Claris Lumina huye a las montañas buscando escapar de su pasado, pero su destino da un giro inesperado cuando va a parar sin saberlo a la manada NOX VENATONS. Kieran Thorne, el poderoso Alfa sin herederos ve su vida complicada al ver de pronto a su asistente convertida en la madre subrogada para sus cachorros. Lo que comienza como un acuerdo forzado entre una humana y un hombre lobo, se transforma en algo más profundo cuando Claris descubre que su papel va más allá de ser una simple portadora. La creciente conexión con Kieran y el peligro que representa su embarazo sobrenatural la pondrán en el centro de una tormenta que podría cambiar para siempre el mundo de los hombres lobo. Entre el deber y el deseo, Claris deberá decidir si acepta su nuevo destino o lucha contra él, mientras Kieran se debate entre mantener el control de su manada y los sentimientos que está desarrollando por la humana que lleva a sus herederos, algo imposible para él. Sin embargo, los designios de la madre luna son impredecibles y esconden muchos secretos. Pues, ¿será que la humana del Alfa resulte ser una loba y su Luna?
Leer másALFA KIERAN THERON:
El olor me golpeó como una descarga eléctrica, enviando escalofríos por mi columna vertebral. Mi piel se erizó al reconocerlo: era mi propia esencia, pero más dulce, más intensa, entrelazada con algo más que no podía identificar. Imposible. Esto solo ocurría cuando... ¡No! Después de cientos de años esperando, ¿por qué ahora?
Mis músculos se tensaron por instinto y, antes de poder procesarlo conscientemente, ya estaba corriendo. El aroma me guió más allá de los límites de la manada, hacia una vieja casa de piedra y madera en las afueras del pueblo. El edificio, rodeado de pinos centenarios, había sido ocupado recientemente por tres humanas. Podía oler sus esencias entremezcladas con el aroma a pintura fresca y cajas de cartón. Mi lobo Atka se agitaba en mi interior, desesperado por irrumpir en la casa, pero tres siglos de control me mantuvieron anclado al suelo. No podía simplemente entrar y asustar a los humanos. ¿Cómo era posible que mi esencia estuviera allí? Las palabras de mi primo Gael aquella mañana, hacía ya un buen tiempo vinieron a mi mente en ese momento: —¡Maldita sea, Kieran!— Su puño se había estrellado contra mi escritorio. Las venas de su cuello sobresalían por la frustración. —¡No puedes seguir ignorando esto! La manada necesita un heredero y lo sabes. Tres siglos como Alfa, y ahora no solo mi propia sangre cuestionaba mi capacidad para engendrar un heredero, sino que mi olor, mi esencia misma, me guiaba hacia una casa humana. La ironía era brutal. Durante siglos había intentado concebir un heredero con las mejores lobas de sangre pura, y ahora…Había accedido a que analizara mi esencia, pero esto... Mi Beta me había contratado una asistente hacía tres meses, precisamente de esas humanas que habitaban esa casa, no podía ser lo que estaba pensando. —Kieran, ¿crees que Gael hizo algo más con nuestra esencia que analizarla? —preguntó Atka —Eso no puede ser cierto, no he dado mi autorización —gruñí sin querer aceptar la única explicación posible El amanecer me pareció eterno, cuando ella apareció mi nariz confirmó lo que sospechábamos, por sus idas y venidas al baño. Era evidente que no la estaba pasando bien. Era la tercera vez en la mañana que se dirigía al baño. Sólo la miraba fijamente siguiendo cada uno de sus movimientos sin poder creer lo que mi nariz me decía. Llevaba tres meses trabajando para mí, no era excelente pero no protestaba. Se adaptan bien a mis rutinas en mi perfectamente ordenado mundo. —Necesito salir temprano hoy —anunció cuando regresó, limpiándose discretamente el sudor de la frente—. Tengo una cita médica. Mantuve la mirada fija en los documentos sobre mi escritorio mientras asentía distraídamente. Los sutiles cambios en el aroma de Claris confirmaban mis sospechas: algo no andaba bien con ella. ¡Maldición! ¿En qué estaba pensando Gael al experimentar con una humana? Cuando ella se marchó, la curiosidad y la preocupación me empujaron a seguirla. Me transformé en Atka, mi forma lobuna, aunque reduje mi tamaño para no llamar la atención. Claris siempre había mostrado un extraño afecto por los animales; en más de una ocasión se había acercado a acariciarme sin mostrar el menor temor. Ahora, sin embargo, la veía caminar apresuradamente, consultando su reloj con nerviosismo, completamente ajena a la verdadera naturaleza de su situación. Fenris, mi Beta, la había contratado en un intento por alejar a las ambiciosas lobas que constantemente buscaban convertirse en mi Luna. Al principio, la traté