Sienna y Alexis Dalton tenían un matrimonio perfecto, envidiable, y una adorable hija de cinco años, eran muy felices y estaban enamorados. Sin embargo, todo cambió durante la fiesta de su quinto aniversario, cuando Tessa, la hermana menor de Sienna, revela que ella es infiel y que Melody, no es hija de Alexis Dalton. Con una evidencia inapelable de fotos, y videos, Sienna es inculpada, y todos la consideran una mala mujer, mientras Alexis, la condena como a una esposa infiel. Destrozada, Sienna lucha por demostrar su inocencia, pero cuando su esposo la divorcia decide irse con su hija, a quien él ya no considera de su sangre. Ahora Sienna debe cuidar de su hija y luchar por limpiar su nombre, no por ella, sino por el bien de la niña. Entre secretos, traidores, enemigos y mentiras, Sienna debe lograr llegar a la verdad, y demostrar su inocencia, y si lo logra, ¿habrá perdón para quienes no creyeron en ella, aunque supliquen por otra oportunidad?
Leer másEl salón estaba decorado con luces doradas, rosas blancas y un enorme letrero de neón que decía “Cinco años de amor eterno”.
Sienna sostenía el cuchillo con una mano, lista para cortar el pastel de tres pisos decorado con perlas de azúcar. A su lado, Alexis Dalton la miraba con una sonrisa que mezclaba orgullo y adoración.
—Felices cinco años juntos, señora Dalton —susurró él, acariciándole el rostro—. Que sean mil más.
—Promesa de amor verdadero —respondió ella, dejando que su corazón se derritiera en ese instante perfecto.
El beso fue tierno, dulce, lleno de complicidad. Los invitados aplaudieron emocionados, brindaron con champán.
Todo era perfecto… hasta que unos pasos resonaron en el mármol del salón, cortando el ambiente como un cuchillo invisible.
Sienna giró el rostro. Una figura alta, vestida de negro, avanzaba con paso firme. Era Tessa.
—¿Tessa? —susurró, sorprendida.
Su hermana menor, la misma que había dicho que no asistiría por estar de viaje.
—Feliz aniversario, querida hermana. Y tú, querido cuñado… —dijo con una sonrisa helada—. Tengo un regalo especial para la pareja favorita de la familia.
Un aplauso seco salió de sus manos y, detrás de la pareja, la pantalla gigante que antes mostraba una imagen familiar con su pequeña hija Melody, cambió abruptamente. El salón enmudeció.
El video comenzó.
Y entonces, todo se rompió.
Allí estaba Sienna… desnuda. Cuerpo expuesto. Piel reconocible. En una cama desconocida.
Un hombre enmascarado la abrazaba por detrás mientras se reía frente a la cámara.
—Hola a todos —decía el hombre con voz distorsionada—. Ella es mi querida amante. Y soy el padre de su hijita, Melody. ¡Saludos, familia Dalton!
El video se apagó. El silencio fue absoluto.
Sienna sintió el mundo caer sobre su pecho. Alexis le soltó la mano como si le quemara. El cuchillo cayó al suelo. El cristal de una copa se rompió. Y el corazón de Sienna también.
—No… —susurró, con voz rota—. Esto no puede estar pasando…
Sus ojos buscaron los de Alexis, desesperados, hambrientos de una señal de confianza. Pero no encontró amor, ni duda. Solo odio. Una furia que parecía brotar desde sus entrañas.
Él dio un paso atrás.
—¿Por qué? —gritó, con los ojos enrojecidos—. ¿Por qué lo hiciste, Sienna? ¡Te di todo! ¡Todo!
—¡Es mentira! ¡Yo no… yo no hice eso! ¡Yo soy inocente!
—¡¿Inocente?! —Tessa carcajeó con crueldad—. Tu amante intentó sobornarme, ¿lo sabías? Por eso vine. Para mostrarle a todos la clase de mujerzuela que eres.
—¡Tessa, soy tu hermana! ¡¿Por qué me haces esto?!
El padre de Sienna avanzó, cruzando el salón, con el rostro desfigurado por la vergüenza.
Levantó la mano y le dio una bofetada tan fuerte que la tiró al suelo. Una segunda cayó antes de que pudiera reaccionar. Iba a patearla, pero Alexis lo detuvo.
—¡Basta! —gruñó Alexis, sujetándolo del brazo. Su pecho subía y bajaba, desbordado por la rabia.
—¡Esa perra traicionó a mi yerno! —bramó el padre de Sienna—. ¡La repudio! ¡No es más mi hija! Señor Dalton, perdone a nuestra familia. Ella será expulsada. ¡Le juro que no nos representa!
Sienna, en el suelo, sintió un hilo de sangre bajar de su nariz.
El gusto metálico se mezcló con sus lágrimas. Su vestido blanco, ese que eligió con tanto amor, ahora estaba manchado.
