Durante un accidente automovilístico, Marella ve como su prometido elige salvar a su primer amor y abandonarla a su suerte. Al despertar, descubre que ha perdido al bebé que esperaba, y su prometido la traicionó, reemplazándola en su compromiso por otra mujer. Un día, Marella tiene la oportunidad de salvar a un poderoso hombre llamado Dylan, que termina siendo el hermano de su exprometido. Cegada por el despecho, Marella decide casarse con Dylan, para vengarse de su ex, mientras Dylan planea vengarse de su familia. Pero, cuando el amor y la pasión comiencen a surgir en el corazón de Marella y Dylan, ¿Qué elegirán? ¿Podrá el amor sobrevivir a una boda por venganza?
Leer másEduardo observaba la cuenta del hospital con una mezcla de frustración y alivio. Aunque no quería depender del dinero de su padre, saber que alguien más había pagado la deuda le quitaba un gran peso de encima. Intuía que Dylan estaba detrás de aquello.«¿Cómo es que tienes tanta suerte, Dylan?», pensó, apretando los dientes con rabia. Cada gesto de superioridad de Dylan era como una daga en su orgullo. «Debe haber una manera de destruirte. No puedes tener todo lo que yo siempre merecí».Su mirada se oscureció, mientras un nuevo plan comenzaba a formarse en su mente.***Tres meses después.Marella y Suzy se sentaron en una pequeña cafetería, rodeadas de papeles y listas para planificar la boda de Suzy. Esta, por fin, había obtenido el divorcio de Carlos después de meses de enfrentamientos legales. Aunque él intentó detenerlo, la justicia prevaleció.—Quiero algo íntimo, Marella. No necesito una boda grande, pero sí quiero que sea hermosa y especial —dijo Suzy con una sonrisa que irrad
Dylan aceptó verlo, pero sus piernas se sentían como si fueran de plomo mientras avanzaba hacia la puerta de la habitación.Cada paso que daba parecía arrastrarlo más al abismo emocional que lo había consumido durante las últimas horas.Marella, a su lado, tomó su mano y la apretó con fuerza, como un ancla que lo mantenía a flote.—Estoy contigo —le susurró, su mirada, reflejando un amor profundo, mezclado con una preocupación que no podía ocultar.Dylan asintió, intentando reunir fuerzas.El pasillo del hospital estaba impregnado de un silencio pesado, roto únicamente por el murmullo de las máquinas y pasos lejanos.Detrás de ellos, Eduardo los observaba desde una distancia prudente. Su rostro reflejaba un torbellino de emociones: culpa, rabia y la amarga realización de que sus errores lo estaban alcanzando, uno por uno.Cuando Dylan soltó la mano de Marella para entrar, sintió que dejaba atrás un refugio seguro.Al cruzar la puerta, el aire en la habitación se tornó más denso.Máxim
—¡Llamen a una ambulancia! —gritó Dylan, su voz quebrándose mientras presionaba con fuerza la herida de su padre para intentar detener el flujo de sangre.Máximo yacía inconsciente, su rostro pálido como si ya hubiera sido reclamado por la muerte. Eduardo, herido y cubierto de moretones, temblaba mientras trataba de mantener la calma, aunque sus ojos estaban desbordados de lágrimas.—¡Padre, por favor, no nos dejes! —exclamó Eduardo con desesperación, su voz ronca, casi irreconocible.La ambulancia llegó en cuestión de minutos, pero para ellos el tiempo parecía haberse detenido en una angustiosa eternidad.Dylan ayudó a los paramédicos a levantar a su padre, mientras Eduardo, sin importar sus propios golpes y heridas, subía a la ambulancia.El vehículo se dirigió al hospital a toda velocidad, el sonido de la sirena perforando la noche. Eduardo apretaba los puños mientras trataba de contener el dolor físico y emocional que lo asfixiaba.***En el hospitalCuando Yolanda vio a su esposo
Marella, Miranda y Suzy esperaban en silencio.El ambiente estaba cargado de tensión.Las tres mujeres permanecían sentadas en un rincón del hospital, con las miradas perdidas en un vacío que se llenaba de incertidumbre.Marella apenas podía contener su ansiedad, no quería que la bebé sufriera, quería que naciera sana y salva, su corazón palpitaba con fuerza mientras acariciaba instintivamente su vientre, buscando consuelo en la vida que crecía dentro de ella.Miranda, por su parte, miraba con desdén a Yolanda, quien, lejos de mostrar algún atisbo de emoción, mantenía una expresión gélida, inmersa en sus propios pensamientos.—¿Qué sabes de Eduardo? —preguntó Yolanda por enésima vez, rompiendo el incómodo silencio.Miranda suspiró, exasperada.—Ya te lo dijimos, no sabemos nada más.Yolanda apretó los labios y apartó la vista, claramente frustrada.Horas después, apareció el doctor. Su rostro mostraba una mezcla de cansancio y satisfacción profesional.—La bebé ha nacido —anunció—. Pe
