—¿Cómo está él? —preguntó Lionetta, dirigiéndose al médico con la voz tensa.
Durante los últimos cinco días transcurridos desde el accidente, habían mantenido a Angelo dormido, despertándolo solo por breves periodos para evaluar su estado. Sin embargo, esa mañana el médico había comenzado a retirarle la sedación. Desde entonces, Angelo había entrado y salido de la conciencia varias veces. A veces emitía un sonido; otras, abría los ojos por unos instantes, aunque no parecía del todo consciente de lo que ocurría a su alrededor.
Lionetta había estado junto a Angelo cada vez que se lo permitían. Y cuando no podía entrar a verlo, permanecía en la sala de espera, aguardando con ansiedad el próximo momento en que la dejaran pasar. Habría dormido en la clínica sin dudarlo, de no ser por la firme intervención de su padre. Por eso, cada noche se retiraba a descansar a la habitación de hotel que él le había reservado cerca de la clínica.
—Su esposo acaba de despertar.
Soltó un suspiro y, en sile