Mundo ficciónIniciar sesiónCaterina ha pasado su vida buscando estabilidad, tras la trágica muerte de su madre, acepta un trabajo en Scilla, Calabria, con la esperanza de descubrir las raíces que su madre siempre ocultó y reencontrarse con su novio Matteo. Cuando Caterina llega a Calabria, no sabe que ha aterrizado en el centro de una guerra silenciosa entre dos ramas de la Familia Mancini, una temible familia de Calabria que no solo hace parte de la “Ndrenghata” calabrés, y es la Quinta familia de la Cosa Nostre, una de las más poderosas del sur de Italia y el norte de América. Lo que encuentra Caterina en Calabria es devastador; su padre forma parte de la organización de esa familia y su novio también trabaja para los Mancini y es un peón ambicioso que no solo le ha engañado, sino que ha traicionado a los Mancini, poniendo su vida y probablemente la de Caterina en peligro. En el centro de esta red de secretos está Rocco Mancini, el enigmático, reservado y brillante jefe de la Quinta familia en Italia. Rocco dirige la organización con puño de hierro, una visión implacable de justicia y una filosofía inquebrantable: tres opciones; una elección, una consecuencia. Mientras persigue al traidor que está pudriendo la organización desde dentro, Rocco no sospecha que la grieta más profunda y la amenaza más peligrosa no viene del exterior, sino de su propio hermano mayor, líder de la familia en Montreal, quien consumido por la envidia, está dispuesto a todo para arrebatarle el poder y quizás algo más personal, y ha puesto en marcha un plan que puede acabar con toda la familia. Cuando los caminos de Rocco y Caterina se cruzan, la atracción es inevitable y, ella, sin saberlo, se convierte en la clave. Su sangre, su historia, su elección.
Leer másEn un almacén oscuro, iluminado solo por una lámpara colgante que oscila lentamente del techo. En el centro del cuarto, se encuentra un hombre entre cincuenta y sesenta años en una silla metálica atornillada al suelo, atado de pies y manos, con la camisa desaliñada y empapada en sudor, al igual que su frente, y con la sangre seca en una ceja rota.
Frente a él, con la calma gélida de un cirujano, Rocco Mancini, sentado con las piernas cruzadas, con una copa de whisky e impecablemente vestido con un traje oscuro, sin una sola arruga, lo observa.
Rocco es el segundo hijo de la familia Mancini, quien después de la muerte de su padre asumió el poder de la rama de la Quinta Familia en Calabria; una despiadada familia, perteneciente a la Cosa Nostra italiana. Mientras que su hermano mayor se encarga de la organización en Montreal.
Rocco es reservado, analítico, disciplinado, filosófico pero despiadado. Cree profundamente en el libre albedrío y en la ley de causa y efecto y tiene una mirada que puede leer a las personas en segundos y que ahora dedica con exclusividad a Giovanni Romano, uno de los hombres de confianza de su difunto padre.
Su rostro es de una serenidad amenazante y observa a Giovanni en silencio, con la mirada fija, sin reflejar uno solo de sus pensamientos o emociones, lo que aumenta el nerviosismo del anciano, que hasta el momento y después de ser golpeado por sus colegas, desconoce la razón por la que fue traído hasta este lugar.
Detrás de Rocco, dos hombres observan la escena en silencio: uno de ellos, Salvatore Greco, la mano derecha Rocco, espera impaciente a que su jefe les ordene actuar; es un hombre pragmático y fiel, que aunque no está de acuerdo con la filosofía de Rocco, puesto que prefiere actuar y luego preguntar, lo respeta y cumple a raba tabla sus órdenes. Sin embargo, en este momento solo quiere sangre. Detesta a los traidores.
Giovanni desvía rápidamente su mirada al lado donde se encuentra una mesa con diferentes herramientas: pinzas, cuchillos pequeños, bisturís y hasta un soplete de gas. Todo limpio y meticulosamente ordenado. Giovanni traga con fuerza, lleva muchos años en este oficio y con esta familia, conoce a Rocco y a Salvatore y, sobre todo, conoce sus métodos.
— Giovanni, sabes que en esta familia hay tres caminos. La lealtad, la traición, y la muerte. Y tú, viejo amigo, estás tambaleándote entre dos de ellos. — Luciano habla con suavidad, sin levantar la voz y sin dejar de mirar con fijeza a Giovanni, que vuelve a tragar con fuerza y tensa la mandíbula.
— Nunca te he fallado, Rocco. He servido a la familia en Montreal, en Calabria. Siempre he cumplido mi parte.
