Antes de que pudiera reaccionar, la mujer se abalanzó sobre ella. Sienna cayó de espaldas, golpeándose la cabeza contra el muro. Sintió cómo las manos de la agresora rodeaban su cuello.
Estaba tratando de estrangularla.
Sienna pataleó, forcejeó, intentó gritar, pero no salía voz.
La presión en su garganta le robaba el aire. El miedo le llenó los ojos de lágrimas.
Pero entonces, una imagen surgió con fuerza en su mente: Melody. Su hija que la esperaba. Que la necesitaba.
No iba a morir. No podía morir.
Con una fuerza que no sabía que tenía, alzó las manos y hundió las uñas en los ojos de la atacante.
La mujer chilló de dolor y se apartó de golpe, llevándose las manos a la cara.
Sienna intentó levantarse, tropezó, trató de correr hacia la puerta abierta... pero no llegó lejos.
Un puñetazo la detuvo. La mujer la golpeó con el puño, haciéndola tambalearse, y en ese instante, un guardia entró a la celda. Por un segundo, Sienna creyó que venía a salvarla.
—¡Ayúdeme, por favor! ¡Me atacó! ¡I