Brian la miró como si no hubiera escuchado bien. La vena en su sien palpitaba con fuerza, y aunque sus labios se curvaron en una sonrisa helada, sus ojos destilaban pura furia.
—Muy valiente, Sofía —escupió con un tono que helaba la sangre—. Pero recuerda… toda acción tiene sus consecuencias.
Antonio dio un paso al frente, interponiéndose entre Brian y Sofía. Su respiración era firme, pero por dentro ardía una rabia que apenas podía contener. El rostro de Sofía, pálido y tenso, hizo que un recuerdo olvidado regresara con fuerza.
—Tío… —gruñó Brian, conteniendo la rabia—. Esto es entre mi esposa y yo. No deberías meterte.
—Claro que sí debo —replicó Antonio, sin apartar la vista—. Soy el protector de Sofía… y velaré por sus intereses.
Mientras hablaba con firmeza, sus manos se cerraron con tanta fuerza que las uñas se clavaron en su piel. Amarla en silencio era una tortura que lo desangraba por dentro.
El gesto de Brian se endureció; apretó los puños hasta que los nudillos se le pusier