Sinopsis En las sombras del poder en Nueva York, Cole Dubois reina sin cuestionamientos. Frío, calculador y en control absoluto de su vida, ha aprendido que los lazos emocionales son una debilidad que no puede permitirse. A sus cuarenta años, sus noches están marcadas por mujeres maduras e inteligentes que entienden las reglas: un encuentro, ninguna promesa, un adiós al amanecer. Pero entonces, aparece ella. Valentina Sorrento, veinte años y una maleta cargada de sueños, dejó atrás su país y un pasado que no piensa revivir. En su primer trabajo en la ciudad, no esperaba cruzarse con un hombre que parece personificar todo lo que desprecia: arrogancia, poder y control. Para su desgracia, también es su jefe y el tío de su idiota ex. Y mucho peor… es terriblemente atractivo. Ella lo desafía como nadie más se ha atrevido. Él no puede sacarla de su mente. Pero ambos guardan secretos. Oscuros. Pesados. Secretos que podrían destruir lo que intentan construir o salvarlos de sí mismos. En una danza de deseo, poder y vulnerabilidad, dos almas heridas chocan en un juego peligroso. Él cree tener el control. Ella no se dejará someter. ¿Podrán enfrentarse al fuego que desatan el uno en el otro o sus secretos los consumirán?
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Valentina se acomodó el cabello frente al espejo del pasillo, intentando calmar los nervios. La amiga de su tía la había acogido desde que llegó a Nueva York, pero no esperaba que la señora Giulia, le consiguiera un trabajo tan rápido. ¡Acababa de llegar de otro país! —Es solo un empleo como secretaria, cariño —le había dicho Giulia esa mañana, mientras Valentina desayunaba apresurada—. Pero es en una inmobiliaria importante. El jefe es un hombre encantador, se llama Alessandro Greco. Joven, guapo y, lo más importante, soltero. Valentina solo sonrió nerviosa. Lo último que quería era mezclarse con alguien. Estaba en Nueva York para empezar de nuevo, no para cometer los mismos errores del pasado. El primer día en la inmobiliaria fue un torbellino. Alessandro Dubois resultó ser tan guapo como prometía su nombre italiano: alto, con cabello oscuro y ondulado, y una sonrisa que podría derretir el hielo. —Bienvenida, Valentina —le había dicho en cuanto ella llegó a su oficina—. Espero que no te intimiden los retos. —No, señor Dubois. Estoy lista para aprender —respondió, con la mejor sonrisa profesional que pudo reunir. A partir de ahí, Alessandro no perdió tiempo en conquistarla. Le enviaba flores a la oficina, la sorprendía con chocolates caros y la invitaba a cenas exclusivas, le regaló 999 rosas rojas el día que ella aceptó. A pesar de sus reticencias iniciales, Valentina no pudo evitar enamorarse. Alessandro era atento, divertido y apasionado. Finalmente, él le dio una copia de la llave de su departamento, diciendo que confiaba en ella como en nadie más. —Hazlo tuyo cuando quieras —le dijo con una sonrisa cautivadora. Una tarde, Valentina decidió sorprenderlo después del trabajo. Había comprado mariscos frescos y planeaba preparar una cena romántica. Este era el día. Entró al apartamento con entusiasmo, imaginando la cara de Alessandro al ver lo que había preparado cuando llegara de la junta en la que le dijo que estaría hasta tarde. Pero su sonrisa se desvaneció en el instante que abrió la puerta. Había ropa tirada por toda la entrada, zapatos de tacón mezclados con pantalones y camisas desparramados como si una tormenta los hubiera dejado allí. Valentina avanzó lentamente, con el corazón latiendo como un tambor. Siguió las “migas de pan” hasta la sala, y allí lo vio: Alessandro, desnudo, encima de una morena de cabello rizado, manteniendo sus piernas bien abiertas y moviéndose como si su vida dependiera de ello. —Sí, cariño así —dijo el hombre— que putita eres, cómetela toda. —Ah... sí, si, justo ahí —gritaba la mujer. —Vente para mí, cariño —gruñé el hombre, mientras la taladraba de manera incesante. El gemido de la mujer se transformó en un grito al notar la presencia de Valentina. —¡Oh, Dios! —exclamó, mientras intentaba cubrirse con una manta del sofá. Alessandro se giró lentamente, sus ojos reflejando primero sorpresa, luego… fastidio. —Pensé que era mi tío —dijo con desdén y alivio, como si la interrupción fuera una molestia menor. "¿Qué tío?" pensó Julieta. Valentina sintió cómo la rabia le subía por las venas. Tragó saliva, intentando mantener la compostura, aunque sus manos temblaban. —Oh, no se detengan por mí —dijo, con una sonrisa cargada de veneno—. Después de todo, no puedes dejar un “coño caliente” por tu ex novia, ¿verdad, Alessandro? —¿Ex novia? —preguntaron ambos al unísono, con una mezcla de incredulidad y temor. —No seas exagerada, Valentina ni siquiera me dejas tocarte —se quejó Alessandro. —¿Exagerada? entonces porque tienes tres meses sin sexo ya estás buscando cualquier puta —afiemó con desagrado— me das asco —lo miró con ganas de vomitar. —Tengo necesidades que aliviar —se excusa Alessandro. Valentina se inclinó ligeramente hacia ellos, escupiendo al suelo con desprecio. —Patético. Se dio la vuelta, dejando caer la bolsa de compras en la alfombra impecable haciendo un desastre con los mariscos el vino y todo lo demás y salió sin mirar atrás. "Pensaba tener sexo con él justo hoy" pensó con amargura. No era que no quería tener sexo o que fuera virgen simplemente quería esperar un poco y estar segura de que él... bueno ya no importa ¿verdad? La vida de Valentina había cambiado drásticamente desde que Alessandro, su jefe, había comenzado a restregarle su nueva conquista en la cara. El hecho de que solo hubiera estado tres meses trabajando en esa inmobiliaria y ya fuera conocida como “la ex secreta” le resultaba irónico y doloroso. Cada día que pasaba, Alessandro cargaba de trabajo a Valentina y, al mismo tiempo, se pavoneaba con su nueva novia, Sara, delante de ella. Lo que más la frustraba era que, a pesar de sus esfuerzos por mantenerse profesional, no podía evitar que su mente volviera a lo que hubiera sido, lo que pudo haber sido si las circunstancias hubieran sido diferentes. No, no se había acostado con Alessandro, aunque en muchas ocasiones lo había pensado, pero lo había evitado, convencida de que un encuentro sexual solo complicaría las cosas aún más. Sin embargo, con Sara ahora en su vida, Valentina sentía que sus esfuerzos habían sido en vano. Sara, por su parte, no perdía oportunidad de hacerle comentarios cargados de desdén, de insinuar que Valentina había perdido su oportunidad, y eso la sacaba de quicio. Sin embargo, lo que Valentina había aprendido a hacer con el tiempo era ignorar los ataques de Sara. Hasta ese día. Valentina estaba en el baño, tratando de recobrar fuerzas antes de volver al trabajo. El día había sido largo, y la presión de ver a Alessandro y Sara juntos le estaba pasando factura. Mientras se miraba al espejo, escuchó la puerta abrirse detrás de ella. —Aléjate de Alessandro. Sé lo que estás haciendo —dijo Sara, interrumpiendo su solitaria reflexión. Valentina se giró con una mezcla de sorpresa e incredulidad. Sara, con su mirada desafiante, avanzó hacia ella con aire de superioridad. —¿Qué es lo que hago? —respondió Valentina, con tono desafiante, aunque por dentro estaba a punto de explotar. Sara la miró fijamente, disfrutando de su poder sobre Valentina. —Ya lo sabes. Quieres meterte en su cama, pero lo desaprovechaste. Esperaste mucho tiempo para acostarte con él y ahora es mío —dijo con un tono de triunfo, como si ya hubiera ganado la batalla. Valentina no pudo evitar rodar los ojos, aunque su furia estaba a punto de estallar. Pero lo que sucedió a continuación fue lo que Valentina nunca esperó. Sara, en un giro inesperado, se desplomó al suelo. Fue como si alguien la hubiera empujado con fuerza, pero no había nadie cerca. Valentina miró a su alrededor, perpleja, y antes de que pudiera hacer nada, dos mujeres entraron al