Mariam estaba en la mansión desde temprano, corriendo de un lado a otro mientras terminaba los últimos detalles de la decoración. No podía permitirse que nada saliera mal, no en un día tan especial. Esa mañana darían de alta a Ágata en el hospital y, después de dos largos meses, por fin volvería a casa. Demian había ido por ella, y Mariam quería que su hermana se sintiera recibida con todo el amor que merecía.
Sofía y Carlos colocaban con cuidado el mantel blanco de lino mientras acomodaban la vajilla fina. Cada plato, cada copa y cada servilleta debía lucir impecable. En el jardín, Azucena y Gabriel terminaban de colocar ramilletes de flores en los jarrones de cristal; el aire estaba impregnado del dulce aroma de lirios y rosas recién cortadas. Por toda la casa, los empleados se movían con rapidez, afinando los últimos preparativos como si se tratara de un concierto que estaba por comenzar.
La madre de Demian cuidaba a los pequeños mientras ellos corrían alegres por el jardín. El sol