Ava Brooks miraba la pantalla de su ordenador con concentración. Su escritorio estaba inmaculadamente ordenado, como cada mañana: los papeles alineados, las carpetas en su lugar, y la taza de café aún humeante a su lado.
Como asistente ejecutiva de Ethan Miller, había perfeccionado su habilidad de mantener todo en orden, sabiendo que un detalle fuera de lugar podría desencadenar un día de caos en la oficina. Pero esa dedicación tenía una raíz más profunda que el mero profesionalismo; en silencio, había llegado a admirar profundamente a su jefe, quien se había convertido en alguien esencial en su vida. Ethan Miller era más que un simple CEO. Su carácter imponente y su mente brillante habían llevado a su empresa a ser una de las más exitosas en su sector. Ethan era un hombre que exigía perfección en cada aspecto, y a Ava no le importaba; sentía un afecto genuino por él, un cariño silencioso que nunca se atrevía a manifestar. Él había sido su benefactor por años y se sentía profundamente agradecida por su enorme corazón, cuando la vida misma parecía haberle dado la espalda. Aún cuando Ethan llegaba cada día acompañado de su novia, Sophie Laurent, quien emanaba elegancia y frialdad a partes iguales, Ava mantenía sus sentimientos bajo llave. “Él jamás se fijaría en alguien como yo, ¿cómo podría?,” pensaba ella, suspirando con melancolía. Sabía bien que Ethan pertenecía a otra persona, y que ella sólo era su asistente, una persona de confianza para asuntos laborales y nada más. Esa mañana, la tensión en el aire era diferente. Ethan y Sophie habían llegado juntos, pero sus voces se escuchaban en murmullos serios en el despacho privado de él, como si estuvieran discutiendo algo delicado. Ava evitaba prestarle atención, pero un pensamiento le cruzó la mente: “¿Estarán enfrentando problemas?” La puerta del despacho se abrió de golpe y Sophie salió con paso firme. Su cabello rubio caía en una cascada perfecta sobre su abrigo de diseñador, y su expresión era tan dura como siempre. —Ava —dijo, sin molestarse en mirarla realmente—. Ethan te necesita adentro. Ava asintió, manteniendo su semblante profesional, y se dirigió a la oficina de su jefe. Entró y cerró la puerta detrás de ella, sintiendo los ojos de Ethan sobre ella. Había algo distinto en su mirada, una mezcla de tensión y vulnerabilidad que no era común en él. —¿Me necesitaba, señor Miller? —preguntó con suavidad. Ethan le indicó que tomara asiento frente a su escritorio, y por un momento, pareció dudar. Finalmente, se inclinó hacia adelante, apoyando las manos sobre el escritorio. —Ava, necesito hablar contigo sobre algo muy personal. Espero que puedas escucharme y ser completamente honesta —comenzó Ethan, eligiendo cuidadosamente sus palabras. Ella asintió, intrigada. Era raro que Ethan fuera tan directo respecto a temas personales. Ethan lanzó una mirada rápida a la puerta, como si temiera que Sophie pudiera oír. —Verás, Sophie y yo hemos estado hablando de tener un hijo. Es algo que hemos intentado, pero las cosas… no han salido como esperábamos —su voz se tensó, reflejando una mezcla de frustración y tristeza. Ava parpadeó, intentando asimilar la confesión. Nunca hubiera imaginado que la vida de Ethan tuviera esas dificultades, y mucho menos algo tan profundo y personal. —Lo siento mucho, señor Miller. No sabía que… —empezó a decir, pero él levantó una mano para detenerla. —Gracias, Ava. La verdad es que esto ha sido complicado para los dos, y Sophie ha insistido en buscar una alternativa. Hemos pensado en la posibilidad de una madre subrogada —declaró, sin rodeos. Ava se tensó un poco, sin saber qué decir. La palabra “subrogada” no le sonaba tan lejana, pero jamás se había imaginado en medio de una situación así. —Necesitamos… Ethan hizo una pausa, midiendo cada palabra antes de continuar. —¿Sí? —Necesitamos a alguien de confianza. No quiero que nuestro hijo venga al mundo a través de un acuerdo comercial impersonal, ni tampoco queremos involucrar a una desconocida —sus ojos la miraron con intensidad—. Quiero asegurarme de que esa persona sea alguien que ambos conozcamos y respetemos. Ava sintió un pequeño nudo formarse en su estómago. No podía estar insinuando lo que pensaba… Pero algo en su mirada le decía que sí. —¿Está… está sugiriendo que sea yo? —murmuró, apenas pudiendo creerlo. Ethan asintió, con una seriedad que la dejó sin aliento. —Sé que es una propuesta inusual, Ava, y no quiero presionarte para que aceptes. Sophie y yo discutimos esta opción y, aunque no fue fácil para ella aceptarlo, también ve en ti una persona confiable y leal —Ethan esbozó una sonrisa confiada—. Tú nos has ayudado en momentos difíciles, has estado a nuestro lado sin cuestionar nada, y confío en que, si decides ayudarnos en esto, lo harás de una forma… especial. Ava sintió una mezcla de emociones. Su corazón latía con fuerza mientras intentaba procesar la situación. Por un lado, había una extraña ilusión de ser parte de la vida de Ethan de una manera que nunca imaginó, una parte fundamental y crucial. Pero también sentía un fuerte peso sobre sus hombros. Sería madre del hijo de Ethan, aunque no en el sentido convencional, y él seguía siendo inalcanzable para ella.