Inicio / Romance / Suplicando tu perdón / Capítulo: Una esposa infiel
Suplicando tu perdón
Suplicando tu perdón
Por: J.D Anderson
Capítulo: Una esposa infiel

El salón estaba decorado con luces doradas, rosas blancas y un enorme letrero de neón que decía “Cinco años de amor eterno”.

Sienna sostenía el cuchillo con una mano, lista para cortar el pastel de tres pisos decorado con perlas de azúcar. A su lado, Alexis Dalton la miraba con una sonrisa que mezclaba orgullo y adoración.

—Felices cinco años juntos, señora Dalton —susurró él, acariciándole el rostro—. Que sean mil más.

—Promesa de amor verdadero —respondió ella, dejando que su corazón se derritiera en ese instante perfecto.

El beso fue tierno, dulce, lleno de complicidad. Los invitados aplaudieron emocionados, brindaron con champán.

Todo era perfecto… hasta que unos pasos resonaron en el mármol del salón, cortando el ambiente como un cuchillo invisible.

Sienna giró el rostro. Una figura alta, vestida de negro, avanzaba con paso firme. Era Tessa.

—¿Tessa? —susurró, sorprendida.

Su hermana menor, la misma que había dicho que no asistiría por estar de viaje.

—Feliz aniversario, querida hermana. Y tú, querido cuñado… —dijo con una sonrisa helada—. Tengo un regalo especial para la pareja favorita de la familia.

Un aplauso seco salió de sus manos y, detrás de la pareja, la pantalla gigante que antes mostraba una imagen familiar con su pequeña hija Melody, cambió abruptamente. El salón enmudeció.

El video comenzó.

Y entonces, todo se rompió.

Allí estaba Sienna… desnuda. Cuerpo expuesto. Piel reconocible. En una cama desconocida.

Un hombre enmascarado la abrazaba por detrás mientras se reía frente a la cámara.

—Hola a todos —decía el hombre con voz distorsionada—. Ella es mi querida amante. Y soy el padre de su hijita, Melody. ¡Saludos, familia Dalton!

El video se apagó. El silencio fue absoluto.

Sienna sintió el mundo caer sobre su pecho. Alexis le soltó la mano como si le quemara. El cuchillo cayó al suelo. El cristal de una copa se rompió. Y el corazón de Sienna también.

—No… —susurró, con voz rota—. Esto no puede estar pasando…

Sus ojos buscaron los de Alexis, desesperados, hambrientos de una señal de confianza. Pero no encontró amor, ni duda. Solo odio. Una furia que parecía brotar desde sus entrañas.

Él dio un paso atrás.

—¿Por qué? —gritó, con los ojos enrojecidos—. ¿Por qué lo hiciste, Sienna? ¡Te di todo! ¡Todo!

—¡Es mentira! ¡Yo no… yo no hice eso! ¡Yo soy inocente!

—¡¿Inocente?! —Tessa carcajeó con crueldad—. Tu amante intentó sobornarme, ¿lo sabías? Por eso vine. Para mostrarle a todos la clase de mujerzuela que eres.

—¡Tessa, soy tu hermana! ¡¿Por qué me haces esto?!

El padre de Sienna avanzó, cruzando el salón, con el rostro desfigurado por la vergüenza.

Levantó la mano y le dio una bofetada tan fuerte que la tiró al suelo. Una segunda cayó antes de que pudiera reaccionar. Iba a patearla, pero Alexis lo detuvo.

—¡Basta! —gruñó Alexis, sujetándolo del brazo. Su pecho subía y bajaba, desbordado por la rabia.

—¡Esa perra traicionó a mi yerno! —bramó el padre de Sienna—. ¡La repudio! ¡No es más mi hija! Señor Dalton, perdone a nuestra familia. Ella será expulsada. ¡Le juro que no nos representa!

Sienna, en el suelo, sintió un hilo de sangre bajar de su nariz.

El gusto metálico se mezcló con sus lágrimas. Su vestido blanco, ese que eligió con tanto amor, ahora estaba manchado.

Se arrastró un poco, levantando la mirada. Su madre estaba a unos pasos, viéndola.

—Mamá… —susurró, buscando el consuelo que tanto necesitaba.

Pero su madre se giró con asco.

—Sienna… eres una desgracia. ¡Una cualquiera! Ya no soy tu madre.

Las palabras la apuñalaron. Se levantó tambaleándose.

—¡Soy inocente! Alexis… por favor… mírame. ¡Créeme! ¡Esto es una trampa, una maldita trampa!

Él se acercó lentamente. Sus ojos eran un abismo oscuro. Tomó su rostro con fuerza entre sus dedos, pellizcando su mejilla.

—Voy a hacer una prueba de ADN. Voy a comprobar si Melody es mi hija. Si no lo es… maldigo el día que te conocí. Y si lo es… juro que jamás volverás a verla.

Sienna cayó de rodillas. La desesperación se convirtió en un grito ahogado.

—¡Por favor! ¡Tú fuiste mi primer hombre! ¿No lo recuerdas? ¿Crees que sería capaz de traicionarte? ¡Te amo, Alexis! ¡A ti y solo a ti!

Por un segundo, solo uno, Alexis pareció dudar. Sus dedos acariciaron su rostro con suavidad, como solía hacer cuando se quedaban dormidos juntos. Pero la voz de Tessa rompió ese instante.

—¡Qué cínica! —gritó, empujándola con rabia—. ¡Te vimos! ¡Desnuda! ¡Con otro hombre! ¡Y aun así tienes el descaro de mentir!

Orla, la hermana de Alexis, se acercó y levantó a Sienna del suelo, solo para apartarla con fuerza después.

—¡Fuera de aquí! —gritó Alexis—. ¡Seguridad, sáquenla! ¡No quiero verla nunca más!

Sienna intentó tocar su brazo.

—¡Alexis!

—¡No me toques! ¡Estás sucia! ¡Eres una traidora!

Los guardias la sujetaron. Ella forcejeó, llorando, gritando su inocencia mientras era arrastrada hacia la salida.

—¡Melody es tu hija! ¡Te lo juro! ¡Soy inocente, Alexis! ¡Por favor! ¡No me quiten a mi hija!

La puerta del gran salón se cerró tras ella, dejándola sola en la calle, bajo la lluvia que recién comenzaba a caer.

Sus piernas cedieron. Cayó de rodillas en el asfalto frío, su vestido mojado pegado a su cuerpo, el maquillaje corrido, el corazón destrozado.

Horas antes era la señora Dalton.

Ahora no era nada.

Solo una mujer acusada, traicionada, rota por una mentira cruel.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
capítulo anteriorcapítulo siguiente
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP