Mundo ficciónIniciar sesiónMacarena esperaba ansiosa el momento de su boda con Lucas Fontanelli, uno de los empresarios más importantes de Madrid. Sin embargo, días antes de su boda, descubre que él está por casarse con otra mujer, la multimillonaria Isabella Berlusconi. Indignada acepta la propuesta de un extraño que recién acaba de conocer y le propone un trato que le permitirá vengarse de su prometido. Todo parece perfecto, hasta el momento en que descubre que aquel desconocido, no es otro que el tío de su ex prometido.
Leer másMacarena despertó sobresaltada; tomó su móvil y confirmó la hora.
—¡Joder! René va a matarme —exclamó. Se había quedado dormida, justo el día en que debía medirse el vestido de novia que llevaría en la celebración más importante de su vida; su boda con el multimillonario Lucas Fontanelli. En una semana, estaría frente al altar con el hombre que amaba, su sueño se había hecho realidad. De un salto, se levantó de la cama, fue hasta el baño para lavarse el rostro, se cepilló, puso enjuague bucal; recogió su cabello en una coleta alta. Regresó a la habitación, se quitó el camisón de algodón. Fue hasta el guardarropas, tomó unos vaqueros desgastados, franelilla de algodón y sus tenis. En pocos minutos, ya estaba lista. Salió de su habitación y se dirigió hasta la puerta principal. Colocó su mano en la manilla y justo cuando iba a girarla, sonó el timbre. Miró, a través del ojo mágico, antes de abrir la puerta. Debía ver de quién se trataba. ¿Quién era aquel joven alto y delgado que tocaba a su puerta? Se preguntó Macarena con curiosidad. Luego de observarlo con detenimiento por algunos segundos, notó que vestía un uniforme azul identificado con un logotipo bordado en el bolsillo derecho de la camisa. Se trataba de un empleado de una empresa de correos, por lo que finalmente le abrió la puerta. —Sí, ¿qué desea? —preguntó ella con tono suave. —¿Es usted la señorita, Macarena Suárez? —¡Sí, soy yo! —afirmó. —Esto es para usted —dijo mostrando la caja de unos 30x10cm de color blanco y delicadamente decorada con letras doradas. —Gracias. —respondió ella mientras, cogia el paquete que aquel muchacho le daba en la mano. —¿Puede firmar aquí, por favor? —preguntó el joven colocando la carpeta frente a ella. Macarena sonrió, tomó el bolígrafo y firmó en el lugar que le señalaba. —Gracias —respondió el joven y se retiró, mientras ella cerraba la puerta. ¿Qué había dentro de aquella delicada caja? Miró con curiosidad la caja. Sin embargo, al ver que estaba casi montada en la hora, la dejó encima de la mesa de centro y se giró para marcharse. Dio algunos pasos y de pronto se detuvo. Nuevamente, la curiosidad por descubrir que había dentro de aquella caja, la envolvió. Con la caja en mano, salió del apartamento y bajó las escaleras. Fuera estaba estacionado su Wolkswagen Golf 1985, color rojo. Subió al coche, dejando la caja en el asiento del copiloto. Luego, condujo hasta el atelier, donde el diseñador encargado de realizarle los ajustes a su vestido, la esperaba impaciente. Minutos más tarde, el coche se detuvo frente a la prestigiosa tienda de vestidos exclusivos para novias. Macarena bajó apresuradamente del vehículo. —Por fin llegas, querida. Llevo diez minutos esperando por ti. —recriminó el modista. —Lo siento, lo siento mucho —Se excusó la morena, realmente apenada por su tardanza. —Vamos querida, muévete. No perdamos más tiempo. En diez minutos llegará mi próxima clienta y estoy de afán. Macarena asintió. Lo siguió hasta la parte de atrás donde estaba el elegante vestido que había elegido para su boda. —Quítate esos vaqueros y esos tenis. —le ordenó— podrías ensuciar o dañar esta joya de vestido. Hizo un gesto despectivo, mientras la morena ponía los ojos en blanco con fastidio. —Si no fuera porque Lucas me ha pedido que te atienda y me ha pagado un buen dinero, te dejaría fuera de mis citas y terminarías casándote con uno de esos trapos que venden en las tiendas on line—pronunció en perfecto inglés. —Vamos que no exageres, que apenas si me he tardado diez minutos. —Para las celebridades como yo, el tiempo es oro, querida. Ahora ve al probador. —dijo tomando asiento frente a la pequeña pasarela de exhibiciones. Macarena tomó el vestido y entró al cubículo. Comenzó a desvestirse con rapidez. Minutos después, salió luciendo el majestuoso vestido blanco con corte de sirena, escote delantero en V ligeramente pronunciado y adornado en pedrería. —¿Me ayudas a cerrarlo? —preguntó la morena, dándole la espalda al diseñador. El modista se puso de pie, trató de subir la cremallera del vestido, pero no pudo. —¡No puedo creerlo! Has engordado. —dijo elevando el tono de su voz; provocando un escandalo por los apenas 50mm que le dificultaban cerrar el vestido. —¿Qué dices? ¿Pero si me he seguido al pie de la letra la dieta que me has indicado? —No pienso dañar este diseño sólo porque te has comido un par de churros el fin de semana. —No puedes hacerme esto, tío. —replicó Macarena.