PASIONES PELIGROSAS, Tentando al Mafioso

PASIONES PELIGROSAS, Tentando al MafiosoES

Mafia
Última actualización: 2025-06-25
Ría Luxuria  Recién actualizado
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Resumen
Índice

Emilia Collins nunca imaginó que su vida daría un giro oscuro y peligroso tras la desaparición de su hermana menor, Ana. En su búsqueda por descubrir la verdad, se adentra en los rincones más sombríos de Crestview, una ciudad donde las luces de neón esconden secretos y las sombras albergan enemigos. Su camino la cruza con Alexander Sidorov, un magnate envuelto en un aura de misterio y poder. Con un pie en los negocios legítimos y el otro en un mundo clandestino lleno de traiciones, Alexander es tanto su mayor esperanza como su peor amenaza. A medida que sus destinos se entrelazan, las líneas entre el bien y el mal, la pasión y la venganza, comienzan a desdibujarse. En un mundo donde confiar puede ser mortal, Emilia deberá decidir hasta dónde está dispuesta a llegar por justicia, y Alexander deberá enfrentar una verdad ineludible: algunos amores son demasiado oscuros para sobrevivir bajo la luz. Entre fiestas cargadas de peligro, traiciones que desgarran el alma y un amor que desafía todas las normas, ambos exploran los límites de una pasión peligrosa que se tambalea entre la redención y la perdición, dejando una pregunta al descubierto: ¿pueden dos almas marcadas encontrar un futuro, o están destinadas a destruirse mutuamente?

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Capítulo 1

Capítulo 1: Las sombras del pasado

El aire en el apartamento de Emilia Collins estaba impregnado de silencio, interrumpido solo por el zumbido ocasional del viejo ventilador que giraba perezosamente en el techo. A pesar de este, parecía que el tiempo se había congelado dentro de esas paredes si se ignoraba la presencia de la joven pelinegra sentada frente al espejo del pequeño tocador.

El minúsculo recinto exudaba un aura densa y estancada, cualquiera que mirara el lugar con detenimiento notaría la pesada y sombría presencia del resentimiento y la desdicha en cada rincón.

La joven mujer terminaba de peinar su cabello, recogiéndolo en una alta cola de caballo; sus ojos, cansados y un poco hundidos, no podían evitar desviarse, ya fuese por costumbre o por inercia, en dirección a la pequeña y desgastada foto encajada a un lado del marco del espejo.

La imagen de dos chicas sonrientes, reflejo de días más simples, era el único toque cálido del lugar.

En la foto, el rostro de Ana, su hermana menor, era un recordatorio constante del propósito que había guiado los últimos dos años de su vida: encontrarla. Emilia sintió una opresión en el pecho, un dolor sordo que, de tanto sentirlo en los últimos dos años, ya se había entumecido, haciéndose casi inmune a él.

Quería ver… necesita saber… ¿Ana estaba viva? Y si no lo estaba, al menos precisaba conocer las respuestas sobre su desaparición.

Por fin, esa noche, después de casi dos años, regresaría al lugar donde todo había comenzado.

El departamento era pequeño y todo dentro de él estaba ordenado casi obsesivamente, atestiguando la necesidad compulsiva de evitar el cambio. Las paredes blancas, apenas decoradas, reforzaban una sensación de vacío, de una vida interrumpida en pausa. Emilia quería que cuando su hermana volviese notara que nada había cambiado, que ese era su hogar, que solo ella podía traer vida a ese espacio.

Emilia se puso en pie, pasó los dedos por el borde de su nuevo —y a la vez viejo— uniforme, ajustando los pliegues de los puños de la camisa con movimientos mecánicos, como si el ritual pudiera devolverle el control sobre su mundo. Sus pensamientos, sin embargo, eran menos dóciles, detrás del rostro inexpresivo se desataba una vorágine, en el que la culpa y la ira se daban un festín con las memorias de sus tiempos felices.

Recordó las tardes compartidas con Ana, las risas y las confidencias, y cómo esas memorias se habían convertido en fantasmas que la perseguían día y noche.

