Obligada a un matrimonio sin amor, Nehir Karaman se convierte en la esposa del despiadado magnate Mirza Aslan, un hombre cuya mirada negra oculta más secretos de los que ella imagina. En un juego de poder, orgullo y traiciones familiares, Nehir lucha por mantener su fortaleza mientras Mirza, consumido por el remordimiento, descubre que su mayor batalla será ganarse el amor de la mujer que un día condenó. Cuando el hielo se derrite, solo queda el fuego. Y esta vez, Nehir decidirá si las cenizas pueden dar paso a una nueva vida.
Leer másLa primera luz del alba se filtraba a través de las persianas de la oficina privada donde Mirza Aslan guardaba sus registros personales. No era un despacho lujoso: las paredes desnudas, una estantería con carpetas etiquetadas y una mesa amplia eran suficientes. Pero en ese espacio austero, Nehir Karaman y Mirza se preparaban para un ritual que pondría a prueba todo lo que habían construido juntos: la confianza.Se miraron en silencio antes de encender las lámparas. Ella llevaba un abrigo negro sobre un vestido sobrio; él, una camisa impecable y la mirada intensa. Ambos sabían que esa mañana no se trataba solo de despejar rumores. Era el momento en que sus vidas quedarían al desnudo.Mirza caminó hacia una esquina del despacho y accionó un panel secreto. Tras él, apareció una caja fuerte empotrada en la pared. Sus manos temblaron apenas al introducir la clave.—Prométeme que no cerrarás la puerta —murmuró Nehir, acercándose para tomar su mano—. —No me atrevería —respondió él, desliza
La mansión Aslan amaneció en silencio, pero para Nehir Karaman aquel silencio era un ruido ensordecedor. No por el juicio ni por el Ministerio Invisible. Por algo más cercano, más íntimo: la desconfianza.A las siete de la mañana, encontró un sobre sin remitente sobre la mesa del despacho. Dentro, una carta mecanografiada y un puñado de fotografías. Al sacarlas, descubrió imágenes de Mirza: * En un prostíbulo de Estambul, rodeado de varias mujeres de lujosos vestidos. * En una reunión a altas horas de la noche con hombres de rostro duro, sentados alrededor de una mesa llena de botellas de whiskey y fajos de billetes. * Abrazando a un hombre al que no reconocía, pero cuyo rostro llevaba tatuajes de calavera y serpientes.Sus manos temblaron mientras sacaba la carta:“Señora Karaman: Si creía que tu aliado era un inocente magnate, esto le contará otra historia. Mirza Aslan, Capo de la familia Aslanoglu, controla media Estambul. Estas fotos son solo el principio. —Leyla Kara.”
La madrugada se filtraba por los ventanales de la mansión Aslan como un suspiro tenue. Afuera, el jardín parecía congelado en el tiempo. Dentro, el despacho seguía siendo un santuario de sombras.Nehir despertó en el sofá, envuelta en la manta que Mirza había dejado. Él ya no estaba. Solo quedaba la copa vacía y una nota doblada sobre la mesa.“Hoy no luches. Hoy respira.”Ella la leyó dos veces. Luego la guardó en el bolsillo de su chaqueta, como si fuera un talismán.Al salir del despacho, encontró a Ayla en la cocina, preparando café turco con movimientos lentos, casi ceremoniales.—¿Dormiste? —preguntó Ayla sin mirarla.—Un poco.—¿Soñaste?—No. Pero sentí que alguien me sostenía.Ayla asintió. No dijo nada más. Solo deslizó una taza hacia ella.—¿Sabes qué día es hoy? —preguntó Nehir.—El aniversario del incendio.El silencio volvió, pero esta vez tenía bordes afilados.—¿Crees que fue él? —preguntó Nehir.—Sedat siempre quiso borrar lo que no podía controlar. Y tú, hija mía, nun
El día después del testimonio de Halil Karaman no trajo alivio. Trajo movimiento.Las oficinas del Ministerio de Justicia amanecieron con una orden de revisión sobre los contratos empresariales de Mirza Aslan. El comunicado oficial hablaba de “una auditoría rutinaria”, pero nadie lo creyó. Los medios lo interpretaron como represalia. Los aliados de Nehir lo leyeron como amenaza.Y Mirza… lo recibió como confirmación.—Ya no se esconden —dijo, mientras revisaba los documentos con Cemil—. Van a por mí. No por lo que hice. Por lo que represento.—¿Y qué representas? —preguntó Cemil.—Un hombre que no se arrodilla. Y eso, para ellos, es peligroso.• • •En la mansión Aslan, Nehir estaba reunida con Zeynep y Ayla. El ambiente era tenso, pero no roto. La declaración de Halil había cambiado el tablero. Ya no se trataba solo de Sedat. Ahora el Ministro Invisible estaba expuesto. Y eso significaba que la guerra había escalado.—¿Crees que van a intentar desacreditar a papá? —preguntó Zeynep.—
La ciudad no dormía. No después de lo que había ocurrido.La declaración de Ayla Karaman había sacudido los cimientos del sistema judicial. Las redes sociales seguían ardiendo, los canales de noticias repetían su testimonio en bucle, y los analistas políticos comenzaban a hablar de una “fractura institucional sin precedentes”.Pero en el Ministerio, el silencio era absoluto.El Ministro Invisible había convocado a una reunión de emergencia. No en su despacho habitual, sino en una sala sin ventanas, sin cámaras, sin registros. Allí estaban tres figuras clave: un juez retirado, un asesor de inteligencia, y un empresario vinculado a contratos estatales.—Sedat ya no es útil —dijo el Ministro, sin rodeos.—¿Y Nehir? —preguntó el juez.—Es peligrosa. No por lo que sabe. Por lo que representa. Si no la detenemos ahora, va a arrastrar a otros. Y si Ayla testifica oficialmente… el caso se convierte en símbolo.El asesor de inteligencia deslizó una carpeta sobre la mesa.—Tenemos algo. Un pact
La declaración de Ayla Karaman fue transmitida en cadena nacional a las 21:00. No hubo música de fondo, ni edición. Solo su voz, firme, clara, temblorosa en los bordes, pero imposible de ignorar.> “No me escondo más. No me callo más. Lo que viví no fue una diferencia familiar. Fue una invasión. Y lo que mi hija enfrenta hoy, lo enfrenté yo en silencio. Pero ella eligió hablar. Y yo elijo acompañarla.”Las redes estallaron. Las cadenas de noticias interrumpieron sus programas. Las columnas de opinión se dividieron entre quienes la llamaban valiente y quienes la acusaban de oportunismo. Pero lo que nadie pudo negar… fue el impacto.Sedat Kara no respondió. No emitió comunicado. No apareció en público. Su equipo legal canceló entrevistas. Y en los pasillos del Ministerio, el silencio se volvió estrategia.• • •En la mansión Aslan, Nehir observaba la transmisión desde el despacho. No se movía. No hablaba. Solo escuchaba. Cuando la imagen de su madre desapareció de la pantalla, ella cerr
Último capítulo