Capítulo 50

La mañana amaneció con un viento suave que arrastraba hojas secas por el patio de la clínica. Zeynep llegó temprano, con la carpeta de informes bajo el brazo y la determinación de quien sabe que cada día es una prueba de resistencia. Saludó a los voluntarios, revisó las listas de pacientes y se instaló en su despacho. El aire olía a café recién hecho y a papel nuevo, como si la jornada quisiera empezar con un gesto de renovación.

Arda apareció poco después, puntual como siempre, con la tablet en la mano y una sonrisa tranquila.

—Buenos días —dijo, dejando una caja de documentos sobre la mesa.

—Buenos días —respondió Zeynep, sin levantar la vista de la libreta—. ¿Cómo va la logística del festival?

—Todo en orden. Los permisos están confirmados, los músicos listos y los voluntarios organizados. Solo falta coordinar la seguridad.

Ella asintió, anotando en su libreta.

—Perfecto. Lo revisaremos esta tarde.

El silencio se instaló un momento entre ellos, un silencio cómodo, lleno de confianz
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