Lionetta se casó con Angelo estando perdidamente enamorada de él. Lo había amado en silencio durante años, y cuando él por fin correspondió sus sentimientos, creyó estar viviendo un sueño. Al principio, su matrimonio parecía perfecto, pero con el tiempo comenzaron a distanciarse. A pesar de los esfuerzos de Lionetta por salvar la relación, nada parecía mejorar. Justo cuando está a punto de rendirse, Angelo sufre un accidente. Angelo ha perdido los recuerdos de varios años de su vida, y la realidad en la que despierta le resulta extraña. Tiene una esposa con la que no recuerda haberse casado, aunque no le cuesta entender por qué lo hizo. Siempre consideró a Lionetta una mujer hermosa e inteligente. ¿Podrán recordar juntos lo que los unió por primera vez? ¿O las heridas no sanadas y la falta de comunicación terminarán por borrar el amor que alguna vez los unió?
Leer másLionetta estaba sentada entre su madre y su hermana, en absoluto silencio. Casi dos horas habían pasado desde que llegó a la clínica, y por lo que su primo Ignazio había logrado averiguar, estaban sometiendo a Angelo a una cirugía riesgosa para drenar un hematoma en la cabeza, producto de un fuerte golpe que había recibido.También le explicó que Angelo tenía un par de costillas fracturadas, al igual que una pierna, que más adelante debía ser operada, aunque eso tendría que esperar hasta que lograran estabilizarlo. Su primo había evitado hacer cualquier suposición sobre el pronóstico de Angelo, limitándose a transmitir lo que los médicos sabían hasta ese momento.Lionetta se sentía atrapada en una pesadilla que no tenía fin. Miraba su celular una y otra vez, mientras los minutos corrían, a la espera de que alguien saliera por la puerta de quirófano y les dijera que su esposo iba a estar bien.Observó a su alrededor. Su familia estaba allí. Sus padres, sus hermanos y también los padres
Lionetta asintió con un leve gesto de agradecimiento cuando Neilan le abrió la puerta de atrás y se subió al auto. Él la cerró con suavidad antes de rodear el coche y tomar su lugar al volante. Mientras el auto arrancaba, ella se quedó mirando por la ventana.Frente a sus ojos estaba su casa, la misma que Angelo había comprado para ambos. Ese lugar había sido testigo de sus sueños compartidos, de las largas noches en las que hablaban del futuro. Pero en ese momento, sus planes parecían casi inalcanzables.El coche se alejó lentamente y Lionetta se perdió en sus pensamientos.Habían pasado al menos quince minutos de trayecto cuando la voz del conductor la sacó abruptamente de su ensimismamiento.—Señora, creo que debería ver esto —dijo el hombre, bajando la velocidad.Lionetta se inclinó hacia adelante, y al mirar entre los asientos delanteros, el mundo se le detuvo. A unos metros de la carretera, estaba el auto de Angelo. Aunque bien podría haberse tratado de un auto parecido al de su
Lionetta se incorporó con una mueca. El cuerpo le pesaba y los ojos le ardían. A pesar del cansancio que sentía la noche anterior, no había logrado dormir hasta que estaba amaneciendo. Demasiados recuerdos, demasiadas cosas en las que pensar. Todas acosándola al mismo tiempo sin darle un respiro.Estiró el brazo y tomó su celular. Pasaban de las ocho de la mañana.Se levantó con esfuerzo y salió de la habitación de invitados. La casa estaba en un silencio casi absoluto, por lo que asumió que Angelo ya se había marchado. Una mezcla de emociones divididas la invadió. Por un lado, estaba aliviada porque no se sentía preparada para enfrentarse a él tan pronto, pero también se sentía decepcionada al pensar que se había marchado como si nada hubiera sucedido. Empujó la puerta de la habitación principal, pero apenas dio un par de pasos antes de detenerse en seco al darse cuenta que sus suposiciones habían sido incorrectas. Angelo estaba allí, sentado en el sofá junto a la ventana. Se había
Lionetta levantó el celular una vez más, revisó la pantalla en silencio y lo dejó sobre la mesa con un suspiro resignado. Era evidente que Angelo no llegaría a tiempo para la cena.Comenzó a comer antes de que la comida se enfriara, pero al poco tiempo empujó el plato a un lado, sin apetito. Se levantó sin prisa y se dirigió a su habitación. Estaba agotada. La sesión de fotos de esa mañana la había dejado sin energía, pero la emoción por aquella cena le había dado fuerzas durante el día. Fuerzas que se habían terminado por desvanecerse al darse cuenta que Angelo le había fallado otra vez.Su esposo llevaba semanas demasiado ocupado. Al principio, Lionetta intentó ser comprensiva. Entendía que el trabajo podía absorberlo, dirigir una de las empresas de seguridad más famosas del país no era nada fácil. Pero conforme las situaciones se repetían —cenas canceladas, noches interminables en la oficina, fines de semana en los que apenas cruzaban palabras—, ya no se sentía tan comprensiva.Lio