Él financia el futuro de su padrino. Ella solo quería terminar la universidad. Ninguno esperaba enredarse en medio del caos. Indra pensaba que ser la secretaria de campaña electoral de su padrino sería solo un trabajo temporal. Pero en cuanto conoce a Fausto Gutiérrez -el inversor millonario con una sonrisa peligrosa y demasiados secretos-, su vida se convierte en un juego de poder, ambición y miradas que dicen más de lo que deberían. Entre debates, atentados y alianzas que se rompen con una copa de vino, Fausto se convierte en todo lo que Indra no sabía que deseaba... y justo lo que no puede permitirse tener.
Leer másNadie podía escuchar los horribles gritos bajo tierra en medio de la nada.
Solo los árboles y la luna llena eran testigos de las más de cuarenta camionetas blindadas y los casi cien hombres armados que custodiaban tranquilos el lugar por fuera. Las 59 hectáreas privadas contaban con estrictos perímetros de seguridad distribuidos cada kilómetro desde la única carretera hecha especialmente para llegar a la finca favorita de la ahora máxima autoridad del cártel de los Villanueva. El humo del puro que sostenía el primogénito del cartel, Fausto de Villanueva Ferrec de veintisiete años entre sus largos dedos repletos de anillos de oro nublaba sus ojos verdes como las lagunas, su piel suavemente pintada de canela estaba reluciente en su traje a la medida color negro, los cabellos largos y revueltos castaños claros peinados hacia atrás. La imponente altura y los músculos le ayudaron a mostrarse intimidante. El hombre exhaló el humo sacando con el mismo sus frustraciones internas. —Touche—dijo audiblemente el colombiano y treintañero Ulises Rodríguez cuando separó la pinza de metal oxidada llena de sangre del rostro del hombre que tenían amarrado a una silla de madera completamente desnudo. El pedazo de lengua cayó al suelo empapado de sangre uniéndose al resto de las partes humanas tiradas a su alrededor. Recargado contra la mesa de metal que tenía más instrumentos de tortura, Fausto rodó los ojos y luego le dio un trago al Whisky en las rocas. —Ulises no tenemos tiempo para jugar— hablo Fausto con una grave y ronca voz dejando ver cómo su manzana de Adán se movía. Los azulejos blancos forraban completamente la aislada cámara de tortura del resto del gran terreno. Aun con las prevenciones, Fausto no pudo evitar arrugar la nariz en signo de molestia. Apestaba a sangre, orina y muerte. —Pues es que este ya corrió todo lo que tenía que correr— dijo de nuevo Ulises levantando la mirada para dejar ver sus enormes ojos azules brillosos y deseosos de acción, su cabello negro como la noche le cayó sobre la frente intentando cubrir sus pupilas dilatadas de la adrenalina y las drogas del momento. —Ya no es útil entonces— respondió Fausto de Villanueva tomando la pistola 9MM con silenciador integrado de la mesa. El hombre regordete atado a la silla intento gritar pero, Fausto le metió un balazo en la frente en un solo movimiento. Ulises volteó indignado hacia su amigo mexicano mientras se quitaba los guantes de látex. —¡Fausto hijo de puta, es una Valentino de colección!— reclamó ofendido el colombiano quitándose el saco verde militar ahora manchado de carmesí. Ulises también lanzo su camiseta blanca de manga larga con salpicaduras rojas al suelo, dejando ver así su pecho lleno de músculos morenos claros. Al igual que Fausto, ambos se conservaban en perfecto estado físico. —No se te vaya a acabar el dinero por comprar otro traje— respondió burlón el hombre de ojos verdes. Luego Fausto acento su bebida para poder acercarse hacia uno de sus hombres armado hasta los dientes, el cual no había dejado de apuntarle a la otra garrapata humana que aún quedaba viva y la cual estaba con las manos sobre la cabeza. —Voy a cambiarme marica, más vale que no