Se arrastró un poco, levantando la mirada. Su madre estaba a unos pasos, viéndola.
—Mamá… —susurró, buscando el consuelo que tanto necesitaba.
Pero su madre se giró con asco.
—Sienna… eres una desgracia. ¡Una cualquiera! Ya no soy tu madre.
Las palabras la apuñalaron. Se levantó tambaleándose.
—¡Soy inocente! Alexis… por favor… mírame. ¡Créeme! ¡Esto es una trampa, una maldita trampa!
Él se acercó lentamente. Sus ojos eran un abismo oscuro. Tomó su rostro con fuerza entre sus dedos, pellizcando su mejilla.
—Voy a hacer una prueba de ADN. Voy a comprobar si Melody es mi hija. Si no lo es… maldigo el día que te conocí. Y si lo es… juro que jamás volverás a verla.
Sienna cayó de rodillas. La desesperación se convirtió en un grito ahogado.
—¡Por favor! ¡Tú fuiste mi primer hombre! ¿No lo recuerdas? ¿Crees que sería capaz de traicionarte? ¡Te amo, Alexis! ¡A ti y solo a ti!
Por un segundo, solo uno, Alexis pareció dudar. Sus dedos acariciaron su rostro con suavidad, como solía hacer cuando se quedaban dormidos juntos. Pero la voz de Tessa rompió ese instante.
—¡Qué cínica! —gritó, empujándola con rabia—. ¡Te vimos! ¡Desnuda! ¡Con otro hombre! ¡Y aun así tienes el descaro de mentir!
Orla, la hermana de Alexis, se acercó y levantó a Sienna del suelo, solo para apartarla con fuerza después.
—¡Fuera de aquí! —gritó Alexis—. ¡Seguridad, sáquenla! ¡No quiero verla nunca más!
Sienna intentó tocar su brazo.
—¡Alexis!
—¡No me toques! ¡Estás sucia! ¡Eres una traidora!
Los guardias la sujetaron. Ella forcejeó, llorando, gritando su inocencia mientras era arrastrada hacia la salida.
—¡Melody es tu hija! ¡Te lo juro! ¡Soy inocente, Alexis! ¡Por favor! ¡No me quiten a mi hija!
La puerta del gran salón se cerró tras ella, dejándola sola en la calle, bajo la lluvia que recién comenzaba a caer.
Sus piernas cedieron. Cayó de rodillas en el asfalto frío, su vestido mojado pegado a su cuerpo, el maquillaje corrido, el corazón destrozado.
Horas antes era la señora Dalton.
Ahora no era nada.
Solo una mujer acusada, traicionada, rota por una mentira cruel.
Tres días después.Sienna intentó varias veces conseguir el alta, pero los doctores no accedían, le dijeron que estuvo a punto de quedar imposibilitada para tener hijos, y que incluso un segundo embarazo sería muy difícil.Pero a Sienna, ya nada le importaba, solo una cosa, Melody, temía el no volver a verla.En ese instante, Tessa entró. Llevaba una sonrisa cruel en los labios, como si todo esto hubiese sido parte de un plan largamente esperado.—Te lo dije, hermanita… —susurró con veneno—. Nunca ibas a ganarme.Sienna la miró desde la cama de hospital, con lágrimas en los ojos, sin fuerza para seguir luchando.—¿De verdad lo amas tanto, Tessa? ¿Tanto como para destruirme? A mí, a tu hermana…—Sí. —Tessa se inclinó un poco, con la voz baja, pero llena de saña—. Lo amo como a nadie, pero además hay algo más, Sienna… me encanta verte perderlo todo.Sienna cerró los ojos con fuerza. Respiró hondo. Se aferró al último rastro de dignidad que le quedaba.—Entonces quédatelo —dijo, con la v
Afuera, Alexis sentía que se le partía el alma en mil pedazos.Caminaba de un lado a otro como un león enjaulado, se pasaba las manos por el cabello, apenas podía respirar.Entonces, su madre llegó.Lo vio y corrió hacia él, con el rostro tenso y los ojos empañados.—Hijo… ¿Qué pasó? ¿Cómo pudieron hacerle esto?Él no podía responder. Apretaba los puños con fuerza, su mandíbula temblaba. Las lágrimas le quemaban por dentro, pero no caían. Era demasiado orgulloso… o tal vez, simplemente estaba demasiado roto.—Yo… —murmuró, mirando el suelo—. No debí dejarla sola. Algo dentro de mí lo sabía.—Alexis… ella te engañó, sí. Pero no puedo desearle esto. Yo la quise… como a una hija.—Y yo… la sigo amando. ¡Dios! ¡La sigo amando, aunque me haya roto el corazón!Se llevó las manos al rostro, sofocado por la angustia.—¡Sienna! —gritó, mirando hacia el techo como si ella pudiera oírlo—. ¡Te prohíbo morir! ¡No puedes dejarme así, no sin una última palabra, no sin una despedida!Cayó de rodillas
