Mundo de ficçãoIniciar sessãoArmyn, una omega que todos creen débil, se convierte en la Luna de la manada Roca Fuego, gracias al antiguo Alfa, quien ordenó que a su muerte se casará con su hijo. Sin embargo, el día de su unión, el Alfa se niega aparearse y no la marca como suya, ya que la odia y la cree culpable de la muerte prematura de su padre. Luego de casi un año de ir a la guerra, el Alfa Riven vuelve, Armyn lo espera, pero no viene solo, él llega con una nueva hembra quien espera un hijo suyo. Destrozada, Armyn piensa que su peor miedo se ha vuelto real, y que el Alfa la rechazará, pero esto no sucede, hasta que cae en una sucia trampa y es acusada de intento de asesinato. Como castigo, el Alfa Riven la rechaza, y la enviará al exilio, pero cualquier lugar es mejor que el exilio, Armyn decide escapar y ser libre de su destino, sin imaginar que en el camino encontrará su lugar en el mundo. Cinco años después, cuando su camino se cruce con Alfa Riven, ahora convertida en una reina Alfa, será ella quien lo rechace, pero, ¿Podrá Alfa Riven aceptar su rechazo?
Ler mais“Mi pareja destinada me odia.”
Me lo repito todos los días, como si fuera un mantra, como si repetirlo pudiera hacerme más fuerte o pudiera anestesiar el dolor que me consume.
Soy una simple omega, nada más que eso, una criatura frágil, nacida sin privilegios, sin manada que me reclamara como suya. Nadie hubiera apostado por mí, nadie hubiera creído que lograría sobrevivir.
De no haber sido por el viejo Alfa de la manada Roca Fuego, yo ya estaría muerta. Él me encontró siendo apenas una bebé, perdida en medio del bosque, rodeada de las criaturas más temidas de nuestra especie: los hibrimorfos; Monstruos que no son lobos, ni humanos, ni bestias reconocibles. Son todo eso a la vez y nada al mismo tiempo.
Dicen que pueden cambiar de forma a voluntad, que son capaces de imitar el cuerpo de un hombre, el pelaje de un lobo, o la garra de un animal salvaje. Y también dicen que basta una sola de sus mordidas para arrancarte la vida en segundos. Yo era apenas un infante indefenso cuando esas bestias me rodearon.
El Alfa Diagon, líder de Roca Fuego, llegó a tiempo y me salvó. Pero aquel rescate tuvo un precio muy alto. Su salud se quebró desde entonces, como si la energía vital que me regaló para salvarme hubiera drenado parte de su propia vida.
Muchos lo murmuraban: “Fue culpa de esa bebé huérfana. Desde que la trajo, la vida del Alfa se consumió como fuego en la noche.”
Yo crecí escuchando esas palabras en los pasillos, susurros que intentaban enterrarme en la culpa.
Aun así, Diagon me cuidó como si fuera su hija. Me educó en la disciplina de la manada, me dio un lugar, un nombre, un hogar. Y antes de morir, cuando ya la enfermedad lo tenía vencido, dejó escrito en su testamento un mandato inquebrantable: cuando cumpliera dieciocho años, yo debía convertirme en la Luna de su hijo, el futuro Alfa. Solo así, decía, su alma podría descansar en paz junto a la Diosa Luna.
Y así fue. El día que mi destino quedó sellado, me uní al Alfa Riven como su Luna. Pero la dicha que esperaba nunca llegó. Ni siquiera en la noche de bodas, cuando debía marcarme, me aceptó. Esa misma noche me rechazó. Se marchó a la guerra, sin aparearse conmigo, sin mirarme siquiera como si yo valiera nada.
Aquel gesto fue más cruel que cualquier mordida de hibrimorfo. Fue la humillación de mi vida.
El Alfa de la manada, mi pareja destinada, el hombre que debía protegerme y amarme, me había despreciado delante de todos. Desde entonces, vivo con un temor constante: el miedo de que, al volver de la guerra, él me convierta en lo que más temo… una Luna rechazada”
***
Los pensamientos de Armyn se desvanecieron cuando escuchó a una sirvienta gritar con emoción:
—¡El Alfa y el ejército rojo están llegando!
El corazón de Armyn dio un vuelco. Una mezcla de miedo e ilusión le recorrió las venas como fuego líquido.
Podía sentirlo. Ese vínculo latía en lo más profundo de su ser, como si de verdad ese hombre arrogante, frío y despiadado fuera su mate.
Pero también recordaba lo que siempre le habían dicho:
“Nunca despertarás a tu loba. Eres demasiado débil. Tu espíritu no maduró como debía. Una omega como tú jamás tendrá un verdadero lobo interior.”
Aun así, corrió. Corrió hacia el patio principal del palacio, con los pulmones ardiendo y las piernas temblando.
El estruendo de cascos de caballos y ruedas de carruajes se escuchaba cada vez más cerca, anunciando la llegada del Alfa.
