Por un segundo, deseó que todo terminara allí. Pero en lugar de un final, fue un encuentro.—¡Sienna! —gritó Gustavo Sainz, bajando del vehículo como un rayo. Al verla temblando, empapada, rota, su rostro se llenó de una angustia profunda.La abrazó sin pedir permiso, como si con ese gesto pudiera reconstruirla.—Me enteré de todo —susurró.Ella alzó la mirada, los labios le temblaban.—¡Yo no fui infiel! ¡Te lo juro! Jamás… jamás traicioné a Alexis —gritó con voz entrecortada, como una niña a la que nadie cree.—Lo sé —dijo Gustavo con firmeza.Sienna parpadeó, confundida.—¿Tú… me crees?Él asintió, y aunque su sonrisa intentó ser reconfortante, no alcanzó sus ojos.—Te conozco desde los quince años. Siempre supe quién eras. Siempre te amé en silencio… y aun ahora, aun después de todo, creo en ti.Fue entonces cuando Sienna se desmoronó por completo.El llanto brotó de su pecho como un volcán, caliente, salvaje, doloroso.Se aferró a él como a un último respiro. No podía soportar la
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