Alejandra Sanromán es una rica heredera californiana, que parece tenerlo todo en la vida. A sus veintidós años, dirige su empresa con éxito y va a casarse con el hombre que ama. Sim embargo a pocas horas de la boda, Alejandra escucha a su esposo Alberto Mejía, nada menos que planeando matarla, así que no le queda más opción que fingir su muerte y escapar. Un año después Alejandra regresará con una nueva identidad y una sola misión: destruir a las personas que la traicionaron. Pero si quiere lograrlo y recuperar su fortuna, entonces debe conseguir el apoyo del único hombre al que Alberto le teme: el implacable Scott Hamilton. Ese hombre no es cosa de juego. Todos dicen lo mismo sobre él: despiadado, feroz, horrible... ¡y Alejandra ha regresado para conquistar a ese ogro! ¿El problema? Él es una bomba y ella tiene una habilidad especial para hacerlo explotar cada cinco minutos. ¿Qué pasará entonces cuando no tenga más remedio que casarse con ella? REGRISTRO DERECHOS AUTOR INDAUTOR: 072413020500-14 REGISTRO DERECHOS DE AUTOR SAFECRATIVE: 2211032551134
Ler maisCAPÍTULO 1. El dolor de la traición.
Alejandra sonrió mientras saludaba amablemente a todos los invitados de su boda. Había más de quinientas personas, casi todas celebridades o gente importante de la industria chocolatera del mundo. Y era que a su modo, Alejandra Sanromán era también una celebridad.
Era una rica heredera de California, y a pesar de haberse quedado huérfana a los catorce años, había crecido para ser una mujer fuerte y trabajadora. A sus veintidós años dirigía con éxito la empresa de sus padres, y acababa de casarse con el hombre que amaba.
Lo tenía todo, su vida era perfecta, pero en cuanto se puso a buscar a su marido, Alberto, ni siquiera imaginaba lo pronto que aquella sensación de felicidad desaparecería.
Alejandra lo buscó por toda la mansión, sin embargo se quedó petrificada al pasar frente a la habitación de su prima Claudette. Adentro se escuchaban los gemidos y jadeos característicos de dos personas teniendo sexo, y de repente su prima mencionó un nombre que le quitó el aliento:
—¡Alberto! ¡Síiiii... no pares...! ¡Más, máaaassss! ¡Síiiii! ¡Alberto...!
Alejandra sintió como si le hubiesen disparado en pleno estómago. Cada sonido que escuchaba era grotesco, no podía creer que Alberto la hubiera estado engañando con su prima Claudette, y encima en su propia boda.
Tenía que salir de allí, pero no podía moverse, estaba paralizada por el dolor. Claudette era la persona en quien más confiaba después de su esposo, y los dos la habían traicionado de la peor manera posible.
No sabía si enfrentarlos o salir huyendo, pero la voz entrecortada de su prima la detuvo en su sitio.
—¿Ya decidiste lo que vas a hacer con Alejandra? —la escuchó preguntar después del escandaloso final.
—No hay mucho que decidir, ya habíamos hablado de esto: Alejandra tiene que desaparecer —dijo Alberto y Alejandra sintió como si le estuvieran arrancando el corazón.
—¿Ya es segura la oferta que te hizo ese tipo? —insistió su prima, y aunque las lágrimas corrían por sus mejillas, Alejandra aguzó el oído, como si necesitara saber el motivo por el que la estaban traicionando.
—Sí, esta vez no hay vuelta atrás: y Scott Hamilton no es "un tipo", es "el tipo". El magnate más grande de la tecnología en Europa y se está expandiendo. Me ha ofrecido un negocio que no puedo rechazar —dijo Alberto—. Una sociedad, eso es mucho dinero, y sobre todo es dinero fácil, pero necesito invertir un gran capital inicial...
—Ya sabes que Alejandra no te lo dará —siseó Claudette con desprecio—. A ella le gusta ser la CEO, la rica, la poderosa. Jamás te dejará crecer, cariño, solo quiere que seas su mascota y exhibirte, pero no te dejará ser más poderoso que ella, así que supongo que ya tomaste una decisión.
A Alejandra le dio un vuelco el corazón y antes de que su esposo abriera la boca de nuevo, ya sabía lo que planeaba.