Vació sus pulmones de aire buscando soltar esas emociones embotelladas, no aspiró hasta que sintió que su cabeza comenzaba a perder lucidez por la carencia de oxígeno. Se ciñó el suéter que descansaba en el espaldar de la silla, ajustó la solapa y cerró la cremallera a la vez que echó un vistazo rápido al reloj de pared: las seis quince, tenía el tiempo justo para alcanzar el autobús.

Agarró su bolso y se dirigió a la puerta, echando una última mirada a su apartamento antes de salir. Todo estaba en su sitio, nada fuera de lugar. Emilia no ocultaba su necesidad obsesiva, una que había desarrollado en los últimos meses para mantener su mente ocupada y no caer en el abismo.

Llegó justo a tiempo para subir al autobús, el trayecto hacia Mercantile Quarter era largo, de aproximadamente cuarenta minutos. Tuvo la suerte de encontrar un asiento vacío. El vaivén del autobús ofreció a Emilia el tiempo necesario para calmarse y poner su cabeza en orden. El zumbido del motor y las conversaciones apagadas de los pasajeros se convirtieron en un ruido blanco que permitía que sus pensamientos vagaran. Miró por la ventana durante todo el trayecto, las luces de la ciudad reflejándose en los cristales, dibujando largos haces de luces multicolores que desdibujaban los contornos de la ciudad, pero le otorgaban vida a la noche.

El sonido de una notificación interrumpió sus pensamientos. Era un mensaje de W******p del Detective Hayes:

[Emilia, ten cuidado. En ese mundo, la curiosidad puede ser mortal. Ana no hubiese querido que perdieras tu vida por su causa.]

Sus dedos temblaron ligeramente al leerlo. Gabriel Hayes había sido el detective encargado del caso de Ana al principio, pero con el tiempo, y tras los innumerables callejones sin salida, la investigación oficial había sido archivada.

No importó cuánto hizo Emilia, cuantas pistas siguió ni cuanta evidencia entregó; al final de cada ruta, se topó con una fuerza invisible que truncó sus esfuerzos. Aun así, el buen detective seguía apoyándola de manera extraoficial. Sin embargo, sus advertencias constantes solo lograban llenarla de una ansiosa determinación de llegar al final.

Entre más se opusiera el mundo, más insistiría Emilia.

Dos años de intensas búsquedas la llevaron de vuelta a su antiguo empleo, Emilia había ido de bar en bar, de restaurante en restaurante, buscando alguna señal de Ana. Desde los lugares más tétricos y peligrosos hasta los más elegantes, que escondían su inmundicia detrás de sedas, cristales y costosas bebidas.

En esos veinticuatro meses había visto un lado cruel y oscuro de la naturaleza humana, sin embargo, eso no la detuvo de continuar.

Mientras guardaba el teléfono en el bolsillo del suéter, un pensamiento cruzó su mente: «¿Y si esta vez sí logro encontrar algo?» Durante dos años había buscado sin descanso, pero la esperanza se mantenía tambaleante, un hilo tenue que a veces sentía que estaba a punto de romperse. Cerró los ojos por un instante, intentando aplacar el nudo que se formaba en su garganta. El autobús se detuvo con un chirrido y en la pantalla se anunció el nombre de la parada; Emilia bajó, enfrentándose al bullicio y las luces de Mercantile Quarter.

Caminó las pocas cuadras necesarias para alcanzar el restaurante. Se detuvo delante de la impresionante fachada, apretando las mandíbulas con fuerza hasta el punto de que los dientes comenzaron a dolerle.

Estaba de regreso… Y esta vez descubriría la verdad.

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Capítulo 1: Las sombras del pasado
Capítulo 2: El favor del destino
Capítulo 3: Aprecio por un servicio impecable
Capítulo 4: Marcas de carmín
Capítulo 5: Advertencias en la noche
Capítulo 6: La belleza de los ojos sin vida
Capítulo 7: Lujo y decadencia
Capítulo 8: Encuentro entre enemigos
Capítulo 9: Tanteando los límites (1)
Capítulo 10: Tanteando los límites (2)
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