Junto a él debía venir su hermano menor, Draker, el futuro Beta. Tenía la misma edad que Armyn, dieciocho años recién cumplidos. Era joven, risueño, y lo habían enviado a la guerra para aprender bajo la sombra de su hermano mayor.
Cuando los portones se abrieron, Armyn contuvo el aliento.
Primero lo vio en su forma lobuna: imponente, negro como la medianoche, con los ojos rojos brillando como brasas.
Luego, con la naturalidad de un dios, cambió a su forma humana. Y allí estaba él: Riven, el Alfa, tan atractivo que incluso el aire pareció rendirse a su presencia.
Su madre, la antigua Luna Phoebe, corrió a recibirlo.
—¡Alfa, hijo querido, bienvenido a casa! —exclamó, abrazándolo con lágrimas en los ojos.
Pero la sorpresa vino después.
De uno de los carruajes descendió una mujer desconocida.
Sus pasos eran elegantes, su mirada altiva, pero lo que más impactó a todos fue lo imposible de ignorar: su vientre abultado, redondo, revelando el cachorro que llevaba dentro.
El corazón de Armyn se quebró. Sintió que su mundo entero se tambaleaba. Bajó la mirada para que nadie viera el dolor en sus ojos.
—Madre —dijo Riven con voz tensa—, debemos hablar.
—¿Y tu hermano? —preguntó la Luna Phoebe, preocupada.
El Alfa tragó saliva.
Armyn lo miró fugazmente y comprendió al instante. Había tristeza en su expresión, una que nunca había visto en él.
El silencio se volvió insoportable hasta que, tras encerrarse en el salón con su madre, se escuchó el desgarrador grito de una mujer que había perdido a un hijo.
Draker estaba muerto.
Los hibrimorfos lo habían devorado en batalla. Ni siquiera pudieron traer de vuelta su cuerpo.
La noticia sacudió a toda la manada como un relámpago.
El dolor era insoportable.
Cuando Phoebe y Riven salieron del salón, la madre, con los ojos rojos de tanto llorar, abrazó a la mujer embarazada.
—¡Oh, querida hija, bienvenida a la familia! ¡Informen a todos que por fin tendremos un heredero! ¡El Alfa tendrá un cachorro real!
Armyn se puso de pie, incrédula, con los ojos abiertos de par en par.
La voz de la antigua Luna retumbaba en sus oídos como una sentencia de muerte. No pudo más. Dio un paso atrás, luego otro, y finalmente se dio la vuelta para huir.
Pero Riven la detuvo con su voz, grave y firme:
—¡Detente, Armyn! —ordenó, y sus palabras fueron como cadenas atadas a su pecho—. Felicita a Tena. Ella llevará en su vientre el cachorro que una omega débil como tú jamás podría darme.
Armyn mordió sus labios hasta sangrar para no llorar.
Su corazón se partía, pero aun así sonrió, una sonrisa rota, llena de dolor.
—Felicidades, Luna… —murmuró con voz trémula—. Y por favor, Alfa Riven… recháceme. Acabemos con esta farsa. No quiero ser más tu Luna.
Riven se quedó helado. Nadie en la sala esperaba escuchar esas palabras de la boca de Armyn.
El silencio que siguió fue más cruel que cualquier grito.
—¡Yo, Armyn, rechazo a la manada Roca Fuego y los maldigo a todos, a sus Alfas, a sus Lunas, a sus hembras y machos y sus cachorros por mil años y mil generaciones! —gritóTodos comenzaron a reír, como si sus palabras no valieran nada.Era como si Armyn hubiese enloquecido y olvidara que todos la veían como una omega débil.La rabia la consumió y en ese momento, Riven la miró con dolor. Pero, casi al instante, ocurrió algo que cambió todo.Armyn se convirtió en loba, un momento que tomó por sorpresa a todos los presentes.Era una hermosa loba blanca, con un pelaje que brillaba como la nieve bajo la luz de la luna, y ojos dorados que destilaban una fuerza antigua. La transformación fue un acto de liberación, pero también de desesperación.Armyn sintió la energía fluir a través de ella, una fuerza primigenia que la impulsaba a correr lejos de allí.Nadie conocía a su loba, pero ahora podían ver su majestuosidad.La belleza de su forma lupina contrastaba con el caos que la rodeaba.Al v
Armyn estaba atrapada en aquel horrible calabozo oscuro, un lugar que parecía absorber toda la luz y la esperanza que alguna vez había tenido.Temblaba de frío y miedo, su cuerpo encogido en una esquina, mientras el hambre la consumía lentamente. Las sombras danzaban a su alrededor, y la única fuente de consuelo era la luz de la luna que se filtraba a través de una pequeña rendija.Miraba esa luz plateada, deseando que la Diosa Luna la escuchara, que la salvara de su cruel destino.“Diosa Luna, sálvame, por favor, soy inocente. Sé justa conmigo”, suplicaba, en silencio, sus pensamientos llenos de desesperación.Fue entonces que escuchó unos pasos resonantes en el pasillo, cada uno de ellos retumbando en su pecho como un tambor de guerra. Su corazón latió con fuerza, anticipando lo que vendría.Las puertas del calabozo se abrieron de golpe, y allí estaba él. Era Riven, su Alfa, el hombre que había amado y temido al mismo tiempo.La luz de la luna brillaba intensamente, quemando sus ojo
