Capítulo: Aceptar mi poder

Armyn sintió una transformación abrumadora cuando cambió a su forma lobuna.

La energía vibrante de su ser la envolvió, pero a la vez, la incertidumbre la invadió.

Unos momentos después, le ofrecieron una bata para cubrir su cuerpo, y ella se la puso con manos temblorosas, sintiendo el roce del tejido contra su piel.

Sin embargo, de pronto, todo a su alrededor comenzó a girar, como si el mundo estuviera dando vueltas a su alrededor.

Antes de que pudiera procesar lo que sucedía, se desmayó, dejando su conciencia en un abismo oscuro.

Los lobos que la rodeaban actuaron rápidamente; la levantaron con cuidado antes de que cayera al suelo. Con una agilidad, la llevaron lejos de allí, llevándola hacia un lugar desconocido, lejos de la confusión y el peligro que había sentido en su transformación.

***

En la manada Roca Fuego, el Alfa Riven estaba furioso. La ira ardía en su interior como un fuego inextinguible.

Cuando sus lobos regresaron sin ninguna pista sobre Armyn, lanzó un rugido que resonó en el bosque, un sonido que hizo temblar a todos los que lo escucharon.

Intentó comunicarse mentalmente con ella, pero al hacerlo, descubrió que su lazo estaba roto, como si un hilo invisible que los unía se hubiera desgarrado.

No había forma de encontrarla; su olor ya no estaba en el aire, y la desesperación lo envolvió.

—¡Maldición! —gritó, mientras su lobo interior soltó un rugido enfurecido, un eco de su dolor y frustración.

Su madre, sintiendo la tormenta que se desataba en él, se acercó para contenerlo.

—Déjala ir, hijo —dijo suavemente—. Si ella se va y nunca vuelve, es lo mejor. Recuerda quién es ella; mató a tu padre.

Las palabras de su madre fueron como dagas que se hundieron en su corazón.

Riven apretó los puños, sintiendo una mezcla de rabia y dolor que lo consumía.

Se alejó, intentando calmarse, pero su lobo interior aulló, y el sonido resonó en su mente, un recordatorio constante de la pérdida que lo atormentaba.

***

Cuando Armyn finalmente abrió los ojos, se encontró en una cama blanda, rodeada de un ambiente que no reconocía. La confusión la invadió.

Se levantó como un resorte, el miedo apoderándose de ella, y escuchó voces a lo lejos.

 La incertidumbre la envolvía como una niebla espesa.

De repente, la puerta se abrió y una mujer entró, su rostro serio y preocupado.

—Alfa Armyn, debo informarle, está preñada. Va a tener un cachorro —anunció la curandera, su voz temblando con la revelación.

Armyn abrió los ojos como si dijera locuras, incrédula ante la noticia.

—¡Imposible! —exclamó, su voz llena de incredulidad.

La curandera la miró, sorprendida por la reacción de la Alfa reina.

—No miento, Alfa reina. Es verdad, está esperando un cachorro —repitió, con la firmeza de alguien que sabía lo que decía.

Armyn tocó su vientre, sintiendo la vida que crecía dentro de ella.

La emoción la invadió, y las lágrimas comenzaron a acumularse en sus ojos.

“Esperamos un hijo, Riven, pero… ya no somos nada”, pensó, sintiendo que su corazón se rompía en mil pedazos.

La dualidad de su situación la consumía: la alegría de la vida que llevaba dentro y la tristeza de la separación de Riven.

***

Al día siguiente, la manada Ígnea estaba reunida, un grupo de lobos que la miraban con expectación.

Cuando Armyn entró en esa sala, los miró a todos, sintiendo la presión de sus miradas. La incertidumbre la invadía, y, a pesar de su condición de Alfa, se sintió vulnerable.

—Yo… no soy quien creen, solo soy una omega débil… —comenzó a decir, pero fue interrumpida.

—Eres todo, Alfa reina, menos una omega débil. No puedes negar tu legado —respondió uno de los lobos, su voz firme y decidida.

Russell, un miembro destacado de la manada, le entregó un libro antiguo, sus manos temblando ligeramente al hacerlo.

—Esto es la fuente de poder de tus padres. Solo está en un idioma que la sangre de loba blanca puede leer. Este libro nos ayudó a crecer como la manada más fuerte, la manada que dominó a los Hibrimorfos, hasta que un maldito traidor nos exterminó. Es hora de la venganza, Alfa reina. Es hora de volver —dijo Russell, su mirada ardiente de determinación.

Armyn tomó el libro, sintiendo el peso de la historia y la responsabilidad que recaía sobre sus hombros.

Entonces, algo hizo clic en su mente.

—¡Yo puedo entender este libro! —exclamó, sorprendida por su propia revelación.

Los lobos sonrieron, y un fervor renovado llenó la habitación. Levantaron sus espadas, y el grito resonó en el aire.

—¡Viva nuestra Reina Alfa!

Armyn comenzó a leer, su corazón latiendo con fuerza.

Sabía lo que debía hacer.

Su reino estaba maldecido, y un hechizo oscuro lo mantenía en la sombra.

Sin embargo, su sangre podía devolver a su manada a su antiguo esplendor.

Pero sabía que no sería fácil. Había enemigos acechando, personas que querían hacerles daño y quitarles el poder.

Ígnea era una manada pura, y su fuerza rivalizaba con grandes reinos como Rosso o Granate del Sur y del Norte.

Yo no voy a caer. Nadie volverá a dañar a mi manada ni los matará. Seré la Reina Alfa, recuperaré el esplendor de mis antepasados y, además, seré la reina de los hibriformos. A partir de ahora, haré que nos respeten. Nunca volverán a traicionarme”, sentenció en su mente, sintiendo el poder fluir a través de ella.

Escuchó el aullido de su loba blanca, un sonido que resonó con fuerza en su interior.

Nunca fue una omega, ahora lo sabía: en su sangre corría la esencia de una auténtica Alfa.

La transformación que había experimentado no solo era física; era un renacer espiritual, un regreso a su verdadero ser.

Luna Ro

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