con dureza deliberada, determinado a mantener las distancias. Lo último que necesitaba era otra complicación en mi vida. Sin embargo, Claris demostró ser diferente: trabajaba incansablemente para mantener a su madre y a su hermana enferma, cumpliendo cada una de mis exigencias sin una sola queja. Con el tiempo, se ganó mi respeto. Mi primo Gael, el médico de la manada, atendía tanto a humanos como a seres sobrenaturales. Su reputación era impecable, y su consulta nunca estaba vacía. Por eso me resultaba incomprensible que hubiera decidido arriesgarlo todo experimentando con mi asistente. La seguí hasta la clínica, manteniéndome a una distancia prudente. Mi primo la recibió personalmente, algo inusual dado que normalmente delegaba los casos rutinarios a otros médicos. Mi sangre hirvió al ver la familiaridad con la que la trataba. —Señorita Claris, pase por favor —lo escuché decir con una sonrisa que me pareció demasiado ensayada—. Tengo sus resultados. Me quedé fuera, aguzando el oído. Las paredes de la clínica estaban protegidas contra la escucha sobrenatural, otra señal de que Gael tramaba algo. Veinte minutos después, Claris salió. Su rostro estaba pálido y sus manos temblaban mientras sostenía un sobre. "Está asustada", gruñó Atka en mi interior. "Algo le está pasando y no entiende qué". Regresé a mi oficina antes que ella, recuperando mi forma humana. La situación era más delicada de lo que imaginaba. Le envié un mensaje a Claris para que regresara. Debía asegurarme de que estuviera a salvo. Si mi primo había experimentado con ella sin su consentimiento, tendría que manejar esto con extrema discreción. Un pensamiento perturbador cruzó mi mente: ¿y si Claris lograba lo imposible? ¿Y si su vientre humano pudiera sostener lo que ninguna loba había conseguido hasta ahora? La idea me perturbó. Una humana no podía ser la respuesta a mi problema. Eso era imposible, ¿qué tipo de lobos iban a salir de su unión con la mía? Cuando regresó a la oficina, el aroma de su miedo era casi insoportable. Sus manos temblaban mientras dejaba unos documentos sobre mi escritorio, aunque intentaba disimularlo. —¿Todo bien, Claris? —pregunté, manteniendo un tono frío. El sonido de mi voz la hizo saltar. Nunca la había visto así de nerviosa. Por un momento, mientras sus ojos se encontraban con los míos, creí que se quebraría y me lo contaría todo. Pero solo negó con la cabeza y señaló el reloj: pasadas las seis. —Ya puedes marcharte —pronuncié las palabras de siempre, pero Atka rugió en mi interior. "No podemos dejarla ir sola. No ahora". —Espera —agregué, levantándome—, te llevaré. La vi tensarse, como si mi cercanía le resultara amenazante. El sobre que Gael le había entregado asomaba de su bolso, y sus dedos se cerraron sobre él protectoramente. —No es necesario señor —me rechazó—. Tengo mi camioneta. ¿Me había rechazado? ¿A mí, al Alfa? ¿Quién se creía esta humana para hacerme ese desplante? Mis ojos destellaron con un brillo dorado mientras la veía alejarse. Esto no iba a quedarse así.CLARIS:Cerré los ojos, dejando que el sol bañara mi rostro. De pronto, comencé a ver imágenes en mi mente como si estuviera observando un televisor. En ellas podía ver con una claridad increíble a una Loba Lunar Guardiana, que estaba junto al Gamma Rafe y hablaba con una sabiduría que retumbaba como un eco:—El caos no tiene cabida donde el equilibrio resurge. Nosotras no somos solo la triada; ellos, junto a nosotros, completan el círculo. Y juntos pondremos fin a este ciclo.Ahora lo entendía. Yo era parte de algo más grande, no solo de mi propia vida. La energía de mi alfa Kieran, el Beta Fenris y el Gamma Rafe se fusionaban con la de mi loba Lúmina, Clara y la loba guardiana. Lo que antes eran fuerzas separadas se había convertido en un todo indivisible. Existía una cúpula encima de la manada que resonaba con una energía tan poderosa. Unas
KIERAN:Tomé el teléfono al ver que Marcus me llamaba. Con Claris de mi mano, me dispuse a contestar. Le había pedido que me informara qué estaba sucediendo en la manada para saber a qué atenerme.—Mi Alfa, las cosas por aquí siguen igual. La única diferencia es que la abogada Ángela está desconsolada porque perdió a los bebés. La dormí y le hice un hechizo para que olvidara todo. Pero sus hermanas están intranquilas, desean irse —me informaba, y podía sentir que deseaba decirme algo más—. Les hice otro hechizo para tranquilizarlas, enfocándolas en el trabajo de la reserva con el consejo.—Hiciste bien —dije, sintiendo cómo mi Luna se metía debajo de mi brazo porque tenía frío—. Marcus, ¿qué pasó con Elena y las dos gemelas pequeñas? ¿Siguen ahí?