—Por eso mismo tiene que morirse —siseó Alberto con impotencia—. ¡Tengo que ser viudo lo más pronto posible!
—¿Y cómo piensas hacerlo? —preguntó Claudette con morbo.
—En un rato la llamarán por un problema en la fábrica, ya arreglé eso. Y ella no dejaría de ir ni siquiera porque es nuestra boda, estoy seguro. Así que he cortado los frenos de su coche, ese Ferrari será su final.
—Perfecto, así Alejandra estará fuera de nuestras vidas para siempre —rio Claudette—. Entonces solo tienes que heredarlo todo y cerrar el trato con el señor Hamilton. ¡Ahora vamos a tener todo lo que siempre quisimos: poder, dinero y una vida sin problemas!
Alejandra cayó de rodillas cubriéndose la boca para no gritar. Su marido la estaba enviando a morir. No podía creer que hubiese sido capaz de estar con otra mujer, y mucho menos de planear matarla. ¡Pero así era!
—Oye ¿estás seguro de que sí se morirá? —preguntó Claudette de repente.
—¡Muy seguro! ¡Y si la maldit@ de tu prima no se muere de esta, ya buscaré la forma de matarla, pero te aseguro que de esta semana, no pasa!
Lentamente Alejandra fue recuperando el movimiento de sus piernas y caminó hasta llegar a su habitación, donde se derrumbó llorando sobre la cama. No podía creer lo que acababa de escuchar, ¿cómo podía Alberto hacerle algo así? ¿Y Claudette? La prima en quien confiaba tanto...
La habitación parecía girar a su alrededor y necesitaba salir de allí, sin embargo pocos minutos después alguien tocó a su puerta y entró su tío Milton.
—¡Hija, acaban de llamar, hay un problema urgente en la fábrica...! —El hombre se detuvo al ver sus ojos llorosos—. ¿Estás bien?
Pero antes de que Alejandra pudiera contestarle, Alberto, Claudette y su tía Leticia entraron también.
—Ale, ¿qué pasa? —preguntó su marido fingiendo una preocupación que a ella le revolvió el estómago.
Alejandra miró a todos, pero después de aquella traición no era capaz de confiar en nadie. ¿Y si sus tíos estaban de acuerdo con aquel plan? Después de todo eran los padres de Claudette.
—Nada, solo... estaba acordándome de mis padres... me hacen mucha falta en un día como hoy —mintió alejándose de ellos—. ¿Qué es lo que pasa en la fábrica?
—Parece que entró un animal y cayó en uno de los tanques de chocolate —dijo su tío.
—¡Cada uno de esos tanques cuesta veinte mil dólares! —escandalizó Claudette—. ¿¡Cómo pudieron ser tan descuidados!? ¡Son unos inútiles...!
—Bueno, ya, ya. Lo que hay que hacer es solucionarlo —la interrumpió Alberto y se giró hacia su esposa—. Irás a la fábrica, ¿verdad?
Alejandra miró a su marido durante un largo segundo.
—¿Vendrás conmigo? —le preguntó y él negó con la sonrisa más asquerosamente falsa de la historia.
—No debería, Ale, alguien tiene que quedarse a atender a los invitados, no sería correcto que los dos novios se ausenten —replicó él y a Alejandra le temblaron las manos.
Podía enfrentarlo, pero recordó sus palabras: "Si la maldit@ de tu prima no se muere de esta, ya buscaré la forma de matarla".
Alberto, el hombre que amaba, estaba decidido a acabar con su vida.
Salió de la habitación sin decir palabra y no se detuvo hasta llegar al estacionamiento de la mansión.
—¡Este, llévate este! —dijo Alberto pasándole las llaves del Ferrari.
Alejandra tomó las llaves con un estremecimiento y se subió en el coche, saliendo inmediatamente de la propiedad.
Lloraba desconsolada mientras conducía lo más despacio que podía. Pensaba en aquel día en que había conocido a Alberto. Había sido en una fiesta, ella tenía veinte años y él veintiocho. Alberto era amigo de Claudette y trabajaba como abogado en el bufete de su tío Milton. Su misma tía Leticia los había presentado y empujado uno hacia el otro diciendo que estaban destinados.
