Mundo ficciónIniciar sesiónBianca debe casarse antes de cumplir 25 años para recibir su herencia. En una cita equivocada conoce a Luciano Montenegro, un poderoso CEO, y a su hijo Matías, un niño brillante que está buscando la “nueva mamá perfecta”. Sin querer, Bianca se gana el corazón del pequeño jefe y la atención de su padre. Lo que comienza como un acuerdo para fingir un compromiso pronto se convierte en sentimientos reales… hasta que la exesposa de Luciano, que todos creían muerta, reaparece para destruirlo todo. ¿Será Bianca capaz de proteger el amor y la familia que nunca imaginó encontrar?
Leer másLos días pasaron con una calma aparente que solo cubría el torbellino de pensamientos que revoloteaban en la mente de Bianca. Había vuelto a la rutina forzada que Francisca le imponía, fingiendo interés por los movimientos de una empresa que ya no sentía suya. Cada noche, se refugiaba en el tocador de su madre, dejando que la melodía de la vieja caja de música le recordara quién era y por qué debía seguir.Pero había una decisión que no podía aplazar más. Una promesa que había hecho… y un destino que parecía haber comenzado a girar desde aquella cena equivocada.Tomó el celular. Dudó. Luego, con un leve suspiro, buscó el número que había guardado hace un par de días.Marcó.—¿Bianca? —la voz de Luciano sonó profunda, ligeramente sorprendida, pero sin frialdad.—Hola —respondió ella, mirando al ventanal de su habitación—. Disculpa que llame sin aviso, pero… necesitaba hablar contigo.—Claro. ¿Todo bien?—Sí. O… no lo sé —rió apenas, nerviosa—. Es sobre lo que hablamos en el restaurante
El amanecer entró por las cortinas pesadas del cuarto de Bianca como una presencia inoportuna. Apenas había conciliado el sueño cuando unos golpecitos suaves pero insistentes en la puerta la obligaron a levantarse.—¿Bianca? —La voz de su tía Francisca atravesó la madera, cargada con ese tono meloso que usaba cuando quería algo—. ¿Puedo pasar?Bianca se sentó al borde de la cama y se frotó los ojos antes de responder:—Pasa.Francisca entró como si la habitación también fuera suya, impecable como siempre, con un conjunto de tonos neutros y ese perfume caro que dejaba estela. Llevaba una carpeta en la mano y una sonrisa falsa en los labios.—Perdón por despertarte, querida, pero necesito que hagas un pequeño favor. —Alzó la carpeta—. Necesito que lleves esto a la empresa Del Valle. Es para una cooperación importante. Muy importante.Bianca arqueó una ceja.—¿Por qué no lo llevas tú? Al fin y al cabo, tú manejas la empresa… toda la empresa —dijo con frialdad.La sonrisa de Francisca se
Bianca empujó la pesada puerta de madera, dejando entrar con ella una bocanada de aire frío que se mezcló con el aroma a rosas que siempre flotaba en el vestíbulo. Ese perfume era un recuerdo de su madre, como si aún caminara por esos pasillos con elegancia silenciosa… pero todo lo demás ya no era igual.—Llegas tarde —dijo una voz suave, falsa como una sonrisa de serpiente.Francisca estaba allí, impecable en su vestido de lino beige, sentada en uno de los sillones antiguos del salón principal. Su copa de vino giraba entre sus dedos, mientras sus ojos la escaneaban de pies a cabeza con ese juicio disimulado tras una máscara de “preocupación”.—Buenas noches, tía —respondió Bianca con una expresión tranquila, pero firme. No había aprendido a sobrevivir allí siendo ingenua.—Espero que no estés saliendo demasiado —añadió Francisca, levantándose con elegancia forzada—. No quiero que te distraigas de lo importante.—¿Como qué? ¿Respirar correctamente en esta casa? —murmuró Bianca mientra
Mateo lo observaba con la mirada más brillante y feliz que había visto en años, como si acabara de ganar un premio de superhéroes con mamá incluida.—¿Papá? —susurró Mateo, con ese tono esperanzado que le partía el alma—. ¿Vas a decir que sí?Luciano se quedó en silencio. Todo su instinto gritaba que estaba metiéndose en una locura. Pero la sonrisa de Mateo... esa sonrisa lo desarmó por completo.Se aclaró la garganta, sin dejar ver el torbellino en su cabeza.—Está bien... acepto.Bianca alzó el pulgar.—Perfecto. No sabes cuánto me alegra encontrar a alguien tan razonable. ¡Esto será pan comido!Luciano sonrió de lado, resignado.Y no dijo nada sobre ser un CEO millonario, dueño de una de las empresas más poderosas del país.Porque, sinceramente, en ese momento… no sabía si estaba viviendo un sueño, una película… o una completa locura organizada por su hijo.Pero lo cierto era una cosa: Mateo tenía una nueva mamá. Y eso, por ahora, bastaba.Bianca se levantó de la mesa con seguridad
—¿Estás segura de esto, Carla? —preguntó Bianca desde su auto, mirando con incertidumbre hacia el restaurante frente a ella.—Claro que sí. El tipo es un encanto, trabaja con mi primo y está soltero. Mesa seis. Ya debe estar ahí. Entra, sonríe y actúa natural.—Carla, ¿y si es un psicópata con cara de buena gente?—Entonces corre… pero corre con elegancia, ¿ok?Bianca soltó una risa tensa y colgó. Se dio un último vistazo en el retrovisor, se bajó del auto con decisión y caminó hacia el restaurante sin imaginar que el verdadero caos ya se estaba gestando adentro.***—Papá, tengo una idea revolucionaria —anunció Mateo con tono conspirativo, acercándose sobre la mesa como si estuviera a punto de revelar un secreto internacional.Luciano, que recién tomaba un sorbo de café, se atragantó un poco.—¿Otra más? Mateo, la última vez que dijiste eso casi explota la licuadora con gelatina adentro.—Eso fue ciencia, papá. ¡Innovación doméstica! Pero esto es diferente. Necesito... una mamá.Luci





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