Capítulo ocho: Autos blindados

Caterina se mueve a toda velocidad y guarda en la maleta las pocas cosas que tiene regadas en la habitación, se detiene un momento a mirar los pequeños trozos que quedan de la foto en la que salía sonriendo con Matteo. Hace un gesto de frustración y sale de la habitación.

En la calle, Rocco la espera al lado de un Maserati. Cuando él le ofreció un lugar para vivir, nunca imaginó que tuviera un auto como ese. Claro que se notaba que tenía dinero, pero nunca pensó que podría ser el dueño de un auto de esa envergadura.

— No entiendo cómo llegaste a este lugar — murmura Rocco después de sentarse en el lugar del conductor.

Caterina lo ignora y observa impresionada la fachada desgastada del hotel y no se explica ella tampoco, en qué momento llegó hasta ahí.

Ella no sabe lo que debe hacer, el ambiente es denso y tenso y no se siente muy bien. Le gustaría dormir porque después de tantas horas siente mucho calor, aunque también siente frío y la garganta reseca y como si tuviera toda la arena
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