Ella nunca creyó en las leyendas, hasta que se convirtió en una de ellas. Cuando Emma Carter, una joven marcada por el escepticismo, se cruza con Kian Blackwood, el imponente Alfa de la manada más temida, su vida cambia para siempre. Kian es peligroso, indomable y, sobre todo, no cree en el amor. Pero cuando sus miradas se encuentran, un vínculo primitivo amenaza con romper todas las reglas. Él está destinado a proteger a su manada, ella a huir de todo lo que representa. Pero el destino no entiende de prohibiciones. Un secreto oculto en la sangre de Emma podría cambiarlo todo… o destruirlos a ambos. Cuando la lealtad se pone a prueba y la luna dicta su sentencia, ¿se rendirán a la llamada del destino o desafiarán lo imposible?
Leer másLa tranquilidad que habíamos ganado a costa de tantas pérdidas era más frágil que nunca. Nos habíamos refugiado en un rincón apartado, donde Kian y yo, por fin, parecíamos haber encontrado algo cercano a la paz. Pero, como siempre, el pasado de Kian no se quedaba atrás, y cuando la oscuridad comienza a desvanecerse, a menudo es solo para mostrar la siguiente sombra que se cierne sobre nosotros.Estábamos en la cabaña, sentados juntos en silencio, cuando un olor familiar y extraño me golpeó. Lo sentí en el aire, pesado y denso. Mi corazón dio un vuelco, y pude ver en los ojos de Kian que había sentido lo mismo. La paz, que habíamos cultivado cuidadosamente, se evaporó al instante, dejando solo la incertidumbre.—&Eacu
Nunca imaginé que encontraríamos un lugar así. Un refugio apartado, rodeado de bosques densos y colinas verdes que parecían abrazar nuestro pequeño espacio de paz. Al principio, todo parecía perfecto. La calma que venía con el aislamiento era exactamente lo que necesitábamos. No había más gritos de batalla, ni más oscuridad acechando desde las sombras. Solo el sonido de la naturaleza, el murmullo suave del viento, y el latido compartido de dos corazones que, por fin, podían relajarse.Pero, como siempre, la calma tiene un precio.No importaba cuán lejos intentáramos escapar, las sombras de lo que habíamos dejado atrás seguían rondando, siempre cerca, nunca del todo fuera de alcance. Y, al igual que Kian, yo no era difere
La victoria nos había dado lo que más deseábamos: un respiro. Una breve tregua. Habíamos ganado la batalla, sí, pero las cicatrices emocionales no desaparecen con la misma rapidez con la que se derrumban los castillos de arena. El viento había cambiado, pero aún sentíamos la arena pegada a la piel. Y con esa sensación, algo seguía doliendo en el fondo de mí, algo que no podía identificar.Kian estaba ahí, a mi lado, con su presencia tan constante y sólida como siempre. Su cuerpo se mantenía firme, como una muralla contra cualquier amenaza, pero en sus ojos... en sus ojos había algo que no había visto antes. Algo que se escondía detrás de su seguridad, algo más vulnerable. La paz que habíamos ganado no era más que una ilusión tempor
El sonido de la noche se rompió con el crujir de las hojas bajo mis pies, y el viento, que antes había sido ligero y cálido, ahora llevaba consigo el peso de la tensión. Estábamos a solo unas horas de la batalla que cambiaría nuestras vidas para siempre. Podía sentir cómo el miedo se arremolinaba en mi pecho, pero también la determinación. Esta era la última oportunidad para ganar, para protegernos, para estar juntos.Kian caminaba a mi lado, su presencia sólida y tranquilizadora, como siempre. Aunque sus ojos ardían con la intensidad de un fuego que no podía apagarse, había algo en su postura que decía más de lo que las palabras podían expresar. La noche antes de la batalla final no era el momento para hablar de lo que nos esperaba, pero las palabras surgían
Todo en mi cuerpo me pedía descanso. Mis músculos, adoloridos hasta el extremo, se resistían a moverse, y mi mente, que había estado al borde del colapso tras la batalla, solo deseaba apagar el caos que había sacudido nuestra vida. Pero, aunque mi cuerpo estuviera extenuado, el corazón seguía latiendo con fuerza, inquebrantable. Estaba junto a él, Kian, el alfa que, a pesar de estar también hecho pedazos, seguía siendo el fuego que no podía apagar.Sin embargo, entre nosotros había algo que no podíamos ignorar. Una distancia que no era física, sino emocional. La lucha, el dolor, el miedo, todo eso nos había unido, pero ahora… ahora había algo más: una tensión que no podíamos disipar, una incomodidad que crecía con cada hora que pasábamos
El aire estaba cargado de tensión, una tensión tan espesa que podía saborearla en mi lengua. Podía oír los susurros de la manada rival acercándose, sus pasos retumbando en el suelo con una fuerza que me helaba la sangre. Kian estaba tendido a mi lado, su rostro empalidecido por el dolor, y cada vez que intentaba moverse, su cuerpo respondía con un gemido ahogado. Lo miré y mi corazón se estrujó. No importaba cuántas veces pasáramos por esto, nunca me acostumbraba a verlo así, vulnerable, herido, casi derrotado. Y sin embargo, su mirada seguía siendo fuerte, un reflejo de todo lo que habíamos sido, todo lo que aún éramos.—Emma… —su voz, rasposa y débil, cortó el aire con una claridad que me hizo estremecer. No podía dejarlo ir, no pod
La luz del amanecer no pudo disip
Las sombras se alargaban mientras nos acercábamos al territorio rival, y con cada paso que dábamos, la presión en mi pecho aumentaba. La líder de la manada rival no era solo una amenaza; era un recordatorio del pasado de Kian, un pasado que él había hecho todo lo posible por esconder. Pero, al parecer, ya no podía mantenerlo oculto. Esta mujer sabía todo lo que había pasado, cada secreto que él había enterrado, y ahora, con el aire tenso y cargado de la inminente confrontación, nuestras vidas pendían de un hilo. La batalla que se acercaba no era solo física; también era emocional.Kian, caminando a mi lado, había estado en silencio durante todo el trayecto, y aunque su cuerpo estaba tan tenso como el de un lobo en alerta, sentía cómo la murmurante inquietud que le r
La tensión seguía suspendida en el aire, pero ahora algo diferente lo llenaba todo. La intensidad de lo que acababa de pasar entre nosotros, ese beso salvaje que nos había unido más que nunca, había dejado claro que no importaba lo que enfrentáramos, lo enfrentaríamos juntos. El miedo seguía allí, claro, y la incertidumbre también, pero había algo inquebrantable entre nosotros. Algo que no se rompería, al menos no tan fácilmente.Emma se apartó ligeramente, sus manos aún temblorosas, y me miró con una mezcla de miedo y valentía. Sabía que lo que acabábamos de compartir no cambiaba las amenazas que nos acechaban, ni la guerra inminente que se avecinaba. Pero al mismo tiempo, había algo en sus ojos que me hizo entender que, incluso si el mundo entero se d