Mundo ficciónIniciar sesiónSofía es una doctora brillante y reconocida, admirada por su ética y su talento. Su vida cambia por completo cuando es comprometida con el CEO de K.O. Company, el imperio empresarial más poderoso de Occidente, en un matrimonio arreglado que prometía estabilidad, prestigio y respeto. Pero lo que parecía un acuerdo perfecto se transforma en una pesadilla cuando el amor de la infancia de su esposo regresa al país y, bajo el título de secretaria ejecutiva, se instala en el corazón y en la vida del CEO. Cegado por esa presencia del pasado, él comienza a relegar a su esposa, ignorando su amor, su lealtad… y su verdadero valor. Lo que él jamás imagina es que Sofía no solo es la mujer a la que está perdiendo, sino también la mayor accionista de K.O. Company, la única persona con el poder suficiente para destruir el imperio que él cree gobernar. Lo que parecía destinado a terminar en un divorcio silencioso se convierte en una caída implacable. Porque cuando el amor es traicionado, el karma no pide permiso… y el CEO está a punto de pagar el precio más alto de su vida
Leer más—Doctora Sofía, ¿está segura de que quiere firmar el documento y realizar el tratamiento? —preguntó el médico de cabecera de familia.
—Sí, Edwards, quiero terminar con esto lo antes posible —dije mientras sostenía con fuerza el lápiz de tinta en mi mano. —Bueno, entonces quiero que sepa que una vez que firme no hay vuelta atrás. La dejaremos en observación por tres días y luego podrá ir a casa. —Claro, doctor. Aún no podía creer que mi esposo Matt estuviera siendo el causante de todo eso. Desde que su secretaria, Anais, su amor de la infancia, había vuelto de Estados Unidos, él era un hombre irreconocible, como si no tuviera tiempo para mí. Con el dolor de mi alma bajé la mano con el lápiz para firmar los papeles del aborto. Así es, estaba embarazada. Embarazada de mi esposo, que ya no estaba enamorado de mí, que cada vez que podía elegía a Anais antes que a mí. Él se lo pierde, me dije para mis adentros, conteniendo las lágrimas. Si no hubiera sido por el correo electrónico que me envió Leandro en ese momento, habría cometido el error más grande de toda mi vida. —Lo lamento, surgió algo —dije mientras tomaba mi abrigo y salía del lugar. Lo curioso fue que, al momento de salir de la consulta, Matt estaba frente a mí, junto con Anais. La chica se sujetaba fuertemente el estómago, con gestos de dolor y quejidos. No pregunté qué hacían ahí; ¿qué otra cosa estarían haciendo en el área de maternidad? —Sofía, puedo explicarlo —dijo Matt mientras sonreía nervioso. —No expliques nada —dije, desviando la vista. —¿Qué haces aquí? —me preguntó, incrédulo. —Matt, trabajo aquí. ¿Se te olvidó? Nuestra conversación fue interrumpida por un falso quejido de Anais. Rodé los ojos y me marché. ¿Cómo podría describir mi relación con Matt? Digamos que yo, Sofía Adams, de veintisiete años, egresada de medicina hace algunos años, un día, durante mis prácticas matutinas, conocí a Philip Stone, un gran empresario multimillonario con un carácter odioso. No lo juzgo: era mayor, estaba cansado y además enfermo. Ese sábado por la mañana me tocó ser su doctora. Lo atendí como nunca, no porque fuera un CEO súper importante de una empresa, sino porque ese hombre estaba perdiendo su humanidad. Sentía lástima por él. Su hijo, Matt Stone, llegó esa misma tarde, ebrio como nunca. Luchaba contra los guardias mientras intentaba entrar a la habitación. —Alto, déjenlo pasar, es el hijo del paciente —les dije. Esa fue la primera vez que Matt me miró a los ojos con ese brillo inexplicable. Dentro de la habitación, Matt discutía con su padre. Poco corazón tenía al seguir discutiendo con un hombre que estaba a punto de fallecer. —¡Silencio! —grité con firmeza—. El paciente debe descansar. No es momento para disputas familiares. Si te comportas como un niño, mejor lárgate. En ese instante, el señor Philip sonrió como si hubiera encontrado oro. —Tú —dijo firmemente—. Tú serás la esposa de mi hijo. Quedé boquiabierta. Había conocido recién a aquel muchacho malcriado y su padre quería que nos casáramos. Eso ocurrió hace aproximadamente cinco años. El señor Philip estaba fascinado conmigo, una doctora joven que podía controlar a su hijo. Lamentablemente, Matt no sentía lo mismo. A pesar de que aceptó sin hacer reproches, sabía que su corazón no me pertenecería. Acepté porque me ofrecieron una gran cantidad de dinero. Lamentablemente, no tenía a mis padres conmigo para que pagaran mis estudios; tuve que endeudarme