Haidar Abdelaziz es un millonario que busca venganza, pero su vida cambia cuando conoce a Brenda Saywell. Para ayudar a su madre enferma, Brenda toma la difícil decisión de vender su virginidad. Sin embargo, Haidar, su comprador, le propone ser su esposa y tener un bebé. Brenda se ve atrapada en una situación complicada, sin muchas opciones. A medida que pasan los días, la relación entre Haidar y Brenda se vuelve más intensa. ¿Podrá Haidar cumplir con su plan de venganza sin dejarse llevar por los sentimientos que comienzan a surgir?¿Será capaz el corazón de Brenda de sobrevivir durante un año al lado del Árabe?
Leer másRespirar allí se volvió una tarea complicada.
Brenda se encontraba en la suite presidencial, impregnado de un lujo que parecía burlarse de la realidad de Brenda. Las paredes estaban adornadas con arte contemporáneo, y los muebles, de diseño exquisito, brillaban bajo la luz tenue de las lámparas. Sin embargo, la opulencia de aquel lugar no podía ahogar el nudo en su estómago. Brenda se sentó en el sofá, todavía sintiendo que todo a su alrededor se movía, sus pensamientos dándole vueltas mientras repasaba una y otra vez el motivo de su presencia allí. Ella, se sentía tan extraña. Todavía no comprendía de dónde había salido el valor y aquel convencimiento, cuando decidió conseguir dinero a toda costa. Era una joven desesperada, impulsada por la necesidad de salvar a su madre. La enfermedad que la consumía no daba tregua, y cada día que pasaba, el tiempo se convertía en su enemigo. Había tomado una decisión que nunca imaginó que tendría que considerar: vender su virginidad. La idea la llenaba de terror, pero la imagen de su madre sufriendo la empujaba a actuar. La puerta se abrió de golpe, y su corazón se detuvo por un instante. En el umbral se encontraba él, Haidar Malek Abdelaziz, un hombre cuya presencia irradiaba poder y misterio. Su porte seguro y su atractivo casi sobrehumano la dejaron sin aliento. Era como si ahora en aquella habitación solamente existían ellos dos. Apenas podía respirar y pasó saliva con dificultad. Brenda lo observó con cautela. Sus ojos grisáceos parecían penetrar su alma, y las largas pestañas que los enmarcaban solo acentuaban su atractivo. Ella tragó saliva, intentando encontrar la voz que parecía haberse escapado. La mujer siguió cada uno de sus movimientos y el hombre enseguida tomó asiento, adoptando una posición que dejaba saber que tenía el control de todo en absoluto y era esa intensidad con la que la estaba mirando, la que le arrebataba el oxígeno. —Yo... Me llamo Brenda Saywell. Él asintió lentamente con la cabeza, en realidad el árabe sabía absolutamente todo de ella, aunque Brenda no tuviera idea. —Brenda —pronunció pausadamente como si estuviera saboreando su nombre y ella sintió algo extraño en su interior que no supo cómo explicar. —Estoy aquí porque... —Lo sé, créeme que sé perfectamente a lo que has venido —pronunció con un tono de voz un poco oscuro. Su voz era profunda y varonil. Y ella se sentía pequeña en ese momento, temblando como la gelatina. —De acuerdo —es lo único que pudo decir mientras entrelazaba las manos sobre su regazo y jugueteaba en medio del nerviosismo. —Iré al grano, no solo quiero comprar tu virginidad. Hay algo más que deseo —dijo él, rompiendo el silencio con una voz ronca que aturdió a la mujer —. Me apresuro en decirte que no hay trato si no estás dispuesta a ello. Confundida, Brenda frunció el ceño. ¿Qué más podría querer un hombre como él? Sabía que era demasiado bueno para ser verdad. Ya no solo era acostarse con ese hombre y recibir dinero a cambio. Sus palabras hicieron que sus nervios aumentaran un poco más. Él, era tan descifrable, tan hermético, que no era capaz de ver más allá de sus intenciones, así que no tenía idea. —Señor Abdelaziz, ¿a qué se refiere? La sonrisa peligrosa que se dibujó en su rostro la hizo estremecer. —Triplicaré la cifra si te conviertes en mi esposa y me das un hijo —declaró, como si se tratara de cualquier cosa —. Deberías sentirte afortunada de la propuesta. Un hijo. La palabra resonó en su mente, resultaba ser aterrador. Brenda se negaba a aceptar esa propuesta. No podía imaginarse en un futuro con un pequeño de sus brazos, menos convertirse en la esposa de aquel poderoso hombre, al que ni siquiera conocía. Su intención solo era vender su