Ethan Miller tiene la vida perfecta: dirige su propia empresa y comparte su vida con Sophie Laurent, su pareja de años. Sin embargo, cuando enfrentan dificultades para tener un hijo, la aparente perfección de su vida comienza a desmoronarse. Su solución para formar una familia recae en Ava Brooks, su confiable asistente, quien acepta ser madre subrogada. Para Ava, la decisión es un acto de lealtad hacia su jefe, aunque también sabe que lo hace motivada por los sentimientos secretos que guarda hacia él. Sin embargo, un error en la clínica convierte este acuerdo en un desastre inesperado: en lugar de llevar el bebé de Sophie, Ava queda embarazada de un hijo que comparte solo con Ethan. Sophie, llena de furia y resentimiento, exige que Ava aborte, y la situación escala hasta que Ava se ve obligada a fingir que ha perdido al bebé en un accidente. Ethan, herido y desconcertado, reacciona con dureza, acusándola de irresponsabilidad. Herida y decidida a protegerse, Ava renuncia, eligiendo ocultar su embarazo y desaparecer de la vida de Ethan. Para Ethan, la salida de Ava representa una pérdida que le es difícil aceptar, mientras que Ava debe enfrentarse a la nueva vida que ha elegido, y a la promesa de un amor que nunca fue, protegiendo al hijo que Ethan jamás sabrá que es suyo.
Leer másEl aire estaba tenso. La oficina en ese momento parecía más un calabozo que un espacio de trabajo.
Ava apenas había entrado cuando Ethan cerró la puerta con un golpe seco. Su rostro estaba desencajado, su mandíbula apretada.
Caminó hacia ella con pasos firmes, duros, y sin mediar palabra le sujetó el brazo con rudeza, con tanta fuerza que a Ava le dolió.
—¡Respóndeme, maldición! ¿De verdad perdiste al bebé? —la voz de Ethan retumbó como un disparo seco en la oficina.
Ella lo miró, sorprendida, y sus ojos se encontraron con los de él.
Pero no había ternura en ellos. No había duda ni compasión. Solo odio. Solo desprecio.
Eso le dolió aún más. Su expresión aterradora le provocó una punzada punzante en el pecho.
Ese hombre, al que había amado en silencio durante años, ahora la miraba como si fuera una basura.
“Bien,” pensó con rabia, “si él quiere pensar lo peor de mí, que lo piense.”
Se soltó de su agarre con un tirón y alzó la barbilla, como si el orgullo pudiera contener el dolor.
—Sí, perdí al bebé —respondió, con voz firme aunque por dentro se rompía—. Y quizás fue lo mejor. Todo esto de la subrogación fue un error. Un completo error desde el principio.
Vio algo entonces. Un relámpago de dolor cruzó fugazmente los ojos de Ethan, tan rápido como vino, desapareció.
Él chasqueó los dientes y dio un paso atrás, como si su sola presencia le quemara.
—Lo hiciste a propósito —acusó en voz baja, con veneno—. Solo querías quedarte con ese maldito y deshacerte de mi hijo. ¡Eso era todo, ¡¡verdad!!
Ava ladeó el rostro y una sonrisa amarga se formó en sus labios.
¿Ella, con David? Ethan era absurdo, sus celos y la maldita manipulación de Sophie lo habían cegado por completo.
Había un nudo inmenso en su garganta, pero no se lo permitiría. No derramaría una sola lágrima por alguien que ya no creía en ella.
—¿Y qué si es así? —dijo en voz baja pero firme—. Tengo derecho a vivir mi vida íntima como se me plazca, Ethan. No eres mi dueño.
No alcanzó a terminar de decir la última palabra cuando la bofetada llegó. Un sonido seco y violento llenó el reducido espacio de la oficina.
—Tú… zorra descarada… —siseó él, preso de ira y celos.
Ava contuvo un sollozo con gran esfuerzo. ¿En verdad ese era el Ethan del que se había enamorado?
No, ese hombre frente a ella le era completamente desconocido.
“Ya no más, Ava,” se dijo a sí misma, con furia contenida. “No vas a llorar nunca más por Ethan Miller”.
—Esta será la última vez que nos veremos, para alivio de todos —consiguió decir, con voz firme y temblorosa a la vez.
Se giró y salió sin mirar atrás. Ethan dio un paso, queriendo detenerla, queriendo rogarle perdón. Pero no pudo.
Su cuerpo estaba inmóvil, paralizado por una mezcla devastadora de dolor y rencor. La vio marcharse, sabiendo que había perdido todo.
La amaba. Se había enamorado de Ava de una forma avasallante, descontrolada, desconocida para él. Y aún sabiendo que debió haberlo evitado, que nunca debió cruzar esa línea, lo había hecho.
Pero ya nada importaba.
Ella había perdido al bebé a propósito Lo había traicionado, había destruido su confianza. Ahora solo quedaba el vacío, la ausencia de su hijo... y de ella.