tardes. Tenemos una celebración en casa— el colombiano hablo dejando ver una enorme sonrisa con una perfecta dentadura blanca cuando abrió la puerta metálica. —Estoy seguro de que no van a empezar mi cumpleaños sin mi —respondió Fausto rodando de nuevo los ojos al desviar la vista de su indeseado inquilino. —No deberías de tentar a Victoria— finalizo Ulises aporreando la puerta de metal al salir. Fausto de Villanueva gruño. Odiaba los ruidos innecesarios, especialmente cuando alguien aporreaba las cosas. Después Fausto le tendió una falsa sonrisa al único sobreviviente; el hombre de mirada dura dejo caer el resto de su habano al suelo para poder aplastar las hojas de tabaco. Estas parecieron deshacerse debajo de las suelas de Fausto. Así era como quería que desaparecieran sus enemigos. Aplastados sin poder volver a levantarse contra él. —Nombre— hablo claro Fausto, pero sin gritar, tal y como le gustaba para intimidar a la gente. —Raúl...— murmuró temeroso el moreno desnudo e hincado ante el imponente Villanueva. —No me tengas miedo Raúl, solo necesito respuestas— dijo Fausto aún con la oscura sonrisa en el rostro. —Juro estar a su servicio y serle leal— el tono de voz de Raúl salió desesperado. Si tan solo Raúl supiera lo mucho que le asqueaba a Fausto tratar ese tipo de gente. Con los mediocres, traicioneros, llorones y ratas, dejaría de estarle suplicando. —¿Para quién trabajas? —pregunto Fausto directamente. El resto de sus hombres había entrado al cuarto para deshacerse de los demás cadáveres. Todos sus hombres poseían el mismo uniforme militar y portaban tecnológicos audífonos en sus oídos. Tal y como a Fausto le gustaba ver en la gente que trabajaba para él; que se notara el poder, la autoridad, pero sobre todo la clase y el control de los Villanueva. El líder del cartel más importante del mundo odiaba a los salvajes, los cuales parecían reproducirse más cada día para su total descontento. —Estaba en el cartel del infierno, fui narcomenudista y halcón— Fausto pateo hacia el drenaje un pedazo de brazo humano que Ulises le había quitado a algún pobre imbécil. —¿Quién era tu jefe? — repitió en cuestión Fausto sin prestar mucha atención mientras se acomodaba las mangas de su traje. Las puertas detrás de él se cerraron de nuevo dejando solamente a los dos vivos dentro. Las regaderas a presión en el techo eran manualmente activadas para mantener la sala de tortura en perfecto estado y presentación siempre. Así que Fausto no tenía que preocuparse por dejar el lugar hecho un asco. Todo desaparecería. Todo lo que le molestaba siempre se desvanecía para preservar su imperio. —Dante Salazar, trabajaba para el ahijado de Don Fernando, él fue quien nos puso en la misión; nos pidió que secuestráramos a la esposa de "Zeus" cuando llegara a México para la fiesta del "Emperador"— Fausto alzó las cejas escuchando con atención al tonto iluso que le temblaba la voz y el cual pensaba que se iba a salvar. Porque si había algo que Fausto odiaba más que a sus enemigos, era a los traidores. Aquellos que hacían lo necesario para mantenerse vivos sin ningún principio de por medio. Esos seres no tenían dignidad ni al morir. Nada bueno tenía aliarse con alguien que te traicionaría en un parpadeo. —Esa escoria...será mejor que descanses Raúl— dijo Fausto logrando mantener el odio dentro de sí. Dante Salazar...ese hijo de puta debió haber muerto hace tantos años, pero al igual que las cucarachas sobrevivía en cualquier basurero. Fausto de Villanueva se guardó sus pensamientos para sí mismo soltando sus emociones a través de un imperceptible suspiro. El gordo comenzó a alabar al capo del cartel de los Villanueva por su piedad. Por su misericordia. Fausto saco la misma pistola de la parte trasera de su pantalón para después dispararle dos veces en el rostro al hombre sin siquiera