— No estoy muriendo. ¿Siempre eres así de negativo? ¿Siempre hablas como si todo el mundo estuviese condenado?
— La mayoría lo está, aunque siempre existen las opciones. — Caterina lo mira.
Algo en su rostro, en la intensidad de su mirada, le produce una extraña inquietud: una sensación de vacío, de ausencia y no la ausencia de emociones, como puede pasar con un sociópata, sino de límites. ¡Como si fuese capaz de todo!
— Tal vez para ti, que pareces tener el mundo bajo control. — Caterina empieza a temblar, a pesar de que los rayos del sol se están volviendo más fuertes, ella tiene la impresión de que el frío empieza a traspasarle los huesos.
— El control es solo una forma de desviar el caos. Créeme. — Ella desvía la mirada hacia el mar, no sabe qué responder, en ese momento de su vida el control no existe.
— ¿Y qué sucede cuando pierdes el control de tu vida? ¿Acaso no se tiene derecho a sentirse perdido?
Rocco la observa unos segundos. No sabe bien lo que lo detiene allí. Él no es