Antes de que pudiera reaccionar, la mujer se abalanzó sobre ella. Sienna cayó de espaldas, golpeándose la cabeza contra el muro. Sintió cómo las manos de la agresora rodeaban su cuello.Estaba tratando de estrangularla.Sienna pataleó, forcejeó, intentó gritar, pero no salía voz.La presión en su garganta le robaba el aire. El miedo le llenó los ojos de lágrimas.Pero entonces, una imagen surgió con fuerza en su mente: Melody. Su hija que la esperaba. Que la necesitaba.No iba a morir. No podía morir.Con una fuerza que no sabía que tenía, alzó las manos y hundió las uñas en los ojos de la atacante.La mujer chilló de dolor y se apartó de golpe, llevándose las manos a la cara.Sienna intentó levantarse, tropezó, trató de correr hacia la puerta abierta... pero no llegó lejos.Un puñetazo la detuvo. La mujer la golpeó con el puño, haciéndola tambalearse, y en ese instante, un guardia entró a la celda. Por un segundo, Sienna creyó que venía a salvarla.—¡Ayúdeme, por favor! ¡Me atacó! ¡I
Sienna negó con fuerza, casi de inmediato.—¡Yo no hice nada! ¡Lo juro por Dios!Pero su voz, aunque firme, temblaba. Todos en el pasillo se quedaron inmóviles, como si el tiempo se hubiese detenido. Solo sus ojos se movían, fijos en ella, inquisidores, condenándola sin un solo juicio justo.—¡Cocinaste el desayuno para las niñas! —gritó Tessa con una mezcla de dolor y rabia—. ¡¿Por qué quieres hacerme esto?! ¡¿Si tanto me odias, por qué no vienes directo a mí?! ¿Por qué hacerle daño a una niña? ¡A mi hija! ¡A Nelly!La voz de Tessa se quebró al final, mientras su madre se interponía con el cuerpo entre su hija Tessa y Sienna.—¡Sienna! —intervino su madre, Mara, con el rostro desencajado y las lágrimas en los ojos—. ¡Dime la verdad! ¿Fuiste tú?Los ojos de Sienna se llenaron de lágrimas de impotencia. Se veía destrozada, traicionada por todos, incluso por su propia sangre.—¡No hice nada! —exclamó con desesperación—. ¿No te cansas de culparme de todo, Tessa? ¿De manipular la historia
—¡Es Nelly! ¡Está muy mal! ¡Se desmayó!El grito provenía de la cocina. La voz era de una de las empleadas, desesperada.Todos corrieron hacia el origen. Tessa fue la primera en reaccionar, sus ojos se agrandaron por el pánico. Por un momento se le borró todo el cinismo del rostro. Su máscara cayó. Su alma de madre tembló.—¡Nelly! —gritó Tessa, corriendo como si el alma se le fuera en cada paso.En el suelo de la cocina, Nelly yacía inconsciente, su pequeño cuerpo flácido, su rostro pálido, con un hilito de sudor frío en la frente. Sus ojos estaban cerrados, sus labios apenas se movían.—¡Hija! ¡Por favor, mi amor, abre los ojos! —gritó Tessa, arrodillándose, tomándola entre sus brazos—. ¡No me hagas esto!Orla intentaba llamar a emergencias, mientras la empleada corría por un paño húmedo.Estela llegó, horrorizada. Alexis también. Nadie entendía qué ocurría.Sienna se quedó de pie, observando la escena con un nudo en la garganta. Melody lloraba en un rincón, abrazada a su osito.—¡¿
Al día siguiente.Apenas abrió los ojos, Alexis sintió un dolor golpeándole el cráneo. La cabeza le palpitaba como si toda la rabia, el insomnio y el dolor se hubieran compactado ahí, exigiéndole recordar lo que, en el fondo, no quería aceptar.Instintivamente, estiró la mano hacia el otro lado de la cama. Solo encontró la sábana fría, arrugada y vacía. Abrió bien los ojos.Ella no estaba.Se incorporó bruscamente, con el pecho apretado, y pasó una mano temblorosa por el rostro. El silencio de la habitación lo rodeó con una crueldad familiar. Se levantó y fue directo al baño, intentando ignorar ese hueco que se ensanchaba dentro de él.El agua de la regadera le cayó como cuchillas de hielo. No logró calmarlo. Se vistió con lentitud.Tomó su corbata. Se quedó ahí, viéndola, sin saber cómo hacer el nudo. Ella solía hacerlo. Sienna. Lo hacía mientras lo besaba, cada mañana, con una sonrisa tímida y esos ojos brillantes que ahora lo evitaban.Ya no lo haría más.Salió de la habitación co
Último capítulo