Ethan salió de su oficina pasadas las ocho de la noche. El pasillo estaba desierto, en penumbra, silencioso como casi toda la empresa a esa hora.
Al dar un paso hacia la salida, algo en el suelo llamó su atención.
Una carpeta.
La reconoció al instante: era la que Ava le había traído más temprano. Se agachó a recogerla con el ceño fruncido.
¿Cómo había terminado ahí, tirada justo frente a su puerta?
—Ava… —murmuró sin darse cuenta.
—¿Ava? —repitió Sophie desde detrás, con un tono cargado de veneno apenas disimulado—. Ya debió irse a su casa.
Se acercó sin hacer ruido y lo abrazó por la espalda, rodeándole la cintura con sus brazos. Apoyó la mejilla en su espalda como si fuera una mujer dulce, vulnerable.
—Hoy tengo ganas de ti, amor —susurró, deslizando las manos bajo su camisa—. Me prometiste una noche inolvidable.
Ethan tragó saliva. Tenía a Sophie, su prometida, la mujer con la que había planeado formar una familia… y sin embargo, su mente seguía en otra parte.
En unos ojos trist