Rocco inclina la cabeza, observándolo con una sonrisa mínima
— ¿Cumplido? ¿De verdad? Pero últimamente, te veo cauteloso, mucho más de lo normal. Guardando secretos, hablando menos. Y sabes que a mí no me gusta cuando alguien se vuelve una incógnita. — Giovanni respira hondo, mientras observa a Rocco llevarse la copa a los labios.
— Siempre doy tres opciones. Lo sabes, Giovanni, es mi regla. — El hombre de inmediato intenta hablar, conoce a Rocco y conoce sus opciones y sus sentencias, y antes de que tome una decisión irreversible, tiene que lograr hacerse escuchar.
— He tenido razones para ser reservado, pero nunca he sido un traidor. — Giovanni respira hondo y mantiene su mirada y voz firme.
El comentario llama la atención de Rocco que se inclina hacia adelante, apoyando los codos en las rodillas.
— Las razones no me interesan. Lo que me interesa es la verdad, Giovanni. ¿Por qué te comportas como un hombre que tiene algo que ocultar? — Giovanni siempre fue un hombre reservado, nunca se le conoció familia y actuando como enlace entre Montreal y Calabria, tenía la oportunidad de viajar y desaparecer con facilidad. Sin embargo, su comportamiento empezó a ser más reservado y sospechoso los últimos meses.
— Hay cosas que no pueden mezclarse con la sangre de esta familia. Cosas que… debo proteger. — responde y, por primera vez desde que se encuentran sentados frente a frente en este lugar, evita su mirada, entrecerrando los ojos por un momento.
Rocco sonríe, pero la sonrisa no llega a sus ojos. Reflexiona sobre lo curioso que es la forma en la que sus hombres pueden separar su vida privada de su familia, cuando la Quinta Familia lo es todo para él, es la protección o la condena.
— Protección. Curioso. Está claro que cuando alguien protege demasiado, la mayor parte del tiempo, está escondiendo algo. ¿A qué le temes, Giovanni? — El hombre respira entrecortadamente, su pecho sube y baja con fuerza.
Rocco sabe que ha tocado un punto sensible. Salvatore le entregó una nueva información antes de entrar a la bodega, información que Rocco no creía al principio, pero tal vez, el viejo amigo de su padre estuvo jugando con ellos durante muchos años, sin que nadie lo sospechara. Algo que le parece insólito y que los obligará a investigar a cada uno de sus hombres.
— No te temo a ti, Rocco. Ni a la familia. Pero hay líneas que ni siquiera un hombre como yo, puede cruzar en este mundo.
Rocco medita sobre sus últimas palabras y sonríe irónico y da un sorbo a su copa.
—Te equivocas, Giovanni. Deberías temerme. — Cruza una pierna sobre la otra. — Volvamos a mis tres opciones. — El hombre lo mira inquieto — Opción uno: me dices la verdad, toda la verdad y te vas caminando por esa puerta.
Giovanni observa a Rocco con suspicacia, no cree que el hecho de irse caminando por la puerta después de contarles lo que les oculta, sea algo tan sencillo. Está seguro de que Rocco cumplirá su palabra y lo dejará irse, pero lo que suceda después solo dependerá de su poder de convicción.
—Opción dos: me mientes. Y seguimos aquí, hasta que la mentira se arranque sola de tu garganta — Rocco hace una larga pausa y un incómodo silencio reina en el lugar. — Opción tres: no dices nada. Y entonces, no mueres tú, sino que sucederá algo mucho peor. Tal vez a una hija que nadie conoce. Una mujer joven, sola, que no sabe con qué tipo de sombra ha crecido.
—Tu Rocco estaba en contacto con la comandante Corvello. —¿Cómo puedes estar segura de que no fue él? —Caterina parpadea en repetidas ocasiones; el pecho le duele al darse cuenta de que Gianluca no solo acabó con la vida de Rocco, sino que también busca acabar con su honor. —Porque tengo las pruebas de que no fue así y porque conocía a Rocco. —Irina la observa, es consciente de su dolor. Al parecer, Rocco era el hombre al que en realidad Caterina amaba y lo perdió para siempre. —¿Por qué haces esto? Por un instante, la máscara de Caterina se quiebra. Sus ojos se llenan de un resentimiento frío, profundo, de dolor. —Porque quiero que Gianluca pague —susurra—. Ese hombre me destrozó. Me obligó a casarme con él, me arrebató mi vida y la del único hombre que he amado; por sus acciones él no volverá a respirar. —Respira hondo, tragándose el temblor de su voz. —A él nadie lo toca. A mí sí. A mí siempre; él lo hace siempre.
