La mansión Karaman en Rize permanecía en un silencio sepulcral, pese al rugido del Mar Negro en la distancia. El eco de la decisión que se había tomado seguía suspendido en el aire como una maldición.
La ciudad entera, oculta entre montañas y nubes, parecía contener el aliento. El apellido Karaman no era uno más entre los poderosos de la región: era una marca esculpida en piedra, y su alianza con los Aslan haría temblar los cimientos del statu quo. La mansión Karaman se mantuvo en silencio tras el trato sellado, pero el eco de lo que había ocurrido seguía vibrando en los muros. La decisión de Nehir había alterado el equilibrio. Nada volvería a ser igual. Horas más tarde, en su habitación, Nehir Karaman se sentaba frente al gran espejo otomano heredado de su bisabuela. La luna se filtraba tímida por las cortinas de terciopelo y recortaba su perfil con un resplandor frío. Había elegido su destino… ¿o solo había retrocedido un paso ante el abismo para evitar que Eylül cayera en él? Un golpe seco en la puerta la sacó de sus pensamientos. —Adelante —dijo sin girarse. Era su madre, Asuman Karaman. Su rostro, siempre tenso, tenía una expresión ilegible, como si incluso ella no supiera si se sentía orgullosa o horrorizada. —Lo has hecho por ella… ¿pero sabes lo que él es realmente? —¿Quién lo sabe, madre? —respondió Nehir con tono cortante—. Tú tampoco has vivido con un hombre fácil, ¿cierto? Asuman no contestó. Solo dejó sobre la mesa un pequeño relicario de oro. —Era de tu abuela. Lo llevó en su boda, pensé que… Nehir se levantó. Por primera vez, sus ojos se nublaron. —No necesito símbolos. Esto no es una boda. Es una condena. ✾ A varios kilómetros, en la colina más alta de Rize, la residencia Aslan se alzaba como un vigía entre la niebla, tan antigua como imponente. Desde su despacho acristalado, Mirza contemplaba las luces tenues del puerto y el rugido del mar, su única música. A su lado, su asistente de confianza, Cemil, esperaba instrucciones. —¿De verdad vas a casarte con una Karaman? —preguntó, rompiendo el silencio. Mirza no apartó la vista del exterior. —No con cualquiera. Con la mayor. Nehir. —No parecen compatibles… —Precisamente por eso. Cemil frunció el ceño, pero sabía que no obtendría más. Mirza tenía planes. Casarse no era parte de sus deseos, pero sabía que para reclamar el control del conglomerado familiar, debía cumplir con una antigua cláusula del testamento de su abuelo. Solo como hombre casado podría heredar las operaciones legales… y las que no lo eran tanto. Y Nehir Karaman, con su gélido temple y su rebeldía, era la única que no lo seguiría ciegamente. Eso le gustaba. Eso le divertía. ✾ Los rumores sobre el compromiso sacudieron los cimientos de la ciudad. El café central, lugar predilecto de jueces retirados, esposas influyentes y empresarios discretos, hervía de especulaciones. Pero en la mansión Karaman, no había lugar para chismes, solo silencio, pesar… y determinación. Eylül no se separaba de su hermana. Nehir no salía de su habitación. Eylül trataba de consolarla, pero no podía hacer nada. Las miradas entre hermanas se habían vuelto más intensas. Cargadas de amor, sí, pero también de una tristeza amarga. —Lo arruiné todo… —susurró Eylül esa noche, mientras abrazaba a su hermana. —No —dijo Nehir, acariciando su cabello como si aún fuera una niña—. Si algo arruiné, fue mi propia paz. Pero por ti… lo haría otra vez. —Te odio por hacerlo —dijo Enyül noche entre lágrimas—. Y te amo por ello más de lo que sabré expresar jamás. —Te aseguro que yo también me odio un poco, Eylül. ✾ El día de la ceremonia llegó. Nehir descendió por las escaleras del viejo palacio de justicia de Rize envuelta en un vestido negro, sin adornos ni promesas. Como un luto anticipado. Mirza la esperaba ya en la sala de mármol. Los testigos eran los socios de ambos patriarcas. No había música. No había flores. Solo poder. Solo contratos. —No fijas sonrisas, Aslan. No me interesan —advirtió Nehir, sin mirarlo directamente. —Perfecto. Tampoco me agradan las mentiras. Las firmas se estamparon. Al decir "acepto", nadie aplaudió. Solo el sonido del bolígrafo firmando el acta resonó en la sala como el clavo en una tumba ✾ Esa noche, ya en la nueva residencia Aslan, Nehir caminó por los pasillos sintiendo que cada paso la alejaba de sí misma. Entró en la habitación que sería suya, y al cerrar la puerta, apoyó la frente contra ella, finalmente dejando caer una lágrima. En el salón contiguo, Mirza la observaba desde las cámaras ocultas de seguridad. No por perversión, sino por interés. Por estrategia. Por algo que ni él mismo sabía nombrar. sin expresión. Pero su mano apretaba el vaso con tanta fuerza que lo resquebrajó. Su vaso tembló en su mano. No de nervios. De posibilidad, de algo que ni el mismo podía explicar, se sentía nervioso si, no lo podía negar, esa mujer con esa mirada fuerte, decidida, lo desarmaba. Porque esa mujer no era solo una pieza. Era fuego. Y si no tenía cuidado… lo consumiría. • ────── ✾ ────── •