Mariella no deseaba casarse con un hombre al que no amaba, temiendo repetir el trágico destino de su madre. Sin embargo, su anhelo de libertad la lleva a descubrir oscuros secretos sobre su padre, secretos que podrían poner en peligro a las personas más cercanas a ella. ¿Será el amor suficiente para salvarla?
Leer másToda la noche permanecí acostada, con la vista fija en el techo de mi habitación. La opresión en mi pecho no me dejaba respirar, cada inhalación era un esfuerzo. Finalmente, incapaz de soportarlo más, me levanté de la cama y me acerqué a la puerta. Allí estaba un guardia, en silencio, firme frente a la entrada, observándome. Por su postura, parecía estar cuidándome, aunque su presencia era más una barrera que una protección.—Quiero ver a la Reina —dije, mi voz temblorosa pero decidida.—Eso no será posible. Vuelva a la cama.—¿Por qué no? —respondí, el mal humor comenzando a apoderarse de mí—. Necesito hablar con ella.—Entienda que está ocupada.—¡No me interesa lo que esté haciendo! Dije que quiero verla —grité, mi paciencia completamente agotada.El guardia me miró con duda en sus ojos, la incertidumbre reflejada en su rostro. Finalmente, tras unos segundos de silencio, sacó la llave y abrió la puerta.—Sígame, por favor.Sin más, salí de la habitación. En mi camino, me encontré c
No sé en qué momento dejé de llorar. Era como si mi pecho hubiera liberado algo que llevaba aprisionado durante todo ese tiempo que permanecí tirada en el suelo, sintiéndome como una completa basura. Tenía el presentimiento de que algo malo sucedería hoy, pero no imaginaba la magnitud de lo que estaba por venir.De pronto, escuché cómo la gran puerta de metal se abría. Levanté la vista y ahí estaba Arthur, parado en el umbral, mirándome con una expresión que me rompió por dentro. Su cara estaba roja y lágrimas corrían por sus mejillas. No quería imaginar lo peor, pero algo en su mirada me lo anticipaba.—¿Qué pasó? ¿Dónde estaban? —mi voz se quebró, mi mirada perdida en el abismo de su silencio—. Arthur, por favor, dime algo. ¿Qué pasa?No hizo ningún movimiento, y sin titubear, me habló.—Tu padre… por fin está en el pozo.La noticia me sacudió, pero algo no encajaba. Si mi padre había encontrado su destino en el pozo, ¿por qué Arthur no parecía feliz? ¿Qué más podía haber pasado?—¿
No podía dejar de mirarla mientras dormía. Parecía un ángel, tan celestial, tan hermosa… una rosa frágil y delicada. Pasé mis manos suavemente sobre su bello rostro y le brindé un beso en la frente. Me levanté de la cama con decisión. No podía seguir en este estado; quería que todo esto llegara a su fin. Así que resolví hablar con la Reina.Salí de la habitación ,caminando tranquilo hasta el vestíbulo donde solía recibir la reina a sus visitas ,le hable a uno de los guardias que estaban ahí parados en la entrada y le pedí que le dijera a la Reina que quería hablar con ella .Me pidió que me sentara y un buen rato después me llamo.—La reina aprobó su visita ,pase porfavor Entre al gran vestíbulo y caminé nerviosa hasta tenerla de frente .—Me informaron que querías verme, joven Bastian —dijo la Reina, con su típica serenidad.—Así es, mi Reina.—Entonces, adelante. ¿A qué se debe tu visita? —preguntó, con curiosidad.—Creo que la hermana de Mariella sabe dónde está Alessandro. Y tamb
Ha pasado tanto tiempo desde la última vez que visité la tumba de mi nana. Extraño llevarle flores, sentarme junto a ella y contarle todo lo que ha sucedido. Han sido días agridulces en el castillo de la Reina. Nos han asignado habitaciones separadas: Arthur y Olivia duermen solos, mientras que yo comparto las noches con Bastian. Debería sentirme agradecida por esta comodidad, pero no es así. Cada noche, los sollozos de mi hermana atraviesan las paredes, inconfundibles y desgarradores. Llora por Hilltop. Desde el día en que él dejó este mundo, Olivia no ha hecho otra cosa que lamentarse y derramar lágrimas. Su dolor es como una sombra constante, ineludible.—Aquí estás. Llevo horas buscándote por todo el palacio.Como siempre, mis pensamientos son interrumpidos.—Lo siento—respondí, colocando la mano en mi barbilla—este rincón se ha convertido en mi refugio desde que llegamos.—Y cómo no serlo—contestó Arthur, mirando hacia el horizonte—desde aquí se extiende el bosque, y más allá, t
Llegamos a la casa de mi padre; la fiesta ya había comenzado. Las luces resplandecían desde las ventanas como si trataran de competir con las estrellas, y las risas y la música se desbordaban al exterior, envolviendo la noche en una atmósfera vibrante. William me abrió la puerta del carruaje con una elegancia impecable, y bajé, sintiendo el peso de las miradas de los asistentes que ya estaban dentro. Entramos juntos, y ahí estaba mi padre, esperándonos en el vestíbulo con su porte dominante.—Bienvenidos sean a esta gran fiesta. Hoy celebramos el triunfo de nuestros negocios. ¿No es así, William? —dijo, su voz llena de autoridad.Mi esposo hizo una reverencia exagerada, como si estuviera saludando a un rey, y me tomó del brazo para llevarme al interior. La casa estaba deslumbrante; todos los invitados estaban enmascarados y vestidos con una elegancia que rozaba lo teatral, como si cada uno quisiera destacarse del resto.De pronto, William apretó mi brazo suavemente.—¿Podemos bailar?