parpadear. El escándalo fue ahogado por las paredes aprueba de ruido. —Bonne nuit Raul — Fausto hablo en perfecto francés y luego le sonrió al cadáver. El hombre con ojos del color del bosque salió fresco del cuarto asintiéndole a dos de sus hombres para que terminaran el trabajo. El día laboral había finalizado ahora si oficialmente. Fausto subió los escalones de metal para poder salir de la casa de torturas que tenía a unos kilómetros de su privada mansión. El frío aire fue un regalo de cumpleaños para Fausto, porque como odiaba el calor que había dentro de la casa de la muerte. El capo había aprendido a deshumanizarse para poder matar gente a la corta edad de cinco años, Fausto sabía cómo funcionaba el mundo en el que creció a la perfección. Para muchos era genuinamente malo y para otros era fríamente inteligente. Nadie vivía después de un atentado hacia Fausto y sus cercanos. La traición se pagaba con muerte y el emperador iba a hacérselos saber. Fausto tenía enemigos por doquier, pero también se estaba haciendo con los más poderosos aliados que existiesen para eliminar a cualquiera que se metiera en su camino. Después de todo él era un Villanueva. El mayor orgullo de su padre. Su primogénito y nunca olvidaría el papel que tenía que cumplir. En la acera de la carretera le esperaba su medio hermano menor Cesar de Villanueva Nava de veintiún años, sobre el recién cortado pasto chino. Con los ojos negros, piel completamente blanca con muchas pecas en el rostro cuadrado y los cabellos oscuros casi rapados, Cesar era una viva copia de la segunda esposa del capo más famoso del mundo. Y no precisamente la persona favorita de Fausto. César tan sigiloso que le habían apodado "Puma". No tan musculoso ni alto como el ahora lider del cartel de los Villanueva, Fausto mejor conocido como "El emperador" dentro de su mundo. Fausto no dijo nada cuando Cesar le tendió una diminuta caja blanca con un moño dorado. —Las grabaciones de Juárez y Sinaloa estaban en la red; Vladimir ya se encargó de la situación—La calmada voz de Cesar hizo que Fausto asintiera con la cabeza. Ambos subieron a una camioneta BMW gris con Cesar como piloto. —Asegúrate que tengan todo listo para volar mañana temprano— Fausto hablo y luego lanzo la caja de regalo a los asientos traseros. Cesar le asintió sin ninguna palabra de por medio mientras manejaba por la privada maleza y los árboles en medio de la noche. Su pequeño y aburrido hermano siempre estaba ahí cuando se necesitaba. "Eran sangre después de todo y tenían que protegerse espalda con espalda en este juego de poderío y peligro." Eso había repetido su padre cientos de veces, pero Fausto no estaba muy seguro de querer compartir toda la herencia con sus dos medios hermanos. Fausto más que querer. Necesitaba el poder; el dinero y el respetado apellido de su padre le habían dado todo lo que quería desde que tenía memoria. Fausto había estudiado economía y administración de empresas durante su estadía en una de las mejores universidades de Estados Unidos, sabía francés, inglés, italiano, ruso y español al pie de la letra. Él amaba hacer negocios de cualquier tipo y viajar por todo el mundo, le encantaba la buena vida, salir de fiesta y tener a las mejores mujeres a su disposición siempre. Fausto de Villanueva sabía que había heredado el elegante físico de su madre, pero la inteligencia y el carácter de su temido padre. Su único fallo según su difunta madre era su frío carácter y su ausencia de empatía a la hora de usar a los humanos como piezas de ajedrez en su vida. Su personalidad egoísta y su ambición desmesurada. Algo a lo que nunca le había tomado importancia el emperador hasta el día de la muerte de Yvonne Ferrec. Después de haber visto el cuerpo sin vida de su madre contrastando con la oscura madera del ataúd; Fausto se volvió