Sofía despertó a la mañana siguiente con los ojos hinchados y rojos. Se incorporó lentamente en la cama, sintiendo el cuerpo pesado y la mente nublada. Caminó hasta el tocador y, al mirarse en el espejo, el recuerdo la golpeó de inmediato: ese día cumplía veintidós años.
Un dolor punzante le atravesó el pecho. Recordó que, en los últimos tres años, siempre había esperado que Brian le diera una sorpresa, que al menos la llamara o enviara un mensaje para felicitarla.
Pero eso nunca había pasado. Ni una llamada, ni una nota, ni una simple palabra. Al pensarlo, esbozó una sonrisa amarga, una sonrisa que no llegó a sus ojos, al darse cuenta de lo ingenua que había sido al esperar algo de él.
Tomó el celular y revisó sus mensajes. Solo había dos de Maira.
> [Felicidades, que cumplas muchos años más. Te quiero amiga, no lo olvides.]
[Luego te doy tu regalo.]
Sofía sonrió con melancolía. Maira era la única que había recordado su cumpleaños. Revisó si había más mensajes, pero no encontró nada