La cafetería está casi vacía, iluminada apenas por la luz tenue que entra por los ventanales empañados. Un lugar neutral, elegido precisamente porque nadie de las familias de los rusos, ni de los sicilianos, suele frecuentarlo. Al principio, Caterina tenía dudas sobre su encuentro con Irina y, gracias a la paranoia de su padre, Salvatore y Luca, estuvo a punto de cancelar la cita con la mujer Volkov. Salvatore y sus hombres se encuentran cerca y preparados para cualquier eventualidad; Caterina viajó a París con Salvatore y dejó a Nicola con Anna, Giovanni y Luca. Nerviosa, entra en la cafetería, lleva las manos enguantadas, no por elegancia, sino para ocultar el temblor que no logra controlar. Se sienta en la mesa del fondo, desde donde puede vigilar la puerta sin ser vista desde la calle. Está nerviosa, es consciente del riesgo que corren ella y su familia, pero también está segura de que debe hacerlo por Rocco; su muerte no puede quedar impune.
En la villa de los Lo Sparto en Maredussa, Caterina intenta controlar el temblor en sus manos; se siente débil y un inmenso nudo se instala en su vientre. La impotencia la invade, el dolor, la rabia. Respira profundo, debe ir a buscar a Anna que la espera con Nicola y debe alimentarlo; necesita centrarse en el bienestar de su hijo, tranquilizarse y actuar. Le envía un mensaje a su abogado, pidiéndole que agilice el proceso de anulación de la paternidad de Gianluca en los Estados Unidos. —Caterina. —Salvatore. —Ella baja la mirada al entrar en el salón. Ver a Salvatore le hace mal; él estuvo todo el tiempo con Rocco, lo acompañó desde su adolescencia y estuvo a su lado en el momento en el que murió. —¿Cómo estás? —Salvatore intenta ocultar lo dolido que se siente. Sus ojos se humedecen. —Irá mejor, Caterina, en algún momento mejorará. —Ella toma en sus brazos a Nicola, se sienta en una silla mecedora, lo besa y le da el pecho
Caterina nunca imaginó que el viento pudiera sonar así, como si se llevara consigo las palabras que no logró decirle, los besos que no pudo darle, las sonrisas que no pudo regalarle. El cementerio está lleno, abarrotado de trajes oscuros, miradas duras y silencios que pesan más que las coronas de flores que rodean el ataúd. Todos han venido por él, por el hombre que en vida fue temido, respetado, amado y en algunos momentos odiado, pero nunca ignorado. Un velo negro cubre el rostro de Isabella, que se encuentra de pie, firme, casi solemne, acompañada por su madre y el resto de mujeres del pueblo que han venido a despedir a su don. Todos los jefes están ahí y se encuentran acompañando el ataúd, organizados en media luna, con sus hombres de confianza detrás de cada uno de ellos. Sus tíos y don Vibo Vitale, al ser los jefes más ancianos de la Ndrangheta y la Cosa Nostra, encabezan el cortejo funerario. Caterina sabía que solo podr
Un toque contra la ventana del lado de Rocco activa todas las alarmas y tensa el cuerpo de los dos, que de inmediato extraen cada uno un arma y la apuntan directo a la ventana. Rocco observa la cara de Paolo, el hombre de confianza de Ruggieri y baja de inmediato el vidrio de la ventana. —No sabía que eras de los que se escondía, Mancini. —Rocco gruñe al escuchar la voz de Ruggieri que pasa por el lado de su auto; lleva, al igual que los Mancuso, un abrigo largo y negro. Rocco y Salvatore salen del auto y siguen a Paolo y a Ruggieri; desde el otro lado, un hombre alto sale del auto que esperaba con el motor encendido desde hace algunos minutos y Rocco frunce el ceño al descubrir a don Santino Lo Sparto. —¿Qué hace el tío de Caterina en este lugar? —Rocco se pregunta lo mismo, don Santino, después de la muerte de don Pietro y su hijo, esperaba convertirse en el jefe de la familia Lo Sparto. —Siempre tan puntual, do
Le empieza a doler la cabeza y Nicola está inquieto e irritable, no logra controlar la respiración y tiene la impresión de que las palpitaciones en sus sienes aumentan con cada minuto que pasa. La mirada insegura de Caterina busca adaptarse a la oscuridad del lugar; el frío y la humedad que siente mientras escucha el repicar de sus tacones contra el suelo de cemento estremece cada poro de su cuerpo. Dentro de su cabeza, la idea de que puede estar equivocándose no deja de taladrarla y darle vueltas una y otra vez. A pesar de que desea entregar a Gianluca y librarse para siempre de él, las últimas palabras que le dijo Rocco, antes de enviarla a su casa con Luca, no dejan de dar vueltas en su cabeza: “…lo menos que queremos es que el plan que tienes con Steven sea descubierto y termines con un tiro en la frente.” Rocco no se despidió de ella, abrazó a Nicola, le dijo que lo amaba y enseguida se dio la vuelta y le habló a Salvatore, dejándol
Último capítulo