¿Cómo había llegado a aquella situación? ¿Cómo había sido tan estúpida de creer que aquellas personas la querían?
Las lágrimas caían por sus mejillas mientras miraba las curvas de la carretera frente a ella. Su vida corría peligro, pero sabía que no tenía forma de escapar de tanta maldad. Tenía el corazón destrozado y sentía que se ahogaba, así que hizo algo que jamás había pensado hacer:
Pisó a fondo el acelerador y lo dirigió a la primera curva de la carretera.
Alberto no podría matarla si ella misma se encargaba de acabar con su vida.
El Ferrari tomó la curva demasiado rápido y se salió de la carretera. Todo pasó ante los ojos de Alejandra como en cámara lenta. El auto dio una vuelta de campana y luego salió despedido por el aire hacia el precipicio. Cayó quince metros más abajo, destrozándose antes de que el tanque de gasolina se incendiara con una enorme explosión.
Y mientras todo era consumido por las llamas, los pensamientos de Alejandra fueron para su familia y para Alberto, el hombre que amaba y que la había destruido.
Una hora después una patrulla de policía llegaba al lugar del accidente. No había sobrevivientes para aquella tragedia, así que después de identificar la placa del Ferrari, se dirigieron a la mansión Sanromán para informar a Alberto que Alejandra había muerto. Tristemente, no habían logrado recuperar nada de su cuerpo después de la explosión.
Quinientos invitados vieron a aquel hombre llorar, maldecir, retorcerse de dolor por la muerte de su amada esposa, y todos lloraron con él, sin imaginar que asesinar a Alejandra Sanromán había sido su idea; todo porque quería robarle su herencia para hacer sus propios negocios, su propio imperio.
Y lo que Alberto Mejía estaba muy lejos de imaginar, era que Alejandra Sanromán no era de las que perdonaban, ni en esta vida, ni en ninguna otra.
EPÍLOGO.El mundo seguía girando. Quizás eso era lo más extraño de todo. Que su venganza había pasado, sus enemigos habían caído, pero el mundo seguía girando como si todo eso fuera demasiado insignificante.Una semana después del arresto de Callie, Charlie estaba sentada en su oficina, perdida en sus pensamientos. Había esperado sentirse eufórica, triunfante después de todo lo que había logrado; pero en lugar de eso, se encontraba reflexionando sobre el futuro.Había estado tan centrada en deshacerse de los fantasmas del pasado que ahora, con el horizonte despejado, la pregunta de qué hacer a continuación la había tomado por sorpresa.Lawrence entró en la oficina sin hacer ruido, como siempre lo hacía, y su presencia tranquila y paternal la hizo sonreír.—¡Propuesta! ¡Larguémonos de aquí! —dijo él caminando hacia su escritorio—. Ya es hora de realmente empezar una nueva vida, Charlie. Los hoteles caminan solos, tenemos buenos CEOs. ¡Vámonos a la aventura!Charlie lo miró, divertida.
