Inicio / Romance / Suplicando tu perdón / Capítulo: Corazón envenenado
Capítulo: Corazón envenenado

Por un segundo, deseó que todo terminara allí. Pero en lugar de un final, fue un encuentro.

—¡Sienna! —gritó Gustavo Sainz, bajando del vehículo como un rayo. Al verla temblando, empapada, rota, su rostro se llenó de una angustia profunda.

La abrazó sin pedir permiso, como si con ese gesto pudiera reconstruirla.

—Me enteré de todo —susurró.

Ella alzó la mirada, los labios le temblaban.

—¡Yo no fui infiel! ¡Te lo juro! Jamás… jamás traicioné a Alexis —gritó con voz entrecortada, como una niña a la que nadie cree.

—Lo sé —dijo Gustavo con firmeza.

Sienna parpadeó, confundida.

—¿Tú… me crees?

Él asintió, y aunque su sonrisa intentó ser reconfortante, no alcanzó sus ojos.

—Te conozco desde los quince años. Siempre supe quién eras. Siempre te amé en silencio… y aun ahora, aun después de todo, creo en ti.

Fue entonces cuando Sienna se desmoronó por completo.

El llanto brotó de su pecho como un volcán, caliente, salvaje, doloroso.

Se aferró a él como a un último respiro. No podía soportar la idea de que Gustavo le creyera… pero Alexis no.

El hombre por quien había dado todo, por quien había dejado sueños y construido una familia… no le creyó.

—Mañana debo ir a los laboratorios. Alexis quiere una prueba de ADN —dijo entre sollozos—. Cree que Melody… que ella no es su hija.

Gustavo retrocedió, horrorizado.

—¡No! ¡Eso es una locura! Melody es igual a él. Y él… ¡Él la adora! ¿Cómo puede siquiera dudarlo?

Sienna bajó la mirada. También se lo preguntaba cada segundo. El dolor de la desconfianza era peor que cualquier castigo.

—Tengo miedo —susurró.

Gustavo tomó su mano con firmeza.

—Yo te ayudaré. Pase lo que pase, no estás sola.

***

El amanecer llegó con lentitud. Sienna despertó en la habitación de huéspedes del Penthouse de Gustavo.

El cuerpo aún le dolía, como si hubiera pasado la noche en el suelo, y el corazón… bueno, ese parecía que jamás se recuperaría.

Se duchó, se vistió con la ropa que Gustavo le había dejado y bajó a la cocina. Una taza de café tibio esperaba por ella, junto con la noticia de que su amigo ya se había marchado.

Mientras bebía en silencio, su teléfono vibró. Un mensaje.

Era de Alexis.

Frío. Cortante. Un horario, una dirección. Nada más. Como si fueran dos desconocidos que apenas se toleraban.

Una hora después, Sienna llegó a los Laboratorios Sainz en un taxi. Apenas cruzó el umbral, una vocecita familiar quebró su alma.

—¡Mamita!

Melody corrió hacia ella con los brazos abiertos. Sienna la cargó entre lágrimas, abrazándola como si el mundo estuviera a punto de terminar.

Sus ojos buscaron a Alexis. Estaba allí, rígido, de pie, con el rostro tenso. No dijo nada.

—Papito… ¿Estás enojado con mami?

Él suspiró, como si la voz de su hija fuera un látigo.

—No, cariño.

Una enfermera llamó sus nombres.

Entraron los tres, como una familia rota a punto de ser juzgada por la ciencia. El ambiente estaba cargado. Sienna respiraba con dificultad.

—¡No quiero piquete! —gritó Melody.

Alexis se arrodilló.

—Sé valiente, princesa. Papá te dará un caramelo, ¿sí?

La niña sollozó, pero asintió.

Era valiente, como su padre. Sienna observó la escena con el corazón desgarrado. Melody tenía los ojos de Alexis, su mirada intensa… y su cabello rubio era idéntico al de ella. ¿Cómo podía él dudarlo?

Cuando terminaron, una enfermera habló:

—El proceso fue agilizado. Mañana a las cinco de la tarde, el señor Sainz entregará los resultados en persona en la Mansión Dalton.

Sienna apenas pudo asentir.

Afuera, Alexis la enfrentó.

—Mañana, a las cinco. Vuelve a casa.

—¡Alexis! —gritó ella—. Melody es tu hija, te lo juro por todo lo que amo.

Él la miró como si fuera un extraño.

—El problema, Sienna, es que ya no te creo.

Ella se desplomó sobre sus emociones.

—¡No me quites a mi hija! Si lo haces… me estarás matando.

—Debiste pensarlo antes de ser una mujerzuela —espetó—. Melody se quedará conmigo.

—¡No puedes hacerme esto!

—Podrás verla. Pero jamás te perdonaré. Ella no se convertirá en una zorra como tú.

Se dio la vuelta y se fue.

Sienna cayó de rodillas, con un grito mudo que rasgó el silencio del estacionamiento.

***

En el auto, Melody sollozaba.

—Quiero a mami… Tía es mala.

Tessa, sentada a su lado, fingió sorpresa.

—Yo no le hice nada, solo le dije que su mami llora porque cometió un error.

—¡Tía mala!

Alexis la tomó en brazos, furioso.

—¡No vuelvas a decirle nada a mi hija, Tessa!

Ella bajó la mirada, sumisa… por fuera.

Pero por dentro, sonrió.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP