Isabella Moretti, hija única de un temido capo de la mafia, ve cómo su vida cambia en un abrir y cerrar de ojos cuando su padre es asesinado. De repente, se ve obligada a tomar las riendas del imperio criminal que él dejó atrás, enfrentándose a amenazas, traiciones y a la implacable presión de quienes buscan aprovecharse de su juventud y su fragilidad. Sin embargo, lo que Isabella no espera es el destino que la une al hombre que siempre ha estado a su lado, su guardaespaldas, Luca. Entre los dos existe una atracción peligrosa, un deseo prohibido que desafía todo lo que ella ha conocido, pero también todo lo que debe proteger. En este mundo donde la lealtad se compra con sangre y cada paso está marcado por el peligro, el amor se convierte en una condena fatal. La lucha por el poder, el control y la pasión se entrelazan en un juego mortal donde solo uno puede sobrevivir.
Leer másLUCAEl cementerio de Palermo siempre me pareció un lugar extrañamente pacífico. Irónico, considerando cuántas de las personas que descansan aquí murieron de forma violenta. Los cipreses se mecen suavemente bajo el cielo siciliano, proyectando sombras alargadas sobre las lápidas de mármol. Camino un paso por detrás de Isabella, como siempre lo he hecho, pero ahora por respeto, no por deber.Han pasado cinco años desde que todo cambió. Cinco años desde que dejamos de ser guardaespaldas y protegida para convertirnos en algo más complejo, más peligroso y, paradójicamente, más hermoso.Isabella se detiene frente a la tumba de su padre, Salvatore Moretti. La lápida, imponente y sobria, contrasta con el hombre que fue en vida: excesivo, temperamental, implacable. A su lado, la tumba más reciente de su madre, fallecida hace apenas dos años de un cáncer que la consumió con la misma voracidad con la que ella consumió su vida entre excesos y remordimientos.—Matteo, ven aquí —llama Isabella co
IsabellaLa tinta negra se desliza sobre el papel marfil como sangre sobre nieve. Mis dedos, antes delicados, ahora endurecidos por el gatillo y las decisiones imposibles, sostienen la pluma con firmeza. La habitación está en silencio, solo interrumpido por el ocasional crujido de la madera antigua y el susurro de mi respiración. El despacho de mi padre —ahora mío— parece observarme con la misma intensidad con la que él solía hacerlo.Miro mi mano izquierda, donde una fina línea roja atraviesa mi palma. La navaja descansa junto al tintero. Tradición Moretti: sangre y tinta. Como mi padre lo hizo antes que yo.---*Para mi hijo, sangre de mi sangre:**Cuando leas estas palabras, quizás yo ya no esté. O tal vez sí, con el rostro marcado por los años y las manos manchadas de decisiones que nunca imaginé tomar. No sé qué versión de mí conocerás, pero quiero que sepas quién fui antes de ser quien soy.**Me llamaban la princesa Moretti. La niña de los ojos de Salvatore, el capo que hacía te
LucaLa noche caía sobre Milán como un manto de terciopelo negro. Desde mi posición, podía ver las luces de la ciudad brillando como estrellas caídas. Había elegido este edificio abandonado con precisión milimétrica: tenía visibilidad directa al restaurante donde Isabella cenaba con los Rossi, supuestos aliados que, según mis fuentes, planeaban traicionarla esta misma noche.No le había dicho nada. Esta vez, no.Ajusté el rifle de francotirador, sintiendo el frío metal contra mi mejilla. A través de la mira, podía ver a Isabella, radiante en su vestido rojo sangre, sonriendo con esa falsa cordialidad que había perfeccionado en los últimos meses. Parecía una reina entre serpientes. Mi reina.—Posición confirmada —murmuré al intercomunicador. Cuatro de mis hombres más leales estaban distribuidos estratégicamente alrededor del restaurante. Esta operación era mía, planificada hasta el último detalle.—Movimiento sospechoso en la entrada trasera —respondió Marco, uno de mis hombres.—Mante
IsabellaEl reflejo en el espejo me devolvía una mirada que ya no reconocía como propia. Mis ojos, antes ingenuos, ahora escrutaban con la frialdad calculadora que había heredado de mi padre. Me ajusté el traje negro —sastre italiano, corte impecable— mientras repasaba mentalmente el discurso que daría en menos de una hora. Hoy no era cualquier día. Hoy la hija de Salvatore Moretti dejaría de ser una simple heredera para convertirse en la arquitecta de un nuevo imperio.—¿Estás lista? —La voz de Luca interrumpió mis pensamientos. Estaba apoyado en el marco de la puerta, con esa postura relajada que contrastaba con la tensión permanente en sus ojos.—Nunca se está lista para revolucionar un imperio criminal —respondí, aplicándome un último toque de labial rojo—. Pero tampoco hay vuelta atrás.El salón principal de la mansión Moretti había sido transformado. La larga mesa de caoba donde mi padre solía presidir sus reuniones había desaparecido. En su lugar, dispuse un espacio circular co
LucaEl cementerio estaba vacío cuando llegué. Era mejor así. No quería testigos para lo que estaba a punto de hacer. El cielo de Sicilia se extendía sobre mí como un manto gris, amenazando con lluvia pero sin decidirse a descargarla. Típico de esta isla: incluso el clima parecía contener sus emociones.Caminé entre las lápidas hasta encontrar la que buscaba. No había venido en años. La última vez fue cuando tenía diecisiete, justo antes de marcharme a América. Ahora, la tumba de mi padre lucía descuidada, con algunas malas hierbas creciendo alrededor del mármol desgastado. Me arrodillé y arranqué los hierbajos con mis manos desnudas, sintiendo la tierra húmeda bajo mis uñas."Hola, papá," murmuré, sintiéndome ridículo al instante. Nunca había sido un hombre de palabras, menos aún para los muertos. Pero Isabella me había enseñado que algunas heridas solo sanan cuando las expones al aire.La lápida era simple: "Matteo Ricci, 1950-1998". Ni una palabra sobre quién fue, qué hizo, a quién
IsabellaEl amanecer se filtraba por las cortinas de mi habitación cuando abrí los ojos. Un día más en el imperio que había heredado, un día más cargando el peso de un apellido que significaba tanto poder como peligro. Me incorporé lentamente, observando el espacio vacío junto a mí. Luca había salido temprano, como siempre que teníamos una reunión importante. Su disciplina era inquebrantable, algo que admiraba profundamente de él.Me vestí con un traje negro ajustado, mi armadura para enfrentar el mundo. Mientras me aplicaba el labial rojo —mi marca personal—, observé mi reflejo en el espejo. Ya no quedaba nada de aquella joven ingenua que alguna vez fui. Mis ojos habían endurecido, mi postura exudaba autoridad. Me había convertido en lo que mi padre siempre quiso: una Moretti de pies a cabeza.El teléfono vibró sobre la cómoda. Era un mensaje de Marco, mi consejero más cercano después de Luca. "Todo listo para la reunión. Te esperamos en la sala de conferencias."Bajé las escaleras d
Último capítulo