Ava salió de la oficina con el corazón en un puño.
Caminó por el pasillo sintiendo las miradas clavadas en su espalda, como si todos supieran más de lo que ella misma quería aceptar.
Tenía el estómago revuelto, y no solo por los síntomas físicos de la implantación.
La tensión con Sophie era cada vez más evidente. Sabía que la esposa de Ethan la vigilaba, y no pensaba darle motivos para que desconfiara aún más.
Por eso se había vuelto más fría, más distante con su jefe. Ya no sonreía como antes, ni se permitía dejar entrever emociones que pudieran malinterpretarse.
“Desde que firmé ese maldito contrato me siento en la cuerda floja,” pensó, con el rostro rígido mientras se dirigía a su escritorio. “Y hoy no es la excepción.”
Sabía que Ethan le iba a cuestionar su actitud tan pronto Sophie no estuviera presente. Esa montaña rusa emocional no le hacía bien.
Quizás había llegado el momento de poner límites más claros.
Sophie, mientras tanto, cruzaba los pasillos con paso firme, el eco