para poder ejercer. Esto cayó como un regalo del cielo. Lo bueno era que se trataba de un matrimonio de puertas hacia afuera: solo fingíamos para los noticieros, y eso no me molestaba. Pero, como era de esperarse, estar tantos años con ese hombre hizo que generara sentimientos por él. Por un momento pensé que Matt también los sentía por mí. Éramos una pareja feliz y muy enamorada… hasta que su padre, Philip, el CEO de K.O. Company, falleció. Matt se convirtió en el nuevo CEO. Pasaba más tiempo trabajando que conmigo. La distancia se hizo aún mayor cuando Anais, su ex amor de la infancia, volvió de Estados Unidos por la muerte de Philip, con la excusa de querer ver a su viejo mejor amigo. Yo estaba segura de que regresó porque sabía que Matt ahora era el CEO con mayores riquezas del continente. Pensé que solo sería una burda visita, pero no contaba con que Anais fuera contratada por Matt como su secretaria personal. Estaban juntos en todos lados, incluso se veían más que conmigo. No estaba lista. No quería ser madre soltera si el hombre que amaba estaba enamorado de su mejor amiga y dispuesto a criar al bebé que ella supuestamente llevaba en su vientre. ¿Cómo podía competir con eso? No quería luchar contra una mujer más joven que yo. Preferí concentrarme en mi trabajo, así como Matt lo hacía con el suyo. De esa manera, todos seríamos felices. Pero, sin darme cuenta, yo ya no era feliz junto a él. Lo mejor sería que firmáramos el divorcio. La pena en mi corazón era enorme, pero mayor era la lástima que sentía por Philip. Juré que amaría a su hijo y lo guiaría por el camino del bien, pero no pude hacerlo. Matt estaba más concentrado en otras cosas que en su esposa embarazada; estaba concentrado en su secretaria embarazada, que cargaba un hijo que ni siquiera era suyo. Una idea se iluminó en mi cabeza. Como doctora tenía acceso a los archivos del hospital. Sabía que era poco ético, pero necesitaba sacarme la duda. Busqué los datos de Anais Carrera y, como esperaba, estaban vacíos. No había rastro de embarazo. Era mentira, una total farsa. Sonreí para mis adentros. Podría usarlo en su contra, pero esa no era yo. Preferí cerrar los expedientes y seguir con mi vida. No caería tan bajo como ella. Cuatro años atrás… Ahí estaba yo, esperando a Matt con una cena por nuestro aniversario de bodas. Cumplíamos un año juntos y nuestra historia recién comenzaba. Era momento de celebrar. Philip estaba en un viaje de negocios en China, mientras nosotros vivíamos en Canadá. Matt estaba más cansado que nunca. Su padre lo estaba preparando para ser el próximo CEO de K.O. Company, así que, notando su esfuerzo, le preparé su cena favorita: filete con ensaladas. Mi corazón se prendió en llamas cuando lo vi entrar por la puerta con su traje azul marino, el mismo que usó cuando nos casamos. Sonreí feliz y corrí hacia sus brazos. —Qué linda te ves, mi bella Luna. Amaba ese apodo. Decía que la Luna era todo para él; cuando su madre falleció, le hablaba para calmarse. Me pareció tierno y romántico cuando me lo contó. —Te amo, mi rey —comenté mientras besaba sus labios. Matt estaba más cansado que nunca. Su padre lo estaba preparando para ser el próximo CEO de K.O. Company, así que, notando su esfuerzo, le preparé su cena favorita: filete con ensaladas. Mi corazón se prendió en llamas cuando lo vi entrar por la puerta con su traje azul marino, el mismo que usó cuando nos casamos. Sonreí feliz y corrí hacia sus brazos. —Qué linda te ves, mi bella Luna. Amaba ese apodo. Decía que la Luna era todo para él; cuando su madre falleció, le hablaba para calmarse. Me pareció tierno y romántico cuando me lo contó. —Te amo, mi rey —comenté mientras besaba sus labios—Escucha, Sofía, un hombre debe hacer sacrificios en el camino para llegar a ser quien es hoy en día. El de Philip fue meterse con tus padres. Parker era como mi hermano de otra madre, y su querida esposa era una hermosa y brillante mujer, igual que tú —Matteo abrió una botella de whisky mientras su tono de voz se volvía melancólico.Mi vista se dirigió a Leandro, quien se colocó tras de mí y puso ambas manos en mis hombros para intentar calmarme y decirme que todo estaba bien. Miré nuevamente a Matteo y puse suma atención.—Philip hizo negocios con tus padres para poder llegar a ser el CEO de K.O. Company hace muchos años. Ellos le brindaron apoyo y el idiota los traicionó, y su pequeña bebé, Sofía, fue enviada con su tía como último deseo para mantenerte a salvo —bebió un poco de su copa mientras me la ofrecía con la otra mano.
