Sofía Hernández se casó con Brian Valtieri ilusionada, pero después de la boda él huyó al extranjero, dejándola destrozada. Lo esperó tres años hasta que regresó, pero no vino solo: volvió acompañado de una mujer embarazada. Él la desprecia por considerarla fea e insignificante, acusándola de casarse con el solo por dinero, sin saber que Sofía oculta su verdadera identidad como magnate. Tras el divorcio, él vuelve arrepentido e implora perdón, pero ella le responde con firmeza: “Ya no te quiero, ex esposo .
Ler maisSofía condujo sin detenerse hasta el penthouse que su abuelo le había dejado en herencia antes de morir. Estacionó el auto en el sótano y se obligó a entrar al ascensor, aunque cada paso le pesaba como si llevara el mundo entero sobre los hombros.Al abrir la puerta, dejó su pequeño bulto junto a la entrada. Su mirada recorrió el lugar y, de inmediato, una oleada de recuerdos la golpeó. Allí había vivido antes de casarse, llena de ilusiones por el futuro que pensaba construir con Brian. Jamás imaginó que regresaría a ese lugar en esas circunstancias. En más de una ocasión pensó en venderlo, pero agradecía no haberlo hecho. Ahora se convertía en su único refugio.Esa noche apenas pudo dormir. El dolor y la rabia se mezclaban en su pecho como un nudo imposible de desatar.A la mañana siguiente, apenas amaneció, se levantó de la cama sin perder un segundo. Se duchó, se puso un vestido de verano y tomó su bolso y las llaves del auto. No estaba dispuesta a seguir atada a Brian ni un día má
Sofía permaneció arrodillada bajo la lluvia, sin saber cuánto tiempo había pasado. El frío se le había metido hasta los huesos, sus manos estaban entumecidas y las rodillas le ardían por el tiempo que llevaba en esa posición. Sentía que, si se levantaba, su cuerpo no la sostendría.Fue entonces cuando vio a Greta, la ama de llaves, acercarse con paso apresurado.— Señora… levántese, por favor. El señor la espera en el estudio. Quiere hablar con usted.Sofía apenas pudo reaccionar. Greta tuvo que ayudarla a ponerse de pie, y aun así, sus piernas temblaban como si fueran de papel. Cada paso que daba hacia el interior de la mansión le parecía eterno. El pasillo se sentía más largo que nunca, y su respiración seguía siendo inestable.Cuando abrió la puerta del estudio, lo vio allí. Brian estaba sentado , con una postura erguida e imponente. Sus ojos, fríos como el hielo, la observaron sin un atisbo de calidez.—Entra —ordenó, sin levantar la voz, pero con un tono que pesaba como una sente
Sofía quedó inmóvil en la entrada, como si el mundo se hubiera detenido. Apenas podía creer lo que estaba viendo. Su respiración se volvió pesada, y un nudo amargo se formó en su garganta. Recordaba perfectamente que Anna era la mejor amiga de Valentina.Miles de preguntas se agolpaban en su mente:¿Por qué esa mujer venía tomada del brazo de su esposo? ¿Por qué estaba embarazada? ¿Ese hijo… era de Brian?De hecho, le resultó sospechoso que justo cuando Brian salió del país, Anna también desapareciera.Un escalofrío recorrió su cuerpo y sus manos comenzaron a temblar sin control. Trató de obligarse a mantener la compostura, a erguir la espalda y aparentar firmeza, pero el temblor en sus piernas la traicionaba.Antes de que pudiera reaccionar, Valentina corrió hacia su hermano y lo abrazó con una sonrisa radiante.—¡Hermano! Qué bueno que regresaste. Mamá y yo te hemos extrañado tanto —exclamó, con un tono cálido que Sofía no recordaba haber recibido jamás.Luego, Valentina se volvió
¡Oh, Dios! Él estaba de vuelta. Brian Valtieri había vuelto a Palermo después de tres largos años. La noticia apareció en la pantalla del teléfono de Sofía Hernández, y una sonrisa temblorosa se dibujó en sus labios. Su esposo estaba de regreso. Su mano comenzó a temblar mientras una ola de felicidad la inundaba por completo, algo que hacía mucho tiempo no sentía. Aún podía recordar aquel día . El día en que Brian se marchó sin mirar atrás , dejando atrás la promesa de un futuro juntos. Fue el día en que su boda terminó antes de empezar realmente. La boda de Brian y Sofía fue un evento discreto por múltiples razones; apenas un puñado de personas asistió a la ceremonia. Recordaba cómo él, con gesto serio y distante, le había puesto el anillo en el dedo, un gesto frío y sin emoción que le heló el corazón, mientras la miraba con desinterés. Sus ojos no tenían vida ni esperanza, solo un vacío profundo que la atravesaba como un puñal. Ambos se habían casado por orden de su abuelo
Último capítulo