peor. Nadie le iba a quitar el sueño de ser completamente dueño de todos los negocios ilícitos dentro de México, de cumplir su fantasía de poder, codearse con los más importantes del mundo. De ser respetado y, sobre todo, temido. Él heredero amaba estar en casa, no tenía que fingir ninguna máscara aquí, al contrario de como vivía ante el resto del mundo. Fausto no pudo evitar sonreír cuando Cesar se desvió hacia otra carretera iluminada por enormes faros amarillos y rojos que los guiaban a la gran entrada de su mansión de la cual provenía la ruidosa y pegajosa música. Cómo amaba su vida, tenía todo lo que quería por ahora. Porque incluso el diablo sabía que cuando Fausto quería algo lo obtenía a toda costa, como si se tratase de un tiburón hambriento persiguiendo a su sangrante presa. El emperador contaba con unos excelentes y leales amigos que le abrían más puertas a sus negocios, Fausto podía hacer lo que quisiera con todos sus recursos y lo mejor de todo es que se pasaba la ley por los huevos. La gente del gobierno se peleaba los millones que les depositaba el cartel mensualmente para que los dejaran operar libremente; para que el mismo Fausto pudiera liderar sus peleas con cárteles rivales sin que nadie se metiera de por medio. Los políticos de este país seguían el dinero como ratas al queso. La corrupción le traía sin cuidado al hombre, después de todo, ese no era problema de Fausto. La dinastía Villanueva iba a hacer historia con el verdadero emperador en el trono de las drogas. Ser el heredero de la mafia más poderosa del mundo era el destino del joven Fausto de Villanueva Ferrec y él estaba orgulloso de representar a su familia en todo su esplendor.Llegue a la planta baja con el terror intentando no mostrarse en mi cuerpo. Me fui de largo hasta la entrada del centro de convenciones buscando alguna cara familiar, pero no vi ninguna.Me trague la saliva acumulada cuando vi an Emmett ya en el estacionamiento esperándome tranquilo con la camioneta lista. Cómo fui tan estupida para nunca sospechar de tantas escoltas. ¿Qué debía hacer? ¿¡A quien le podía pedir ayuda!?Fausto tenia a todas las autoridades trabajando para el. Mi padrino y mi papá...¿Ellos lo sabían? ¿¡Ellos también estaban coludidos con Fausto!?Mi mente comenzó a sobre explotarse pensando que hacer a continuación. Mi familia. Algo le podía pasar a mi familia si intentaba huir. ¿Qué hacia? ¡Necesitaba salir de aquí ahora mismo! No quería llegar a mi casa donde todos descansarían ajenos a esta horrible situación en la que había embarcado a mis padres y a mis hermanos sin saberlo. Emiliano... ¿Y si le hacían algo a mi hermanito? ¿Dónde diablos me metí? Mis amigas
Indra. —¿Has visto a Fausto?— le pregunte a Leslie cuando le entregue en brazos a su nieta entrada la madrugada. Mi hermano ya se había marchado con Sofía ya que la primera tenía que estar en casa a temprana hora y mi hermano quería usar su nueva camioneta hasta para ir al Oxxo. Así que no hubo problema con su ida. Valentina y Juan se habían reunido con sus padres en otra mesa después del discurso de Iván y yo me sentí demasiado exhausta para seguir haciendo una trivial plática con mis papás y mi hermana mayor. —Esta trabajando cariño, ya sabes nunca descansa— Leslie me dijo con una pequeña sonrisa y un ligero guiño. Señaló con una mano el elevador que estaba en el pasillo saliendo del auditorio techado y luego me mostró cuatro dedos para indicarme el piso donde podría encontrar a Fausto. Todo mientras su nieta se revolvía entre sus brazos. Le agradecí despidiéndome de ella. Quería llegar a mi casa a dormir para mañana poder volver a levantarme y estudiar como hacía a
