla blanca enredada a la cintura. El vapor lo seguía como si fuese un velo invisible, y apenas dio un paso en la habitación Rebecca se quedó rígida, sorprendida. Nunca lo había visto con tan poca ropa. Era una imagen que no esperaba y que, por un segundo, la descolocó, como si de pronto la cercanía entre ellos hubiera cambiado de dimensión.—Lo siento, no había pantalón limpio… —murmuró y Rebecca carraspeó para recuperar la compostura, tratando de borrar el calor repentino que le había subido a las mejillas.—Camilo acaba de traer el resto —dijo señalando a la cama y procurando sonar natural, aunque la voz le salió un poco más seca de lo que pretendía.Henry ni siquiera respondió. Tomó las prendas con gesto neutral y regresó al baño sin mirarla demasiado. El portazo fue suave, pero suficiente para que Rebecca soltara el aire contenido y se dejara caer
EL PRIMER BESO… ANTES DEL DIVORCIO. CAPÍTULO 24. HumanaLa noche en el hospital había sido eterna. Los relojes parecían no avanzar y cada segundo se sentía como una tortura. Entre el olor a desinfectante, el murmullo de los pasillos y la tensión en cada respiración, nadie había conseguido pegar los ojos.Rebecca, tal como le había dicho a Camilo, rentó una habitación en el hotel justo frente al hospital. No lo pensó demasiado: había que mantener a todos en pie, y eso incluía asegurarse de que Chelsea no se desplomara de agotamiento.Ni siquiera sabía por qué lo hacía, así que se consoló pensando que se estaba limpiando el karma de todos los malos deseos que le habían cruzado la mente desde su divorcio.Pasó por una tienda cercana y le compró algo de ropa sencilla a Chelsea: unos jeans, una camiseta clara y un suéter cómodo.—Ven conmigo —le dijo, sin darle espacio para una negativa.Chelsea apenas tenía fuerzas para discutir, así que se dejó llevar como un fantasma hasta la habitación
Último capítulo