— Que es el vestido que he elegido para mi boda. —Entonces tendrás que quedarte sin comer hasta la noche de la boda. —Lo que sea, pero por favor, no me dejes sin ese vestido, —dijo en tono suplicante— ¡Te lo ruego! —Está bien, no exageres. Ahora ve y quítatelo con cuidado de no romperlo. Y date prisa que ya mi otra clienta debe estar por llegar. Macarena fue rápidamente al vestidor, se cambió de ropa y salió con el delicado traje colgando en sus dos brazos. —Aquí lo tienes. —Te espero el viernes a las 9:00 de la mañana. O estás aquí a esa hora o ve pidiendo un vestido en una tienda virtual. La morena exhaló un suspiro. René era uno de los diseñadores más reconocidos del país, pero también el más arrogante de todos. Macarena cogio su bolso y caminó hacia la entrada, cabizbaja y con el autoestima por el piso. Abrió la puerta de vidrio y sin darse cuenta tropezó con una elegante mujer, quien sin mediar palabras la empujó con ambas manos haciéndola retroceder y golpearse con uno de los maniquí. —¡Ahhh! —gritó René aterrado, al ver el maniquí cayendo al piso, seguido de la morena. — Eres un completo caos, no entiendo como un hombre tan importante como él, puede casarse con una chica tan torpe como tú. Macarena se incorporó lentamente con la ayuda de una de las empleadas de limpieza. —¡No fue mi culpa! Esta tía me ha empujado. —dijo intentando defenderse de los insultos del diseñador. —¡Qué ordinaria eres! La señorita Isabella Berlusconi, no sólo es mi clienta VIP sino que es una de las mujeres más adineradas del país —replicó. La rubia de nariz respingada la miró de forma altiva. —No pierdas tu tiempo, con personas como esa, querido. Mejor vayamos a tu oficina. Tengo un encargo muy importante que hacerte ¡Me caso en dos semanas! —exclamó emocionada. —Sí. —respondió mirando de reojos a la morena. Macarena salió del atelier. Miró a ambos lados pero su coche no estaba. —¡Joder! ¿Dónde está mi coche? —dijo mientras buscaba con la mirada. Vio a un par de metros, la grúa remolcando su vehículo. Corrió por la acera, bajó hasta la carretera gritandole al hombre de la grua. —Aguarde señor, por favor. No se lleve mi coche. —gritó con desesperación.— ¡Joder! La morena se detuvo en medio de la carretera. Sus esfuerzos por detener al conductor de la grúa fueron en vano. El pitido de una bocina, la hizo reaccionar. Tuvo que subirse de prisa a la calzada para no ser atropellada mientras el chofer del otro…—Macarena, pero es que…—Por favor, Doña Marta. No quiero saber nada relacionado con Jeremías Fuenmayor. No puedo perdonarle sus mentiras. Arquímedes la observó de reojo, sin decir una palabra, mientras el coche avanzaba.—Está bien. Si así lo has decidido, no puedo hacer nada para que cambies de opinión. A pesar de que Doña Marta había intentado contarle la verdad, Macarena no quiso escucharla. —Espero que no tengas que arrepentirte muchacha. —suspiró—. No siempre tenemos suerte de encontrar a alguien que nos ame y sea capaz de defendernos del resto de la gente. Apenas Marlene cerró la puerta de su habitación, rompió en llanto.—Jeremías… ¿por qué? ¿Por qué no puedes enamorarte de mí? Si tan solo pudieras verme como mujer… y si en realidad este hijo fuese tuyo, todo sería tan distinto —murmuró entre sollozos.Su teléfono vibró. Lo tomó de inmediato, pensando que tal vez era Jeremías.—¿Hiciste lo que te pedí? —preguntó Inés con severidad.—Sí, lo hice —susurró apenas—. Él acaba
Una vez a sola, Macarena se encerró en la habitación. Las dudas aumentaban en ella. El día previo al viaje, él salió a resolver un supuesto asunto. Quizás era con Marlene con quien estaba. Quizás por eso no quería tocarla y sólo lo hizo porque ella lo provocó. Su móvil comenzó a sonar. Volteó hacia la mesa de noche, y lo tomó. Atendió sin saber quien podía estar llamándola. Cuando oyó la voz al otro lado, su corazón se llenó de paz. —¡Arquímedes! —murmuró con emoción. —Sí, Macarena. ¿Cómo has estado? —Bien —respondió en voz baja. —No pareces de muy buen ánimo. ¿Te ocurre algo? —preguntó con preocupación. —No, estoy bien. ¿Y Miguel como está? —En lo suyo, metido en la computadora. —¡Me le das saludos! —Sí, por supuesto. Marta me dio tu número, espero no haya problemas ahora que te has casado. Macarena suspiró hondo. Arquímedes escuchó como su respiración cambiaba y se volvía agitada. —¿Te sientes bien? Si deseas puedo ir a verte. —No, no estoy bien —admitió con desdén—. ¿P