virginidad que sería cosa de una noche y ya. No pretendía atarse al lado de un hombre al que no amaba ni conocía lo suficiente. —No, no puedo —respondió, su voz firme pero temblorosa —. No puedo hacer eso, yo solo vine por lo otro y lo sabe, no quiero convertirme en su esposa y menos tener un bebé suyo. Él giró su elegante plumín entre sus dedos, como un acto de que tenía el control, de que estaba convencido de que ella haría lo que le pedía, luego suspiró manteniendo su mirada fija en ella. La inseguridad comenzó a apoderarse más de ella. —Solo así accederé a comprar tu virginidad —condicionó subiendo los hombros. La desesperación la invadió. Ella no podía simplemente buscar otra opción, Y es que ya no tenía otra salida. —¿Por cuánto tiempo estaríamos casados? —quiso saber mientras trataba aún de procesarlo. —Por un año —respondió él con una calma inquietante. Brenda sintió que el suelo se desvanecía bajo sus pies. Un año. Era un plazo, pero también una cadena que la ataría a un desconocido. Sin embargo, la necesidad era innegable. —¿Por qué quiere un hijo? Solo podría ceder al matrimonio. —Ya te lo he dicho. No cambiaré de opinión. —Está bien. Acepto —musitó, su voz apenas un susurro. En ese momento a pesar de las intensas ganas de llorar, se contuvo, no quería mostrarse frente a ese hombre. La sonrisa de Haidar se amplió, victoriosa, como un depredador que acaba de atrapar a su presa. Se inclinó hacia ella, su aliento cálido cerca de su oído, y las palabras que pronunció hicieron que su piel se erizara. —Lo haremos esta semana, yaftaqid (señorita) Brenda Saywell. —¿Tan pronto? —preguntó, sintiendo que la realidad arremetía contra ella. Él asintió, impasible. Su mano se deslizó dentro del pantalón, que por cierto le quedaba el talle. La forma en que lo hizo la hizo sentir aún más nerviosa. —¿Tienes algún problema? —inquirió con despreocupación. —No —mintió, aunque su interior estaba en caos. Haidar le tendió un contrato, y ella lo aceptó con manos temblorosas. Él comenzó a explicarle las pautas de su inminente relación, sus obligaciones maritales y las reglas que tendría que seguir una vez que se convirtiera en su esposa. Brenda escuchaba en un estado de trance, incapaz de procesar completamente lo que significaba realmente ese acuerdo. Salió de allí aturdida, el contrato aún en sus manos, y cuando llegó a casa, las lágrimas comenzaron a brotar. Se dejó caer en el suelo de su habitación, el llanto ahogando sus sollozos. No sabía si había tomado la decisión correcta, pero la imagen de su madre la mantenía firme. Todo por salvarla. Ella hacía ver que su necesidad valiera la pena. Así que, se sentía mejor al saber que su madre podría vivir.Epílogo El gran día finalmente había llegado. Brenda se sentía tan nerviosa como si fuera la primera vez que enfrentaba un momento tan importante, sí, sí era su primera vez. De pie frente al espejo, envuelta en un vestido blanco de seda que caía con elegancia hasta el suelo, diseñado a la perfección para ella, no podía evitar sentir que estaba viviendo un auténtico cuento de hadas. Sus delicadas manos sujetaban con firmeza un ramo de flores frescas, vibrantes y cuidadosamente seleccionadas. Su cabello, recogido con delicadeza, dejaba escapar algunos mechones que enmarcaban su rostro, mientras que el maquillaje ligero resaltaba sus bellas facciones con sutileza. Brenda era la viva imagen de la felicidad, y todo a su alrededor parecía confirmar que este día era tal como lo había soñado.Cuando llegó el momento de salir, su corazón latía con fuerza, la emoción y alegría eran difícil de contener. Estaba a punto de enlazar su vida con Haidar, el hombre que había conquistado su corazón, el
FINAL Támara tenía los ojos tan grises y el cabello castaño, mientras que Amira poseía unos ojos ámbar brillantes. Jamil, por su parte, tenía los mismos ojitos grises que su hermana Támara y su cabello oscuro como el ébano. Indudablemente, los niños se parecían más a su padre que a ella. Brenda no podía evitar sonreír al ver cómo los rasgos de Haidar se reflejaban en sus pequeños, una mezcla perfecta de ambos.Los primeros días de la nueva vida como padres habían sido un verdadero desafío. Brenda y Haidar estaban acostumbrándose a esta etapa tan diferente, aprendiendo y conociendo más sobre sus hijos, aunque no era nada fácil lidiar con tres recién nacidos al mismo tiempo.Haidar se sentía agotado, pero también inmensamente feliz de poder compartir esa experiencia con Brenda. Se esforzaba por estar presente, haciendo todo lo posible para trabajar desde casa y ayudar con las tareas del hogar, de modo que no se perdiera ni un segundo de la vida de sus hijos.Esa noche, Haidar estaba ar