Dylan y Franco conversaban mientras caminaban por los pasillos del hotel, intentando digerir todo lo ocurrido. La tensión en el aire era palpable, como si un huracán acabara de arrasar con la tranquilidad de sus vidas.—¿Qué crees que haya pasado para que Glinda llegara y armara semejante escándalo? —preguntó Franco con el ceño fruncido.Dylan suspiró, frustrado.—No tengo idea, pero lo que sea que quieran ya no me importa.Sin embargo, antes de llegar a su habitación, un grito desesperado les cortó el paso.Giraron y se encontraron con Máximo, quien avanzaba hacia Dylan con los ojos desorbitados, casi fuera de sí.Sin previo aviso, Máximo lo sujetó violentamente por el cuello de la camisa, sacudiéndolo como si intentara exprimirle respuestas.—¡¿Dónde está tu hermano?! —gritó, la voz rota por la angustia—. ¡Dime dónde lo tienes! ¡Lo has secuestrado!El impacto de aquellas palabras golpeó a Dylan como un balde de agua helada.La náusea se apoderó de él, y el asco por las acusaciones de
Los gritos de Yolanda resonaron como un eco desgarrador por los pasillos del hotel, alertando a la seguridad.En cuestión de minutos, los empleados y algunos huéspedes comenzaron a rodear la escena, susurrando con curiosidad morbosa mientras observaban a Glinda inmóvil al pie de las escaleras. Las miradas de todos iban de la mujer herida a Yolanda, que no paraba de señalar con un dedo acusador a Marella.—¡Fue ella! —chilló Yolanda, con los ojos desorbitados y el rostro marcado por una furia implacable—. ¡Ella la empujó! ¡Esa mujer lanzó a mi nuera desde las escaleras!El tumulto creció de inmediato. Las murmuraciones llenaron el aire.Las palabras de Yolanda parecían un cuchillo afilado apuntando al corazón de Marella.Los desconocidos comenzaron a susurrar, sus miradas cambiaron de desconcierto a repulsión, como si ya la hubieran declarado culpable.Marella, paralizada, no podía dejar de temblar. Estaba abrazada a sí misma, ahogada por el pánico, hasta que sintió los brazos de Dylan
Glinda no podía controlar su desesperación. Sus pasos resonaban en la habitación mientras caminaba de un lado a otro, mordiéndose las uñas con ansiedad. Finalmente, marcó el número de Máximo con manos temblorosas. Él respondió casi de inmediato, su voz autoritaria sonó al otro lado de la línea.—Glinda, ahora no quiero hablar…—¡Por favor, debe salvar a Eduardo! —gritó ella con la voz quebrada, su pecho subiendo y bajando descontroladamente—. ¡Dylan lo secuestró! ¡Quiere matarlo!El silencio al otro lado fue ensordecedor, hasta que Máximo respondió con incredulidad.—¿Qué estás diciendo?Pero Glinda no esperó su reacción. Colgó abruptamente y salió corriendo del hotel, ignorando la punzada de dolor en su vientre hinchado. Sus piernas parecían de plomo, pero su miedo era más grande que el cansancio. Eduardo podía estar en peligro de muerte, y ella no iba a quedarse de brazos cruzados.***Eduardo fue llevado hasta una sucia bodega abandonada, Eduardo sentía cómo la adrenalina le fallaba
Dylan y Marella cruzaron las puertas del desfile con una presencia arrolladora.Sus pasos firmes y seguros parecían dictar el tono de la noche, mientras el brillo de las cámaras iluminaba sus rostros.Yolanda quedó atrás, inmóvil, con los labios temblorosos y el rostro marcado por una mezcla de humillación y decepción. Sus ojos seguían a Dylan, cargados de odio, mientras él ni siquiera se molestaba en mirarla.Dentro del recinto, el ambiente era un hervidero de emoción y anticipación.Dylan y Marella se sentaron en primera fila, flanqueados por Franco y Suzy de un lado, y por Miranda y Agustín del otro.La atención se centró en ellos, como si fueran la realeza del evento.Todo parecía ir sobre ruedas, hasta que Dylan notó a lo lejos la llegada de Eduardo, acompañado por Glinda y Máximo.La expresión gélida de Máximo era tan afilada como una cuchilla, mientras que Eduardo lucía una sonrisa socarrona que no prometía nada bueno.Franco fue el primero en reaccionar, inclinándose hacia Dyla
Cuando Marella llegó a casa, Dylan la recibió con una mezcla de preocupación y ternura, pero al ver su expresión seria, supo que algo grave había sucedido.Marella se dejó caer en el sofá, con los brazos cruzados y la respiración entrecortada.—¿Qué ocurrió? —preguntó Dylan, arrodillándose frente a ella, buscando su mirada.Ella soltó un suspiro pesado antes de comenzar a hablar.—Eduardo… —empezó, su voz temblando de ira—. Hoy tuve un enfrentamiento con él. Fue más despreciable que nunca. Me humilló, como si tuviera derecho sobre mi vida, como si todo lo que ocurrió no fuera suficiente.El semblante de Dylan se endureció de inmediato. Sus ojos se oscurecieron con furia contenida mientras apretaba los puños.—¡Ese imbécil! —espetó, poniéndose de pie como si estuviera listo para enfrentarlo en ese instante—. No voy a permitir que siga haciéndote esto.Marella lo detuvo al tocar suavemente su mano. Una leve sonrisa cargada de ironía se dibujó en sus labios.—Tranquilo, Dylan. Creo que es