El eco de la puerta al cerrarse todavía retumbaba en su mente. Sus ojos seguían fijos en el lugar donde Ava había estado segundos antes.
Su pecho subía y bajaba con violencia, lleno de rabia, de impotencia, de una punzada de algo más oscuro: traición.
“¿Cómo puedo amar a una mujer que perdió a nuestro hijo a propósito?”. Apretó los puños con fuerza, tan fuerte que sus nudillos se volvieron blancos. “Esa maldita…”
El dolor era insoportable, una mezcla entre la furia y el amor que aún le ardía en la sangre.
“Voy a olvidarla", prometió, con el alma hecha pedazos. “La borraré de mi vida.”
Pero entonces, una sombra cruzó su mirada.
“Y si se atreve a volver… que se atenga a las consecuencias.”
Su mandíbula se tensó, y la oscuridad en su interior terminó de encenderse.
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Seis meses antes
Ava tenía las manos apoyadas sobre su regazo, apretadas con fuerza, mientras miraba con incredulidad a la pareja frente a ella.
Ethan Miller, su jefe, y Sophie Laurent, la mujer perfecta a su lado, la miraban con ojos esperanzados. Sophie tomaba la mano de Ethan con delicadeza, y él, como siempre, se veía tan firme, tan seguro… tan inalcanzable.
—¿Qué dices, Ava? —preguntó Ethan con voz calmada—. Sabemos que es mucho pedir, pero confiamos en ti.
Ella tragó saliva con dificultad.
¿Ser la madre subrogada del hijo de su jefe? ¿Del hombre del que había estado enamorada por años?
¿Un hijo de él… con otra mujer?
Era una locura. Un castigo. Una broma cruel del destino.
Ava desvió la mirada hacia Sophie, que le sonreía con suavidad.
No tenía nada contra ella. Era amable, inteligente, educada… y preciosa. La clase de mujer que uno esperaría ver al lado de Ethan Miller.
No como ella, tan común y corriente. Ava siempre se había sentido fuera de lugar, una asistente invisible, útil solo cuando algo se desordenaba.
¿Cómo demonios iba a decir que sí a esto?
Su mente se llenó de imágenes que no podía evitar: Ethan sosteniendo al bebé en brazos, Sophie besándole la mejilla, agradeciéndole haber cumplido su sueño de ser padre.
Ellos siendo felices… mientras ella quedaba al margen.
Pero al mismo tiempo, conocía el dolor que había detrás. Ethan había intentado adoptar sin éxito. Sophie no podía concebir. Y ella… ella tenía un cuerpo sano, un útero fértil y una deuda de gratitud inmensa con Ethan.
“Él siempre estuvo ahí,” pensó. “Cuando me quedé sin departamento, él me prestó dinero. Cuando no pude pagar mis estudios, él los cubrió sin esperar nada a cambio.”
Y ahora le pedía algo que sí tenía precio. Un altísimo precio.
Su corazón latía con fuerza, desesperado.
—No tienes que decidir ahora —agregó Sophie, con ternura—. Solo… piénsalo. Este bebé será amado como nunca. Te lo prometo.
Ava solo asintió. Su voz no salía.
“¿Cómo se supone que iba a gestar el hijo del hombre al que amaba en silencio… solo para entregárselo a otra mujer?”
Su mundo se quebraba en silencio, mientras en su rostro mantenía una máscara de calma.
El dilema ya estaba dentro de ella. Y la decisión, inevitable.
Ava seguía en la habitación, inmóvil, con la luz pálida de la mañana bordeando las cortinas. El mensaje de la clínica ardía en su retina. Sentía el corazón golpeándole el pecho y la respiración desigual, como si le faltara aire.—Tengo que decírselo a Ethan —murmuró.El impulso se quebró de inmediato: en su mente apareció Sophie, furiosa, con los ojos encendidos y la voz cortante. La imaginó gritándole, exigiendo explicaciones, rompiendo el contrato sin mirar atrás. Un escalofrío la atravesó entera. Llevó la mano al vientre y lo acarició con suavidad, como buscando sostén.—Si Sophie se entera será el fin del contrato… y este bebé… también es mío —se dijo, con un hilo de voz—. Carne de mi carne… sangre de mi sangre.Las lágrimas se le acumularon. Tenía un hijo con Ethan. Hijo de ambos. Un error, sí, pero real. Un calor pequeño le recorrió el pecho y por un segundo sonrió, asustada de su propia alegría. Luego sacudió la cabeza para enfocar y mordió su labio inferior hasta domar el t
