Era la primera vez que Isabella asistía a un evento fuera de la mansión desde el compromiso. La ocasión era una cena diplomática entre clanes aliados en Milán. El salón de mármol del Hotel Il Magnifico estaba cargado de oro, humo de habanos, y miradas que la evaluaban como cuchillas. Iba del brazo de Dante, quien se comportaba como siempre: impecable, silencioso, controlado. Como si nada pudiera tocarlo, ni siquiera ella.Isabella llevaba un vestido negro de satén que resaltaba su silueta, sobrio y elegante, con un broche antiguo en forma de rosa negra. Lo había elegido como mensaje. Las rosas eran bellas, sí, pero también tenían espinas.Durante el cóctel previo a la cena, mientras Dante conversaba con un socio ruso, Isabella se quedó sola junto a la barra. Fue entonces cuando se acercó Marco Bellotti, hijo del jefe del clan de armas del sur. Joven, atractivo y arrogante. Con una sonrisa ladeada, se acercó demasiado.—No sabía que las esposas del norte se servían solas —dijo, rozando
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