LA AMANTE VIRGEN. CAPÍTULO 57. Un Nuevo ComienzoCharlie observaba desde una pequeña sala de espera cómo procesaban a su hermana. Callie, ahora con las manos esposadas y el rostro rígido, intentaba mantener una postura altiva, pero su mirada delataba el miedo. El brillo de la arrogancia se había desvanecido por completo y Charlie sabía muy bien por qué: Solo pasarían un par de horas y unos pocos trámites antes de que los oficiales la escoltaran hacia un coche patrulla que la llevaría directamente a prisión, donde pasaría los próximos quince años.Aquel acuerdo con la fiscalía era blindado, y durante ese tiempo ni siquiera podría pedir que se reuniera una junta de libertad condicional.Charlie respiró profundamente, como si por primera vez en mucho tiempo pudiera llenar sus pulmones sin el peso opresivo de la tensión. Lieberman estaba junto a ella, ajustando los papeles en su maletín, y tan pragmático como siempre, parecía inmutable ante la escena.—Debiste haberla dejado enfrentar un
LA AMANTE VIRGEN. CAPÍTULO 56: El final de todoCharlie sentía un hormigueo incómodo en la nuca mientras manejaba hacia la delegación de policía. La llamada del detective había sido escueta y sin muchos detalles, pero su tono sugería algo importante. El hecho de que le hubieran pedido que se presentara en persona solo significaba que algo importante estaba sucediendo.Después de ver a Lieberman hacía dos días para decirle lo que quería hacer, había regresado a la mansión Dalton, a celebrar con Lawrence y con Liz. Blake se le había unido unas horas más tarde y no venía solo. Ella no había preguntado por qué traía sus nudillos enrojecidos, y Liz tampoco había preguntado por qué los de Gideon estaban cubiertos de sangre seca mientras se lo llevaba a la cocina a curárselos.Si hubo o no hubo chispa entre aquellos dos no lo supo, porque ella solo se concentró en dejar que Blake la envolviera en un abrazo lleno de seguridad y en relajarse con una copa de champaña y con todo lo que vino desp
LA AMANTE VIRGEN. CAPÍTULO 55. Un plan a medio fraguarCallie estaba sentada en el elegante sillón de cuero del despacho de la mansión del que había sido, hasta hacía solo veinticuatro horas, su padre. Jugueteaba con el anillo de oro que llevaba en el dedo y que por supuesto, no se iba a quitar ni divorciada porque tenía un diamante espectacular.A su lado, su madre, Darcy, se encontraba repantigada en la silla detrás del escritorio, como si fuera la dueña del lugar. La tensión en el aire era palpable, pero ambas mujeres parecían disfrutar de esa incomodidad como si se alimentaran de ella.—Te lo dije, hija —suspiraba Darcy con una sonrisa furiosa—. Este es solo el primer paso. Pero aun tenemos que hacer que cada pieza caiga en su lugar, y reclamar el tuyo al lado de tu padre es una de ellas.Callie asintió con una sonrisa altiva. Sus ojos fríos escaneaban la habitación con el aire de alguien que ya sentía el poder en sus manos.—Y Lawrence Dalton... —dijo Darcy, mirando a su hija con
LA AMANTE VIRGEN. CAPÍTULO 54. Ajuste de cuentasCharlie miraba al abogado a los ojos, y su expresión era tan firme y resuelta como siempre. Sentada en su oficina, con los documentos legales esparcidos frente a ella, sentía que había llegado el momento de poner fin a todo el caos que había envuelto su vida durante tanto tiempo. Callie, Conrad, Rory... Todos los fantasmas del pasado que la habían perseguido debían quedar atrás. Ya no había espacio para el miedo ni para las dudas.—Quiero que esto termine de una vez por todas —dijo Charlie con la voz cargada de determinación—. No puedo seguir arrastrando este conflicto, esta… guerra. No es solo por mí, es por todo. Necesitamos paz, y la única manera de conseguirla es asegurarnos de que todos los involucrados enfrenten las consecuencias.Jacob Lieberman la miró en silencio por un momento, evaluando lo que estaba pidiendo. Sabía que Charlie era una mujer fuerte, pero también sabía que detrás de esa fuerza había un alma cansada, agotada de
LA AMANTE VIRGEN. CAPÍTULO 53. Nada más importaEl abrazo de Lawrence alrededor de Charlie era cálido, reconfortante, como si en ese momento todas las dudas y el caos a su alrededor dejaran de importar. Ella cerró los ojos, dejándose envolver por la sensación de pertenencia que durante tantos años le había sido negada.—No me importa lo que digan esos resultados —susurró Lawrence en su oído—. Tú siempre has sido mi hija. Lo sabes, y lo sé. Y ahora —se apartó un poco para mirarla a los ojos, su expresión llena de ternura—, tenemos que ir a casa a celebrar. ¡Dime que hay champaña fría! —pidió y Liz asomó la cabeza sobre su hombro.—¡Cuatro botellas! ¡Heladas! ¡Doy fe porque yo misma las puse! —exclamó y Lawrence pasó u brazo también sobre su hombro, agradecido porque más que una empleada Liz se había convertido a lo largo de los años en algo así como la voz de su conciencia.Al otro lado de la sala Conrad Pearce se tiraba de los cabellos y golpeaba furiosamente una pared sin que nadie l
Último capítulo