baño, sus rostros congelándose al ver la escena. —¿Qué le pasó? —preguntó una de ellas, mirando a Valentina con desconfianza. —No lo sé… estaba hablando con ella y de repente… —Valentina empezó, pero la preocupación en sus ojos no pasó desapercibida. Intentó dar un paso atrás, sin saber si estaba involucrada en algo que la haría parecer culpable. Una de las mujeres se inclinó sobre Sara, intentando verificar si estaba bien. —¡Busca ayuda! —gritó la otra, alarmada. Valentina, todavía en shock, dio un paso hacia atrás, sintiendo cómo la tensión crecía en el aire. Fue entonces cuando escuchó los pasos apresurados de Alessandro y su presencia imponente llenó el pasillo. —¿Qué está pasando aquí? —preguntó Alessandro, al ver a las dos mujeres arrodilladas junto a Sara, intentando reanimarla. Antes de que Valentina pudiera explicar, las mujeres respondieron. —Se desmayó, jefe. Valentina estaba con ella cuando ocurrió. Alessandro miró a Valentina con una dureza en los ojos que no le gustó nada. Su mirada pasó de una a otra, y Valentina sintió que todo se volvía en su contra. —¿Tú estabas con ella? —preguntó, como si ya tuviera una idea formada. —Sí, pero no le hice nada —respondió Valentina, intentando mantener la calma. Pero la situación no la favorecía. En cuestión de segundos, Alessandro se dirigió al baño y las dos mujeres se apartaron, permitiéndole espacio. Valentina, en un intento de huir del lugar, se retiró hacia su escritorio, pero la tensión era palpable. En su interior, la ansiedad la estaba devorando. Sabía que todos los ojos estaban puestos en ella, y no tenía idea de cómo salir de esta. Alessandro apareció nuevamente en el pasillo, pidiendo que llamaran a una ambulancia. Su rostro, normalmente tan seguro y arrogante, ahora estaba tenso, y Valentina no pudo evitar notar que su actitud había cambiado. “Genial”, pensó Valentina, “ahora soy la sospechosa”.11Valentina—Oh ¿sí? —cuestiona mi jefe— ¡qué bien!Su alegría me daba escalofríos y no me gustó para nada, preferí irme de nuevo a mi cómodo y solitario nido lleno de un montón de papeles, menos mal que el innombrable no ha entrado a lo que en verdad era su oficina, sigo con mis cuentas y papeles por acomodar, esta vez me pongo audífonos y decido escuchar animals, de Maroon 5.Al cabo de un rato, Nancy entra y me hace señas, me quito los audífonos y me pide que vaya a una reunión, y ve mi cara de circunstancias.—Tranquila Tina, el señor Cole te va a llevar y a traer, la reunión es importante, es un pez gordo y normalmente se hace una transferencia, pero hay un problema con una de las cuentas y el cliente se siente más seguro viendo la casa por ellos mismos —suelta un suspiro cansancio, yo le sonrió para reconfortarla y tomo las llaves de la casa que me tiende y me apresuré a tomar mi cartera para salir.Rápidamente las coloco en mi bolsillo y le agarro las manos para tranquilizarla
10Cole Estaba en una reunión con Nancy, lo que me tenía aun más preocupado era su solicitud. Mi mente seguía envuelta en esa chica que sigue en mi oficina.“¿Habrá escuchado lo que hablé con mi subordinado?”—Necesito tiempo para hacer unos trámites, también es ese el motivo por el que te llamé —me habla Nancy.—De aquí a dos meses te faltaría poco para que tu hija nazca, así que no creo que vuelvas en pocos meses —apunté a la verdad no dicha.El gran elefante rosa en la oficina.—Lo sé, señor Dubois, pero sabe que necesito arreglar los papeles de mi migración y eso toma tiempo, voy a venir, pero parcialmente —me dice con algo de miedo.La miré largo rato tratando de descifrar que hacer y que no, no podía tenerla de un lado a otro, no soy tan hijo de puta… al menos con algunas personas.—Mejor tomate una excedencia hasta después que nazca tu bebé, —le dije como una orden, no aceptaba un no esta vez— te necesito aquí al 100% cuando regreses, yo me encargo del manejo esos mese
