La reunión se llevó a cabo en la oficina de Ethan, justo antes de la hora del almuerzo.
Sophie llegó primero, perfumada, vestida de blanco, con un aire de falsa serenidad. Ava entró poco después, llevando su iPad contra el pecho, la postura erguida, decidida a no titubear.
Ethan, detrás de su escritorio, la saludó con una leve inclinación de cabeza. Pero ella no correspondió con una sonrisa.
Su rostro estaba sereno, pero sus ojos no mentían: estaba ahí para dejar las cosas claras.
—Gracias por venir, Ava —dijo él, rompiendo el silencio—. ¿Querías hablarnos?
Ella asintió, sin sentarse.
—Sí. Antes de que esto avance más, necesito dejar claras algunas cosas.
Sophie cruzó las piernas, con su expresión al borde de lo altivo, pero no dijo nada.
—Acepté ser su madre subrogada porque confío en usted, señor Miller —comenzó Ava, dirigiéndose a Ethan sin mirarlo demasiado tiempo—. Pero no voy a aceptar humillaciones, ni desplantes, ni comportamientos hostiles por parte de nadie.
La tensión se