Un hijo para mi Jefe: El secreto de la madre subrogada
Un hijo para mi Jefe: El secreto de la madre subrogada
Por: Samantha Leoni
Capítulo 1: El comienzo del final

El aire estaba tenso. La oficina en ese momento parecía más un calabozo que un espacio de trabajo. 

Ava apenas había entrado cuando Ethan cerró la puerta con un golpe seco. Su rostro estaba desencajado, su mandíbula apretada. 

Caminó hacia ella con pasos firmes, duros, y sin mediar palabra le sujetó el brazo con rudeza, con tanta fuerza que a Ava le dolió. 

—¡Respóndeme, maldición! ¿De verdad perdiste al bebé? —la voz de Ethan retumbó como un disparo seco en la oficina.

Ella lo miró, sorprendida, y sus ojos se encontraron con los de él. 

Pero no había ternura en ellos. No había duda ni compasión. Solo odio. Solo desprecio.

Eso le dolió aún más. Su expresión aterradora le provocó una punzada punzante en el pecho. 

Ese hombre, al que había amado en silencio durante años, ahora la miraba como si fuera una basura.

“Bien,” pensó con rabia, “si él quiere pensar lo peor de mí, que lo piense.”

Se soltó de su agarre con un tirón y alzó la barbilla, como si el orgullo pudiera contener el dolor.

—Sí, perdí al bebé —respondió, con voz firme aunque por dentro se rompía—. Y quizás fue lo mejor. Todo esto de la subrogación fue un error. Un completo error desde el principio.

Vio algo entonces. Un relámpago de dolor cruzó fugazmente los ojos de Ethan, tan rápido como vino, desapareció. 

Él chasqueó los dientes y dio un paso atrás, como si su sola presencia le quemara.

—Lo hiciste a propósito —acusó en voz baja, con veneno—. Solo querías quedarte con ese maldito y deshacerte de mi hijo. ¡Eso era todo, ¡¡verdad!!

Ava ladeó el rostro y una sonrisa amarga se formó en sus labios. 

¿Ella, con David? Ethan era absurdo, sus celos y la maldita manipulación de Sophie lo habían cegado por completo.

Había un nudo inmenso en su garganta, pero no se lo permitiría. No derramaría una sola lágrima por alguien que ya no creía en ella.

—¿Y qué si es así? —dijo en voz baja pero firme—. Tengo derecho a vivir mi vida íntima como se me plazca, Ethan. No eres mi dueño.

No alcanzó a terminar de decir la última palabra cuando la bofetada llegó. Un sonido seco y violento llenó el reducido espacio de la oficina.

—Tú… zorra descarada… —siseó él, preso de ira y celos.

Ava contuvo un sollozo con gran esfuerzo. ¿En verdad ese era el Ethan del que se había enamorado? 

No, ese hombre frente a ella le era completamente desconocido.

“Ya no más, Ava,” se dijo a sí misma, con furia contenida. “No vas a llorar nunca más por Ethan Miller”.

—Esta será la última vez que nos veremos, para alivio de todos —consiguió decir, con voz firme y temblorosa a la vez.

Se giró y salió sin mirar atrás. Ethan dio un paso, queriendo detenerla, queriendo rogarle perdón. Pero no pudo.

Su cuerpo estaba inmóvil, paralizado por una mezcla devastadora de dolor y rencor. La vio marcharse, sabiendo que había perdido todo.

La amaba. Se había enamorado de Ava de una forma avasallante, descontrolada, desconocida para él. Y aún sabiendo que debió haberlo evitado, que nunca debió cruzar esa línea, lo había hecho.

Pero ya nada importaba.

Ella había perdido al bebé a propósito Lo había traicionado, había destruido su confianza. Ahora solo quedaba el vacío, la ausencia de su hijo... y de ella.

El eco de la puerta al cerrarse todavía retumbaba en su mente. Sus ojos seguían fijos en el lugar donde Ava había estado segundos antes.

Su pecho subía y bajaba con violencia, lleno de rabia, de impotencia, de una punzada de algo más oscuro: traición.

“¿Cómo puedo amar a una mujer que perdió a nuestro hijo a propósito?”. Apretó los puños con fuerza, tan fuerte que sus nudillos se volvieron blancos. “Esa maldita…”

El dolor era insoportable, una mezcla entre la furia y el amor que aún le ardía en la sangre.

“Voy a olvidarla", prometió, con el alma hecha pedazos. “La borraré de mi vida.”

Pero entonces, una sombra cruzó su mirada.

“Y si se atreve a volver… que se atenga a las consecuencias.”

Su mandíbula se tensó, y la oscuridad en su interior terminó de encenderse.

---

Seis meses antes

Ava tenía las manos apoyadas sobre su regazo, apretadas con fuerza, mientras miraba con incredulidad a la pareja frente a ella.

Ethan Miller, su jefe, y Sophie Laurent, la mujer perfecta a su lado, la miraban con ojos esperanzados. Sophie tomaba la mano de Ethan con delicadeza, y él, como siempre, se veía tan firme, tan seguro… tan inalcanzable.

—¿Qué dices, Ava? —preguntó Ethan con voz calmada—. Sabemos que es mucho pedir, pero confiamos en ti.

Ella tragó saliva con dificultad.

¿Ser la madre subrogada del hijo de su jefe? ¿Del hombre del que había estado enamorada por años? 

¿Un hijo de él… con otra mujer?

Era una locura. Un castigo. Una broma cruel del destino.

Ava desvió la mirada hacia Sophie, que le sonreía con suavidad. 

No tenía nada contra ella. Era amable, inteligente, educada… y preciosa. La clase de mujer que uno esperaría ver al lado de Ethan Miller. 

No como ella, tan común y corriente. Ava siempre se había sentido fuera de lugar, una asistente invisible, útil solo cuando algo se desordenaba.

¿Cómo demonios iba a decir que sí a esto?

Su mente se llenó de imágenes que no podía evitar: Ethan sosteniendo al bebé en brazos, Sophie besándole la mejilla, agradeciéndole haber cumplido su sueño de ser padre. 

Ellos siendo felices… mientras ella quedaba al margen.

Pero al mismo tiempo, conocía el dolor que había detrás. Ethan había intentado adoptar sin éxito. Sophie no podía concebir. Y ella… ella tenía un cuerpo sano, un útero fértil y una deuda de gratitud inmensa con Ethan.

“Él siempre estuvo ahí,” pensó. “Cuando me quedé sin departamento, él me prestó dinero. Cuando no pude pagar mis estudios, él los cubrió sin esperar nada a cambio.”

Y ahora le pedía algo que sí tenía precio. Un altísimo precio.

Su corazón latía con fuerza, desesperado.

—No tienes que decidir ahora —agregó Sophie, con ternura—. Solo… piénsalo. Este bebé será amado como nunca. Te lo prometo.

Ava solo asintió. Su voz no salía.

“¿Cómo se supone que iba a gestar el hijo del hombre al que amaba en silencio… solo para entregárselo a otra mujer?”

Su mundo se quebraba en silencio, mientras en su rostro mantenía una máscara de calma.

El dilema ya estaba dentro de ella. Y la decisión, inevitable.

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