El vuelo fue tranquilo y ameno; estábamos viendo los últimos detalles con Leandro sobre la nueva empresa que habíamos creado. S.L. Hoteles estaba siendo todo un éxito: comenzamos nuevas construcciones en algunas ciudades reconocidas y en otras que no lo son tanto.Miré a Leandro de reojo mientras estábamos por aterrizar; sus nervios eran evidentes aunque tratara de disimularlos. No sabía el porqué, pero tenía aquella sensación de que algo extraño ocurriría, no de una mala manera, más bien algo que cambiaría por completo mi vida.—¿Nervioso por ver a tu padre?—Algo así, no lo veo desde hace unos meses y la verdad no esperaba verlo pronto —se reincorporó del asiento mientras reposaba sus brazos en sus piernas.—¿Por qué me trajiste, Ricci? Aún no entiendo exactamente el porqué de todo esto —miré por la ventana viendo cómo la bella Italia me saludaba desde lo alto.—Lamento decirte que es algo que no me corresponde mencionar, pero Matteo será quien te diga todo. De todas formas, es much
Luego de cancelar los contratos de tarjetas compartidas y solicitar que Matt saliera de mi casa, pude respirar tranquila. Leandro estaba organizando unas reuniones con nuevos inversionistas; finalmente, K.O. Company ya no tenía inversionistas oficialmente y la empresa estaba al borde de la quiebra. Claro que Matt aún no lo sabía, porque cuando se entere vendrá a regañar como siempre.Me dirigí al hospital para poder trabajar tranquila. Esperaba que el turno fuera lo más ameno posible y que nada pudiera perturbar mi calma, pero claramente eso no sería posible.Me encontraba terminando de atender a una chica cuando, al salir de la habitación, me encontré a Matt afuera, esperándome de brazos cruzados. Lo miré con desagrado y pasé de él, pero me sostuvo el brazo con suavidad. Entendí que quería hablar, así que le dije que me siguiera a mi oficina para poder conversar más cómodamente. Leandro observó todo esto de lejos y ordenó a los guardias estar fuera de la habitación en caso de que se
Desperté con un leve, pero persistente dolor en el abdomen. No era un dolor punzante, sino una presión constante, como si algo pesado descansara sobre mi cuerpo recordándome, segundo a segundo, que nada de lo ocurrido había sido un sueño. Lentamente abrí los ojos, parpadeando varias veces mientras intentaba enfocar la vista. Lo primero que noté fue que no estaba en el hospital.El techo era alto, elegante, adornado con molduras finas y una lámpara de cristal que reflejaba la luz del amanecer. Las paredes estaban cubiertas por un papel tapiz oscuro y sobrio, y el aire olía a madera, a limpieza, a lujo silencioso. La habitación era amplia, demasiado amplia, y definitivamente no pertenecía a ningún centro médico.Giré ligeramente la cabeza hacia la derecha y entonces lo vi.Un hombre estaba de espaldas, de pie frente a una enorme ventana que daba a un jardín perfectamente cuidado. Su silueta era firme, inmóvil, como si estuviera vigilando el mundo entero desde ese punto. No necesitaba ve
Leandro me observaba desde el público, ligeramente escondido entre las sombras del auditorio. Su presencia era discreta, calculada, pero yo sabía exactamente dónde estaba. A pesar de la distancia, podía sentir su mirada fija en mí, como un ancla silenciosa que me recordaba que no estaba sola en aquella guerra.Debía enfrentar una audiencia pública y anunciar oficialmente lo inevitable: Matt Stone y yo nos divorciábamos.Las sillas comenzaron a llenarse con rapidez. Los periodistas parecían desesperados, se empujaban unos a otros para conseguir el mejor ángulo. Las cámaras profesionales apuntaban directamente a mi rostro, los flashes no paraban de dispararse y la iluminación era tan intensa que me provocaba náuseas. El calor de los focos mezclado con el murmullo constante del público hacía que el aire se sintiera denso, casi irrespirable.Aun así, sonreí para mis adentros. Había aprendido a mantener la compostura incluso en medio del caos.No había tenido noticias de Matt en días, y e
Tomé fotografías de la escena como si se tratara de un crimen perfectamente calculado. Los trozos de vidrio esparcidos por el suelo, la copa rota contra la pared, mi mejilla ligeramente raspada, aún enrojecida por el impacto. Incluso adjunté los archivos médicos que certificaban que estaba embarazada. Cada imagen tenía un propósito, cada prueba era una pieza más del rompecabezas que estaba a punto de completar.Mi plan ya estaba en marcha.Salí temprano de casa, sin hacer ruido, con pasos firmes pero silenciosos. El aire de la mañana era frío, cortante, como si intentara advertirme algo, pero ya no había marcha atrás. Al llegar al estacionamiento me encontré con Leandro, quien hablaba por teléfono apoyado contra su automóvil. Al verme, levantó la mirada y comprendió de inmediato. Hice una leve señal con la cabeza, indicándole que nos dirigiéramos al hospital. Él asintió sin hacer preguntas y colgó.Ahora debía enfrentar una de las decisiones más duras de mi vida. Debía deshacerme del
Último capítulo