El amanecer en Rize era apenas un suspiro entre la lluvia y la niebla. La ciudad se desperezaba con lentitud, aún dormida bajo capas de humedad que parecían no querer disiparse. Desde su habitación en el ala este de la mansión Aslan, Nehir contemplaba la silueta gris del Mar Negro a través del ventanal. No había dormido. Otra noche en blanco. La amenaza, la imagen de Eylül vigilada, y la presencia inquietante de Leyla volvían una y otra vez a su mente como un disco rayado.
Apretó la taza de café entre las manos. La cerámica cálida apenas era consuelo ante el nudo constante en su estómago. Frente al espejo, su rostro seguía firme, impasible, pero sus ojos estaban más oscuros. El rojo de labios esta vez no era símbolo de control… era una advertencia.
Cuando salió de la habitación, no fue al comedor. No quería soportar otro desayuno de miradas fingidas y comentarios pasivo-agresivos. Caminó directo al salón donde solía recibir a sus contactos del juzgado. Tenía un informante esperándol