Jeremías regresó a su casa ya entrada la tarde. Apenas cruzó la puerta, percibió un silencio extraño. Desde temprano cuando le avisó a Macarena que no iría a almorzar, ya que debía resolver un asunto con la junta directiva de la empresa, notó cierta frialdad en el tono de su voz. Ahora al verla en la sala, sentada, con las manos entrelazadas y distante sintió que algo estaba mal. —¿Todo bien? —preguntó él, dejando las llaves sobre la mesa de centro e inclinándose para besar sus labios. Ella volvió el rostro hacia el lado contrario. Jeremías se incorporó y se cruzó de brazos frente Macarena quien levantó el rostro despacio buscando su mirada.—Hoy después que saliste, vino una mujer a verme. Él frunció el entrecejo y con voz grave preguntó:—¿Quién? —Marlene. —respondió ella sin rodeos. —¿Marlene? ¿Qué hacía aquí?Macarena se puso de pie. —Dice que está embarazada... —esgrimió y antes que Jeremías alcanzara a decirle que estaba embarazada de Lucas, ella habló:— y que el hijo que
“Y este hijo que espero, es suyo”. Aquella frase se repitió como un eco lejano en la mente de Macarena. Sintió que le falta el aire y no podía moverse, estaba inmóvil, sin palabras.Marlene respiró hondo antes de continuar. Sus manos temblaban mientras acariciaba su vientre, como si necesitara aferrarse a algo para poder mantener aquella cruel mentira. —No vine a hacer un escándalo —dijo con la voz quebrada—. Vine porque no entiendo qué pasó. Él me prometió algo.Macarena permanecía en silencio, tratando de entender que estaba pasando. Apoyó la mano en el marco de la puerta evitando caerse. —¿Qué fue lo que te prometió? —preguntó con voz temblorosa. Marlene levantó el rostro. Sus ojos estaban enrojecidos y parecía haber llorado, por lo que sus palabras mostraban el dolor que sentía.—Hace cinco meses… poco después de que murió su prometida —comenzó—. Él estaba destrozado. Yo trabajaba en la empresa, era su asistente personal. Lo veía llegar tarde, quedarse solo en la oficina. Un dí
Jeremías, días antes, le había hablado a Macarena sobre su interés de ponerla en contacto con un agencia de modelaje muy importante en Ginebra; sin embargo, ella había olvidado aquella conversación. Por eso, cuando el coche se detuvo frente a la agencia, se llenó de asombro al ver aquel elegante y ostentoso edificio con el nombre en letras doradas “Emporio Afrodite”—Hemos llegado —comentó él. —¿Aquí…? —preguntó ella, girándose hacia él.Jeremías sonrió, y asintió. —Sí, es aquí —afirmó—. Lo que te prometí.Ella lo miró incrédula y luego sonrió, emocionada. Todo lo que estaba viviendo al lado de su amado, era demasiado perfecto como para ser real. Por un instante, pensó que seguía dormida y que aún no se había despertado de aquel sueño.La agencia era imponente. Poseía una estructura moderna con grandes ventanales de vidrio y mármol claro que reflejaban la luz del día. Elegancia sobria, lujo silencioso. —Vamos —dijo él colocando su mano a la altura de su cintura. Ella asintió y en
La mañana siguiente Jeremías despertó antes que Macarena. Se sentía dichoso y feliz de verla a su lado nuevamente. Ahora estaban casados y juntos. Luego de ducharse, bajó las escaleras para preparar el desayuno. Debía encontrar una empleada que se ocupara de ellos durante esa semana que estarían en Ginebra. Aunque de ser por Jeremías, se quedaría para siempre allí y se olvidaría de aquel oscuro pasado, lleno de mentiras, traición, dolor y tragedia en Madrid. Minutos más tarde, subió las escaleras con la bandeja entre las manos, cuidando de no hacer ruido. El aroma del café recién hecho llenaba el pasillo. Al llegar a la puerta, la empujó con el pie y entró al dormitorio. Macarena seguía dormida. Él la contempló por algunos segundos. Se veía hermosa, su oscura cabellera lucía desordenada sobre la almohada y su cuerpo, ligeramente cubierto entre las sábanas, reflejaban una hermosa obra de arte al estilo realista.Se inclinó sobre ella y rozó sus labios con un beso lento.—Buenos días,
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