—¡Es Nelly! ¡Está muy mal! ¡Se desmayó!
El grito provenía de la cocina. La voz era de una de las empleadas, desesperada.
Todos corrieron hacia el origen. Tessa fue la primera en reaccionar, sus ojos se agrandaron por el pánico. Por un momento se le borró todo el cinismo del rostro. Su máscara cayó. Su alma de madre tembló.
—¡Nelly! —gritó Tessa, corriendo como si el alma se le fuera en cada paso.
En el suelo de la cocina, Nelly yacía inconsciente, su pequeño cuerpo flácido, su rostro pálido, con un hilito de sudor frío en la frente. Sus ojos estaban cerrados, sus labios apenas se movían.
—¡Hija! ¡Por favor, mi amor, abre los ojos! —gritó Tessa, arrodillándose, tomándola entre sus brazos—. ¡No me hagas esto!
Orla intentaba llamar a emergencias, mientras la empleada corría por un paño húmedo.
Estela llegó, horrorizada. Alexis también. Nadie entendía qué ocurría.
Sienna se quedó de pie, observando la escena con un nudo en la garganta. Melody lloraba en un rincón, abrazada a su osito.
—¡¿