Sofía permaneció arrodillada bajo la lluvia, sin saber cuánto tiempo había pasado. El frío se le había metido hasta los huesos, sus manos estaban entumecidas y las rodillas le ardían por el tiempo que llevaba en esa posición. Sentía que, si se levantaba, su cuerpo no la sostendría.Fue entonces cuando vio a Greta, la ama de llaves, acercarse con paso apresurado.— Señora… levántese, por favor. El señor la espera en el estudio. Quiere hablar con usted.Sofía apenas pudo reaccionar. Greta tuvo que ayudarla a ponerse de pie, y aun así, sus piernas temblaban como si fueran de papel. Cada paso que daba hacia el interior de la mansión le parecía eterno. El pasillo se sentía más largo que nunca, y su respiración seguía siendo inestable.Cuando abrió la puerta del estudio, lo vio allí. Brian estaba sentado , con una postura erguida e imponente. Sus ojos, fríos como el hielo, la observaron sin un atisbo de calidez.—Entra —ordenó, sin levantar la voz, pero con un tono que pesaba como una sente
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