Indra. Fausto aceleró como solo a los hombres les gustaba hacerlo, el motor rugió y mi espalda se fue contra el asiento de piel.Antes de hablar mire cada parte de Fausto perfectamente arreglada para la ocasión. Las manos repletas de anillos de oro, el enorme Rolex en su mano izquierda, el traje que había elegido para hoy, como siempre haciendo resaltar sus ojos y el cabello perfectamente peinado hacia atrás.—Ese fue un movimiento inteligente de tu parte—le susurré a Fausto mientras el esquivaba carros y yo rápida busqué mi cinturón de seguridad. —Es muy difícil que alguien no me ame pequeña—me respondió burlón Fausto acelerando aún más cuando entramos a la zona hotelera de Cancún. —Bueno cuando compras a la gente es muy difícil decirte que no—le respondí más tranquila e incluso una sonrisa coqueta se posó en mi rostro. Fausto me imitó y se vio deliciosamente pícaro. Pasamos de largo el centro de convenciones de Cancún el cual estaba resguardado bajo el mejor anillo de segurida
Fausto. Exhale el humo de mi puro mientras veía las entrañas del mar a través del cristal reforzado. Había decidido apagar todos mis celulares media hora para pensar claramente lo que quería hacer a continuación. ¿Valía la pena poner en peligro la vida de Indra por un capricho mío?No nací para ser un hombre de mimos. No podría darle el amor que ella merecía tener, sin embargo la sola mención de verla con otro hombre me asqueaba en lo profundo del alma.La realidad era que Indra era demasiado buena para mí. Yo era un hombre de muertes sin escrúpulos. ¿Era bueno que tuviera alguien tan humana a mi lado? Indra ni siquiera sabía mi verdadero apellido. Ella no conocía a la bestia que habitaba en mi. Al hombre de ambición desmesurada que tenía un trono hecho de cadaveres. Ella no entendía lo que era crecer en medio de balas y drogas. Tal vez nunca comprendiera que yo no descansaría hasta cumplir los objetivos que tenía marcado desde que era un niño.Mi madre solía decir entre murmul
Fausto. —¿Y porque no lo metes a rehabilitación?— Indra me dijo en un susurro. Su desnudo cuerpo estaba sobre mi pecho mientras ella me daba un suave masaje en mi nuca. Esto debía ser el cielo. Repase en sus delicadas curvas y coloque una de mis manos sobre su espalda baja. Indra era tan menudita, la apreté contra mi cuerpo antes de aclararme la garganta para hablar. —Ya lo he pensado seriamente, a el por drogadicto y a ti por alcohólica; me deben hacer algún descuento— dije en cortas risas que rebotaron sobre Indra moviendo su cuerpo. —Ja-Ja Gutierrez— me replicó Indra rodando los ojos y quitando su peso lejos de mí, sentí que el frío en seguida me envolvió en una sensación nada placentera. Por algún motivo Indra tenía algo por ayudarme con mi casi inexistente hermano menor. Ya quisiera ver que aguantara a Victoria.Indra se dirigió a mi clóset como si fuera dueña del mismo y su seguridad me encantó aún más. La seguí pausadamente, ansiaba cazarla cada vez más. Tenerla solo p
Indra.—¡Muévanse!— Valentina siguió gritando mientras acomodaba a los amigos de Emiliano en distintos rincones de la planta baja de la casa de Fausto. Valentina había sido muy explícita respecto a no gritar durante esta organización. —¡Te dije que detrás del DJ no Fernando!—. Me mordí los labios para no decir nada. En cambio desvíe la vista al hombre de ojos verdes que estaba a un costado de mi revisando uno de sus tantos celulares en plena concentración. Una ligera sensación de arrepentimiento surgió dentro de mi estómago.¿Y si Fausto pensaba que solo estaba con él por su dinero? El hombre de dura mirada se notó contento y sereno cuando me pidió celebrar el cumpleaños de Emiliano en su casa. Él había excusado lo mucho que le gustaría aprender a hacer una fiesta sorpresa para su propio hermano menor. Para él mismo hermanito rico y drogadicto que hacía lo que a mí parecer quería siempre. Me costaba creer que Fausto siendo tan disciplinado y autoritario le diera igual lo que
Último capítulo