9ColeEsa mujer lograba lo que ni un hombre apuntándome con un arma podía. Sacarme de sus casillas.“Lo siento señor ¿Lo siento? Ella no siente nada” aún estoy molesto por su diatriba y luego venir con disculparse conmigo. La chica es la más hermosa e inocente que he conocido en mi vida, sin embargo, no le contesté. No pude.¿Qué iba a decirle?Era una chica demasiado insolente y altanera, y su belleza me distraía mucho, en vez de despedirla me dieron ganas de sentarla en mis rodillas y hacerla pagar, mi miembro pulsa por la maravillosa idea.—Esta bien, señor —me preguntó un empleado y solo asentí y lo despedí.“¿Qué es lo que le pasa? Lo que pedí no es tan difícil o ¿sí?” pienso molesto, no estoy acostumbrado a que me discutan mis órdenes y ella lo ha hecho desde que la conocí.Cuando salí de la oficina vi a mi hermana hablando no solo con el personal, de nosotros dos ella era la más sociable, le encanta el chisme y ponerse al día, así que la evito a toda costa mientras me pongo al
8Valentina—Ya sé todo, los chismes corren rápido como pólvora en este lugar, me dijeron que pusiste a mi feo hermano en su lugar y que mi hijo adoptivo anda de grosero con la nueva secretaria —habla rápido aclarando y esperando a ver mi reacción, pero puse mi mejor cara de póker— no te conozco, pero soy tu fan.—¿Hermano? ¿hijo adoptivo? —pregunté sin saber bien que decir.¡Ja! Y yo que pensé que era la novia del jefe, mi yo interno se emociona porque no es una novia modelo del jefe, jamás admitiré eso, aunque no sé muy bien porque.Devuelvo mi atención de nuevo a la chica y me presento obviando mi verdadero apellido, aunque Sorrento, es el apellido de mi madre.—Hola, mucho gusto soy Tina, en realidad es Valentina Sorrento, pero de la otra forma es mejor para mí —le regalé una sonrisa grande— en cuanto a su familia... —hice una mueca.Decidí desde ya que ella me cae bien y me relajo un poco a su alrededor.—Lamento lo de mi hermano y mi hijo, no están acostumbrados a que le digan q
7Valentina“¡Alguien que me calle!” pensé. Mi boca siempre ha tenido este caso grave de vida propia.El jefe irradia molestia, pero no me lo hace saber concretamente.—Bien, termina lo más que puedas, de ahora en adelante vas a llegar directo a mi oficina para arreglar esto —ordena, poniéndose de pie de manera fluida, mi mirada pecadora vaga por su esculpido cuerpo y santo Dios— y espero no estes de vaga, odio eso.Se alejo de mí y solté un respiro que yo no sabía que estaba conteniendo.—Por supuesto, que pesado eres ¿crees qué soy una irresponsable de mierda? —me levanté de un salto, puse mis manos en la cadera y él cruza las manos en su pecho y yo continué sin poder detenerme hablé en perfecto español— mire es mejor dejar las cosas así —espeté molesta, por segunda vez en el día y por culpa de mi jefe.—¿Qué dijiste? —pregunta— dilo en mi idioma, princesa —enmarcó la palabra “princesa”—Que aquí estaré como usted me ordena, muy puntual, no pensaba dejar mi trabajo a medias, señor —
6ValentinaPeino y seco con un secador mi melena larga y rubia luego de ducharme esa mañana, mi cabello es un rubio natural, largo y ondulado, luego de quedar a gusto con el resultado voy a vestirme rápido.—Te ves bien, nena —me dije a mí misma en el espejo y luego reí alegremente. Ya no me sentía tan mal por haber terminado con el idiota de mi jefe, de hecho, me siento aliviada por no haberme acostado con él.Decido al final dejarme el cabello suelto, a veces mi cuerpo llama mucho la atención, nunca me gusto eso de llamar la atención, todos me veían como un objeto que solo se admira y eso me sacaba de quicio, aunque ya estaba acostumbrada a ese hecho. Me puse la mejor ropa que tengo para ir al trabajo y salí de mi habitación temporal.Estaba muy emocionada y busqué a Valeria en la cocina, desayunamos entre cuentos y risas, le cuento un poco de lo que es mi trabajo el día de hoy.—No es nada complicado, Valeria solo soy la secretaria en la oficina de agencias de bienes raíces, fue e
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