Ava permanecía despierta en medio de la oscuridad, envuelta en el silencio de la habitación. La tenue luz que se colaba por la ventana dejaba ver la silueta de Ethan acostado en el sillón, con un brazo bajo la cabeza y el otro sobre el pecho. Una sonrisa, suave e involuntaria, se dibujó en sus labios. ¿Por qué no se había ido a otro lugar? Si la señora Sophie se enteraba, iba a quitarle la cabeza a los dos sin pensarlo. Sin embargo, el hecho de que él aún estuviera allí, en esa misma habitación, le provocaba un calorcito inexplicable en el pecho.No quería permitirse soñar con él… pero no podía evitarlo. En su mente se formaban imágenes de cómo sería su vida si Sophie Laurent no existiera. Era un pensamiento egoísta, lo sabía, pero por esa noche se permitió soñar un poco, con una pequeña sonrisa todavía iluminándole el rostro.Ethan, por su parte, no podía conciliar el sueño. Se movió sobre el sillón, incómodo, y cuando giró la cabeza, el aire se le escapó al ver a Ava con los ojos
Sophie se miró al espejo con el ceño fruncido mientras se aplicaba su sérum nocturno con movimientos meticulosos. Tenía la piel perfecta, el pijama más caro del hotel y aún así… se sentía derrotada.—¿Qué diablos le pasa a Ethan? —masculló mientras se perfumaba el cuello y el escote con esmero.No podía entenderlo. Desde que Ava se convirtió en la madre subrogada de su bebé, Ethan ya no era el mismo. ¿Cómo era posible que defendiera a una simple empleada delante de todos? ¡Delante de ella! “Soy su prometida, maldita sea”, pensó con rabia, apretando con más fuerza el frasco de perfume. El contenido casi se derramó sobre sus dedos, pero no le importó.Unos toques en la puerta la sacaron de su espiral de ira. Giró la cabeza con lentitud, y una sonrisa cargada de veneno se dibujó en su rostro.—Ahora va a ver… le enseñaré quién es Sophie Laurent —murmuró entre dientes, apretando la mandíbula.Se levantó de su tocador, acomodó con cuidado el tirante del pijama de satén que dejaba poco
Ethan corría por la playa con el corazón latiendo tan fuerte que sentía que podía salirse de su pecho. A pesar del escándalo con Sophie, de las miradas inquisitivas de la gente y del deseo de simplemente desaparecer de la faz de la Tierra, lo único que verdaderamente le importaba en ese momento era Ava.“Esto no le hace bien al bebé…”, pensó con un nudo en el estómago, frenando en seco al verla a lo lejos.Ava estaba sentada en la arena, con el rostro hundido en sus manos. Sus hombros temblaban suavemente, y los sollozos se escapaban de su boca en un lamento contenido. Ethan sintió que se le partía algo por dentro. No era la misma angustia desesperada que sintió cuando pensó que había desaparecido horas atrás. Era una pena más profunda, más amarga… más silenciosa.Se acercó con cuidado y se arrodilló a su lado.—No deberías estar sola así —murmuró.Ava levantó la cabeza apenas unos centímetros, sin mirarlo directamente.—Ve con tu prometida, Ethan —susurró con voz quebrada—. No est
Ethan se adelantó sin mirar atrás, dejando a Sophie luchando por seguirle el paso. Tenía un nudo enorme en la garganta, las manos empapadas en sudor y un tambor constante en el pecho. Sentía que todo a su alrededor se movía en cámara lenta, como si el tiempo mismo se burlara de su desesperación.—¿Dónde está? —murmuró entre dientes, buscando con la mirada entre la multitud.Corrió hacia donde se aglomeraban varias personas, creyendo que ahí encontraría a la mujer embarazada que, según los rumores, estaba en peligro. Su corazón latía con tanta fuerza que pensó que podría salírsele del pecho.Pero entonces, una figura familiar cruzó caminando a pocos metros de él. Ethan se quedó de piedra.—¿Ava?No podía creerlo. ¿Estaba bien? ¿No le había pasado nada? El alivio fue inmediato, tan fuerte que le nubló la vista. Por un segundo pensó que era una alucinación, que el miedo le había jugado una mala pasada.—No seas idiota —se reprendió a sí mismo y gritó—: ¡Ava!Ella se detuvo al escuchar
Ava caminaba con los pies descalzos por la orilla de la playa, dejando que el agua tibia del mar le acariciara los tobillos. El atardecer pintaba el cielo con tonos naranjas y violetas, y su vestido blanco ondeaba suavemente con el viento. Aunque la imagen era hermosa, su corazón estaba cargado. Cada paso que daba sobre la arena húmeda parecía pesar más que el anterior.Había salido de la habitación sin rumbo, huyendo de sí misma, de sus pensamientos, de lo que había ocurrido horas antes. Se llevó las manos al vientre, como si así pudiera calmar la agitación que sentía en el pecho.—¿Cómo llegamos a esto? —susurró, sin esperar una respuesta—. ¿Qué estoy haciendo con mi vida?Las lágrimas brotaron silenciosas. No sabía si eran de rabia, confusión, tristeza… o todo a la vez. Su vida había cambiado por completo, todo era tan incierto.Quería mantener a Ethan lejos. Quería ser fuerte, protegerse, proteger a su bebé. Pero el amor que aún sentía por él era demasiado. Estaba ahí, incrusta
Último capítulo