El gran día había llegado para Brenda, quien se encontraba a horas de dar a luz. Anhelaba conocer a sus trillizos, tenerlos en sus brazos, pero el temor a lo desconocido también la acechaba. Sin experiencia previa, no podía evitar preguntarse cómo sería todo.Mientras se acomodaba en la cama, un quejido involuntario escapó de sus labios, lo que terminó despertando a Haidar. Él se giró rápidamente hacia ella y, al notar el líquido empapando las sábanas, comprendió que había roto fuente.—Haidar, creo que ha llegado el momento. El miedo se apoderó de Haidar. Abrió los ojos de par en par; si bien la cesárea estaba programada, ahora todo parecía haberse adelantado. — ¿En serio? ¡Dios mío! Tenemos que ir al hospital de inmediato!Brenda trató de inhalar y exhalar con frecuencia, intentando calmarse ante el creciente dolor de las contracciones, que se intensificaban cada vez más. Sin poder esperar por una ambulancia, Haidar la ayudó a llegar al auto y condujo como un loco hacia el hospita
El día de la cirugía había llegado. Haidar se encontraba en la cama, nervioso, mientras los médicos se preparaban para llevarlo al quirófano. Aunque intentaba mantener la calma, sentía una miedo. Sabía que todo saldría bien; eso era lo que debía creer.Mientras tanto, Brenda había llegado al hospital, acompañada por Jamal y Madelaine. Juntos se dirigieron a la sala de espera, donde la ansiedad se palpaba en el aire. La sala era fría y silenciosa, interrumpida solo por el sonido de los pasos de algunas enfermeras y el murmullo lejano de conversaciones.— ¿Crees que todo saldrá bien? —preguntó Brenda, su voz temblando ligeramente.Jamal intentó ofrecerle una sonrisa tranquilizadora. — Claro que sí. Los médicos son expertos en esto. Haidar está en buenas manos.Madelaine asintió, pero sus ojos también reflejaban preocupación. — Lo importante es que él es fuerte. Y tiene a todos nosotros apoyándolo.Los minutos se convirtieron en horas mientras esperaban, cada uno atrapado en sus propio
Todo cambió cuando de pronto apareció Aisha junto a su marido, Ibrahim. La tía de Haidar había llegado, y su presencia no era bien recibida por ninguno de los allegados de Haidar. Alexandra se sintió incómoda al ver a Aisha allí. — Exijo ver a mi sobrino de inmediato. Jamal, sin pensarlo dos veces, se puso en pie, decidido a no permitir que esos dos se salieran con la suya. Nadie tenía el derecho de exigir nada en ese momento.— Con todo respeto, Aisha, estoy al tanto de todos los inconvenientes que han pasado entre tú y tu sobrino, y te pediré que te retires de aquí. No creo que tu visita sea gratificante para mi amigo.Aisha se quedó descolocada por las palabras directas de Jamal. Su expresión cambió a una de indignación y molestia, bufando con desdén.— ¿Eres consciente de la forma tan grosera con la que te diriges a mí? Jamal, por supuesto que tengo todo el derecho de estar aquí y preguntar por la salud de mi sobrino. ¡Es el hijo de mi hermana!Ibrahim, que parecía más calmado
Brenda sentía que su corazón se salía de su pecho cada vez que recordaba toda la situación que estaba viviendo. Permanecía en medio de la sala de espera, su corazón latía con fuerza, y no entendía por qué se sentía así. Tenía miedo de ser la culpable de que algo malo le hubiera pasado a Haidar. ¿Y si su exesposo no pudo con el hecho de que ella se estaba yendo para siempre y por eso se desplomó en medio del aeropuerto? La incertidumbre la mantenía en un estado de alerta constante.De pronto, levantó la vista al escuchar su nombre. Era Alexandra, que había llegado tan pronto como supo lo que había ocurrido. La abrazó con fuerza, y Brenda sintió una mezcla de alivio y culpa.— Brenda, aquí estás. En cuanto me enteré de todo, vine lo más rápido que pude. Dime, por favor, ¿cómo se encuentra Haidar?Brenda, sintiéndose avergonzada, no podía mirarla a la cara. No había tenido el valor de despedirse de ella en persona; solo dejó una carta escrita. Además, estaba avergonzada por romper su pro
Último capítulo