Una alianza forzada. Un amor prohibido. Una guerra silenciosa. Isabella nació para reinar… pero fue robada para obedecer. A los once años, su vida de privilegios terminó en una fría noche de invierno, cuando fue secuestrada por el clan mafioso Di Lazzaro, enemigos eternos de su familia. Ocultaron su nombre. Enterraron su pasado. La prepararon para convertirse en la esposa del heredero: Dante, un joven tan brillante como cruel, tan frío como irresistible. Pero lo que los Di Lazzaro no sabían… es que Isabella y Dante ya se habían conocido en secreto, en otro tiempo, en otra piel. Y que un recuerdo compartido ardería como una brasa escondida bajo los escombros de la traición. Años después, unidos por un pacto que ninguno eligió, ambos deberán navegar una red de mentiras, celos, chantajes y fuego. Cuando otra mujer amenaza con destruirlos desde dentro, Dante toma la decisión más dolorosa: alejarse para salvarla. Pero el amor verdadero no se disuelve en la oscuridad… solo se esconde, esperando el momento para arder de nuevo. Entre sombras y juramentos, se alza una historia donde el poder mata, el deseo consume… y el amor renace en medio del peligro.
Leer másLas primeras órdenes de Isabella fueron discretas, pero firmes. La idea era avanzar poco a poco, hasta tener el control. Así que no consultó a Dante en las decisiones que tomó. No pidió permiso. Solo lo miró, le informó… y él, con un leve asentimiento aceptó. ¿Pero qué más podía hacer si ella ya había actuado? Desde ese momento, Dante supo que algo en ella había cambiado. Y ya no retrocedería.Ordenó una revisión de los libros contables de la flota portuaria. Exigió los reportes de distribución de armamento y pidió auditorías internas que nadie se atrevía a sugerir desde hacía años. Su tono era suave, pero sus palabras cortaban como cuchillas de seda.Una semana después, ya se sabía en los pasillos que Isabella no era una esposa trofeo. Era la nueva mente de la estrategia. Las miradas de los hombres que antes la subestimaban ahora cargaban una dosis de respeto contenida por el miedo. Isabella no levantaba la voz, pero lograba que todos obedecieran. Era el tipo de mujer que no necesita
Desde que la tregua silenciosa entre Isabella y Dante se selló aquella noche de tormenta, la rutina en la mansión parecía menos asfixiante. Pero la calma era solo superficial. Debajo de cada palabra cordial, de cada roce evitado, latía una tensión que ninguno sabía cómo manejar. Era viernes, día de reunión del consejo del clan Di Lazzaro. Isabella no estaba invitada oficialmente, pero en calidad de esposa de Dante —y heredera del clan Borgia—, su presencia era inevitable. Aquel día, los altos mandos se reunieron en el salón de mármol negro, alrededor de una mesa ovalada con sillas talladas en ébano. El ambiente era sombrío y la tensión era palpable en el aire. Dante ocupaba el asiento central, como líder de facto. Isabella se sentó a su derecha. No le dirigió la palabra desde que entraron, pero su mirada vigilante lo decía todo: estaba ahí por ella. Y eso, para los viejos del clan, era un mensaje claro. —Necesitamos reforzar la alianza con los Nakamura. El tráfico en los puertos de
La noche cayó sobre la mansión como un manto de obsidiana. La tormenta que se avecinaba se anunciaba con relámpagos lejanos y un viento que gemía entre las columnas de mármol. Isabella observaba el cielo desde su balcón, con una copa de vino tinto entre las manos y el corazón lleno de preguntas sin respuestas. Las velas titilaban en su habitación como si compartieran su incertidumbre. Minutos después, un trueno estalló con violencia y la luz eléctrica se apagó de golpe. Toda la mansión quedó en penumbras. El sistema de respaldo tardaría al menos una hora en reactivarse. El personal corrió por los pasillos con lámparas de aceite, y los murmullos tensos se colaron por las paredes. Isabella salió de su habitación con una linterna pequeña. Se dirigía a la biblioteca, un espacio que ya sentía suyo. Al pasar por el corredor del ala este, una figura surgió de entre las sombras. Dante. Llevaba una camisa negra desabotonada hasta el pecho, el cabello revuelto y una linterna en mano. La torm
Era la primera vez que Isabella asistía a un evento fuera de la mansión desde el compromiso. La ocasión era una cena diplomática entre clanes aliados en Milán. El salón de mármol del Hotel Il Magnifico estaba cargado de oro, humo de habanos, y miradas que la evaluaban como cuchillas. Iba del brazo de Dante, quien se comportaba como siempre: impecable, silencioso, controlado. Como si nada pudiera tocarlo, ni siquiera ella.Isabella llevaba un vestido negro de satén que resaltaba su silueta, sobrio y elegante, con un broche antiguo en forma de rosa negra. Lo había elegido como mensaje. Las rosas eran bellas, sí, pero también tenían espinas.Durante el cóctel previo a la cena, mientras Dante conversaba con un socio ruso, Isabella se quedó sola junto a la barra. Fue entonces cuando se acercó Marco Bellotti, hijo del jefe del clan de armas del sur. Joven, atractivo y arrogante. Con una sonrisa ladeada, se acercó demasiado.—No sabía que las esposas del norte se servían solas —dijo, rozando
La mansión Di Lazzaro tenía más de cuarenta habitaciones, pero solo dos personas habitaban el ala este: Isabella y Dante. Aquel ala era la más antigua, la más silenciosa, donde los cuadros de los antepasados parecían observar con juicio cada paso dado. Allí no se escuchaban risas. Ni discusiones. Solo pasos apagados y puertas que se cerraban con cautela.El matrimonio no fue consumado. No por falta de oportunidad, sino por una promesa escrita con tinta oscura y rabia contenida. Él no la tocaría sin su voluntad. Ella no se entregaría sin certeza. Así comenzaron a convivir. Como dos piezas de porcelana sobre una repisa que nadie se atrevía a romper. Frágiles. Perfectas. Inalcanzables.Cada mañana, Isabella despertaba antes del alba. Las cortinas de terciopelo dejaban entrar apenas una línea de luz. Tomaba té de jazmín, se sentaba en su escritorio frente al ventanal y repasaba libros de estrategia política, tratados de guerra, psicología del poder. No era por gusto. Era por necesidad. Po
Habían pasado seis inviernos desde aquella tarde en que Isabella fue robada del mundo que conocía. Había crecido entre sombras, entrenamientos, idiomas, y silencios estratégicos. Y aunque su cuerpo florecía como el de una mujer, dentro aún sobrevivía la niña que esperaba un rescate que jamás llegó.Una mañana sin sol, la señora Di Lazzaro la llamó a la biblioteca. La atmósfera era tensa, cargada de incienso y poder.—Es hora —dijo la matriarca con su voz filosa—. La paz se sella con sangre, uniones y promesas... Serás la esposa de Dante. El compromiso es esta noche.Isabella se estremeció, sintió que el mundo le caía sobre los hombros. Había sospechas, murmullos… pero la confirmación fue como una bofetada sin manos. Esperaba que ese día nunca llegara, pero no fue así y nada podía hacer. No lloró. Solo alzó su cabeza y su delicado rostro sin mostrar ni una sola expresión, hizo un pequeño movimiento. Asintió. Pero por dentro, su alma se encogía. En ese instante, supo que jamás volvería
Último capítulo