Isabella
La tinta negra se desliza sobre el papel marfil como sangre sobre nieve. Mis dedos, antes delicados, ahora endurecidos por el gatillo y las decisiones imposibles, sostienen la pluma con firmeza. La habitación está en silencio, solo interrumpido por el ocasional crujido de la madera antigua y el susurro de mi respiración. El despacho de mi padre —ahora mío— parece observarme con la misma intensidad con la que él solía hacerlo.
Miro mi mano izquierda, donde una fina línea roja atraviesa mi palma. La navaja descansa junto al tintero. Tradición Moretti: sangre y tinta. Como mi padre lo hizo antes que yo.
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*Para mi hijo, sangre de mi sangre:*
*Cuando leas estas palabras, quizás yo ya no esté. O tal vez sí, con el rostro marcado por los años y las manos manchadas de decisiones que nunca imaginé tomar. No sé qué versión de mí conocerás, pero quiero que sepas quién fui antes de ser quien soy.*
*Me llamaban la princesa Moretti. La niña de los ojos de Salvatore, el capo que hacía te