La mansión Karaman estaba sumida en un silencio tenso, como si cada uno de los muros pudiera sentir la guerra que se libraba dentro. La noche era espesa, sofocante, y el aire llevaba consigo el peso de una decisión irreversible. En el despacho de Halil Karaman, el patriarca de la familia, se desarrollaba una batalla que marcaría el destino de sus hijas. —No me casaré con él, padre. No puedes obligarme. —La voz de Eylül Karaman era apenas un susurro tembloroso, pero estaba cargada de desesperación. Sus ojos oscuros brillaban con angustia, y su pecho subía y bajaba con un ritmo irregular. Frente a ella, Halil Karaman la observaba con paciencia calculada, sus dedos acariciando el borde de un vaso de whisky con la tranquilidad de un hombre acostumbrado a salirse con la suya. La decisión estaba tomada. Y su hija menor no tenía escapatoria. —Este matrimonio no es un castigo, Eylül. Es una alianza. —Su voz era fría, sin espacio para la discusión. Eylül sintió la presión apretándol
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