MARCUS:Había regresado con Amara a la manada sabiendo que mi pareja destinada, Elmira, podía enfurecerse y rechazarme de nuevo. Por eso, en cuanto llegué y puse a buen recaudo a la bruja, me fui a verla a la casa del Alfa. Me la encontré, como siempre, en la cocina. Ella había evolucionado de ser la nana de Kieran a la cocinera y casi madre del Alfa. Muchas veces me había advertido que podía casarme con ella, pero nunca llevarla lejos de su casa.—¿Regresaste? —preguntó, corriendo a mi encuentro por primera vez desde que descubrimos que éramos parejas destinadas, y para mi sorpresa, me abrazó—. ¿Estás bien? ¿Y esa cara? ¿Y los demás?Le devolví el abrazo, feliz de que me recibiera así. La besé apasionadamente, sintiendo cómo me devolvía el beso, lo cual me llenó de una felicidad que nunca h
CLARIS:Mis gemelos, que estaban ahora junto a Kieran, miraron a Fenris y luego a Clara con ojos curiosos. Solo entonces entendí lo obvio: no eran tontos. Su sensibilidad iba más allá de lo común; eran pequeños lobos y sus instintos les permitían percibir cosas que ni siquiera yo lograba entender del todo. —Tío Fenris, ¿vas a venir con nosotros a desayunar? —preguntó mi hijo, y su sonrisa traviesa logró arrancar una ligera curva en los labios del hombre que mi hermana parecía adorar en silencio. —Quizás más tarde. Tengo algo que discutir con su tía Clara primero —fue su respuesta, pero sus ojos, aunque brevemente, volvieron a posarse sobre ella. —Bueno, ¡pero te esperamos! —dijeron los gemelos antes de salir del cuarto, arrastrando a Kieran con ellos. Él no opuso resistencia, despidiéndose
CLARIS: Miraba a Clara sentada en mi cama, abrazada a sus rodillas, sin decirme nada. Había dormido en su camarote con Fenris, al igual que yo con Kieran. Ambas no teníamos idea de nada, pero una cosa sí sentíamos: amábamos a esos hombres sin entender el motivo. Lo otro era que no estábamos asustadas porque éramos lobas y estábamos embarazadas de ellos. —¿Me vas a decir qué te pasa o no? ¿Cómo te sientes? —pregunté, preocupada. Toda su vida había estado enferma, aunque ahora se veía radiante. —Estoy bien, Claris, nunca me he sentido mejor, y no solo eso. Soy tan feliz que tengo miedo de estar soñando —contestó al fin—. Pero también estoy asustada porque Fenris parece rechazarme. —Clara, recuerda que estuviste enferma mucho tiempo. El señor Fenris parece el más
KIERAN:Asentí, con la mandíbula tensándose ante el peso de una verdad que aún no lograba comprender por completo. Era un excelente doctor, muy sabio; si había alguien que podía aclarar mis dudas, era él. —Sí, Gael —susurré para que solo él me escuchara—. Y fue como si fuera la primera vez. Mi primo me observó sorprendido, y pude notar en él esa mezcla habitual de asombro y análisis que siempre lo caracterizaba. Se cruzó de brazos y murmuró algo incomprensible antes de hablar en voz alta. —Eso no tiene sentido. Tú ya tienes historia con ella. Claris ha sido tu Luna, la madre de tus gemelos. ¿Estás diciendo que…? —Se detuvo al ver a su primo asentir. —Que era virgen —interrumpí, en un tono bajo, como si decirlo en voz alta me resultara aún m&aa
Último capítulo