Lionetta sonrió al ver a Angelo recargado en su auto con los brazos cruzados sobre el pecho. Su corazón dio un pequeño salto. Él siempre le había parecido peligrosamente atractivo, aunque, por supuesto, ella nunca se le había dicho. Jamás se atrevió a confesarle que llevaba años sintiéndose atraída por él.
—Angelo —saludó, acercándose para darle un beso en la mejilla.
Un cosquilleo sutil le recorrió la espalda baja cuando él posó la mano allí para acercarla. Contuvo la respiración, consciente del calor de su palma y de lo cerca que estaban. Estar cerca de Angelo siempre la ponía nerviosa, aunque se aseguraba de actuar con naturalidad.
—Gracias por venir —dijo, retrocediendo, y esbozó una sonrisa relajada—. Aunque no era necesario que te tomaras la molestia… podríamos habernos encontrado directamente en la cafetería.
—No es ninguna molestia —respondió él mientras le abría la puerta del copiloto.
Lionetta le dedicó una sonrisa agradecida antes de subir al auto. Angelo cerró la puerta c