La lluvia golpeaba suavemente el cristal de la ventana, creando un ritmo melancólico que parecía sincronizarse con los latidos de mi corazón. Sentada en el borde de la cama, con los pies descalzos rozando el frío suelo, observaba el mundo exterior como si fuera un cuadro distante, ajeno a mi realidad.Mi mirada estaba fija en el horizonte gris, pero mi mente viajaba a lugares más oscuros. Pensaba en la muerte, no como un final abrupto, sino como una presencia constante, una sombra que siempre había estado ahí, acechando en los rincones de su vida. ¿Era un enemigo? ¿Un alivio? No lo sabía. Solo sabía que la muerte tenía un extraño magnetismo, una promesa de silencio y descanso que me intrigaba y me aterraba al mismo tiempo.Mis dedos jugaban distraídamente con el borde de mi vestido, mientras mi mente se llenaba de preguntas sin respuesta. ¿Qué quedaba después? ¿Era la muerte un vacío eterno o un renacer? ¿Era el fin de todo o el comienzo de algo más? La incertidumbre me envolvía como
Ha pasado un día desde el regreso de William. Su presencia es como una brisa que recorre la casa: invisible pero innegablemente perceptible, un susurro constante que despierta cada rincón.No hemos cruzado palabra desde que volvió. Shyla tampoco le ha dirigido la mirada ni un saludo; él, en cambio, se ha refugiado en su oficina, sumido en su propio universo, esquivando cualquier conexión.Mis músculos y mi mente pedían tregua mientras buscaba las palabras adecuadas para la Reina. No podía negarlo: los nervios me devoraban, pero no había fuerza en el mundo capaz de impedir que la enfrentara. Cuando salí del baño, me observé en el espejo con determinación. William jamás volvería a verme derrotada. Yo era fuerte, hermosa, y debía recordármelo cada día. Antes de convencer a otros, debía creerlo yo misma. Soy hija de una mujer poderosa y capaz. Eso corre por mis venas.Me vestí rápidamente, como si mi propia urgencia pudiera liberarme del peso que cargaba. Necesitaba salir, respirar aire f
Finalmente, logré tranquilizarme. Con el corazón aún tambaleante, decidí entrar a la casa. Allí estaba Bastian, sentado en la sala, moviendo frenéticamente las piernas de un lado a otro, con las manos cubriendo su boca. El aire estaba cargado de tensión. Me acerqué a él, arrodillándome para quedar a su altura. Le tomé las manos con suavidad. Alzó su rostro hacia mí. Estaba rojo, empapado de lágrimas, y reflejaba una mezcla de dolor y arrepentimiento que atravesó mi alma como un rayo.—No pasa nada, Bastian —susurré, con voz temblorosa pero firme—. Te creo cuando me dices que me amas… porque yo siento exactamente lo mismo.—Debí habértelo dicho antes… Perdóname —respondió, ahogado por la culpa.Levanté mis manos y las puse en sus mejillas, húmedas por el llanto. Lo miré con una compasión que surgía desde lo más profundo de mi corazón.—No tienes nada que disculpar —dije, tratando de transmitirle todo mi amor—. Hiciste lo que creíste necesario. Fuiste increíblemente valiente. Soy yo qu
William se marchó esa noche. No lo despedí como solía hacerlo; me sentía completamente rota, como si algo dentro de mí se hubiera quebrado para siempre. A la mañana siguiente, Shyla entró al cuarto con una pequeña mesa donde había preparado el desayuno. Su presencia siempre traía un poco de luz, incluso en los días más oscuros.—Shyla, en serio amo tu amabilidad, pero no quiero comer ahora —le dije, con la voz apenas audible.—Lo sé, pero debes intentarlo, por favor —respondió con dulzura, su mirada llena de preocupación.Con un suspiro, me senté en la cama y comencé a comer. Su compañía tenía un efecto calmante, como si su sola presencia pudiera sostenerme en pedazos. Cuando terminé, Shyla se llevó la mesa. Noté que no regresaba, y escuché el sonido de la puerta abriéndose. Pensé que tal vez había salido a cuidar sus plantas o a tomar aire fresco, pero lo que ocurrió después me dejó sin aliento.Bastian entró a la habitación. Su mirada estaba destrozada, y lágrimas corrían por sus m