Luna, Phoebe no dejaba de llorar. Sus sollozos retumbaban en los pasillos del hospital como un eco maldito, quebrando la calma de la noche.Sus ojos rojos, inflamados, reflejaban el terror más profundo: perder al cachorro que crecía dentro del vientre de Tena, la joven loba que se había convertido en la esperanza de su linaje.—Si el cachorro muere… —dijo entre jadeos—. Si mi nieto no sobrevive, yo tampoco lo soportaré…El doctor, con la bata manchada por la urgencia, salió de la habitación con gesto grave.—Tendremos que hacer una cesárea. La placenta está en peligro, y la vida del bebé pende de un hilo. No hay tiempo que perder. Debemos trasladarla al quirófano.El Alfa Riven, que escuchaba desde un rincón como un lobo acorralado, asintió con un gruñido.—Háganlo. Salven al cachorro.Las órdenes se cumplieron de inmediato.El hospital se llenó de voces, de pasos apresurados, del metálico olor de la sangre que ya impregnaba el aire.Mientras tanto, Luna Phoebe apretaba su manto entre
Armyn abrió lentamente los ojos, como si despertara de un sueño demasiado pesado, demasiado real para ser solo un sueño.Su cuerpo dolía, cada músculo parecía recordar la forma en que el Alfa la tocó la noche anterior, pero a la vez una satisfacción extraña, casi peligrosa, la recorría de pies a cabeza.Su pecho subía y bajaba con respiraciones profundas, su corazón aún latía con fuerza, como si se negara a calmarse.A su lado, el Alfa Riven dormía profundamente. Su rostro endurecido incluso en el descanso, sus cejas fruncidas como si hasta en sueños cargara con la rabia de mil tormentas.Lo abrazaba aún, inconsciente de que su toque pesaba sobre ella como una marca, como un sello invisible que la ataba más de lo que quería admitir.Armyn lo observó por un instante, con la garganta apretada y un torbellino de dudas golpeándole las sienes.Se incorporó despacio, con movimientos cuidadosos, temiendo despertarlo.Se vistió rápido, cubriendo cada parte de su piel como si intentara borrar
Armyn recibió una bofetada de su suegra. Luna Phoebe la odiaba desde siempre, pero ese día la furia se desbordó.—¡Armyn! ¿Quién eres tú para hablarle al Alfa de esa manera? ¡Arrodíllate y pide disculpas! —rugió la Luna madre, con un veneno en la voz que helaba la sangre.Armyn no se doblegó. Su orgullo era más fuerte que el dolor en la mejilla.Entonces, Phoebe llamó a los guardias.—¡¡Arrodíllenla!!Los hombres la obligaron a caer de rodillas, sus huesos golpearon el suelo con violencia.Ella gritó, un alarido de dolor y humillación.—¡Basta! —gruñó el Alfa, con autoridad—. Armyn, vete a tu habitación. Hablaremos más tarde.Ella lo miró con rabia contenida, pero obedeció.—¡Hijo! —insistió Luna, Phoebe, llena de veneno—. Debes rechazarla. Tu prioridad es tu nuevo cachorro, la pobre Tena. Ellos te necesitan… no esa omega débil.Las palabras calaron en Armyn.Tristeza. Dolor. Un nudo en la garganta. Su corazón estaba roto, apenas sostenido por ese lazo invisible que sentía apenas palp
“Mi pareja destinada me odia.”Me lo repito todos los días, como si fuera un mantra, como si repetirlo pudiera hacerme más fuerte o pudiera anestesiar el dolor que me consume. Soy una simple omega, nada más que eso, una criatura frágil, nacida sin privilegios, sin manada que me reclamara como suya. Nadie hubiera apostado por mí, nadie hubiera creído que lograría sobrevivir.De no haber sido por el viejo Alfa de la manada Roca Fuego, yo ya estaría muerta. Él me encontró siendo apenas una bebé, perdida en medio del bosque, rodeada de las criaturas más temidas de nuestra especie: los hibrimorfos; Monstruos que no son lobos, ni humanos, ni bestias reconocibles. Son todo eso a la vez y nada al mismo tiempo.Dicen que pueden cambiar de forma a voluntad, que son capaces de imitar el cuerpo de un hombre, el pelaje de un lobo, o la garra de un animal salvaje. Y también dicen que basta una sola de sus mordidas para arrancarte la vida en segundos. Yo era apenas un infante indefenso cuando esas
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